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“A las personas que viven en el área urbana de la capital les mando un mensaje de tranquilidad porque, según los índices de agua potable, el líquido que suministra la Empresa de Acueducto de Bogotá no representa ningún riesgo para el consumo humano”. Quien lo dice es el director del Instituto Nacional de Salud (INS), Juan Gonzalo López, a propósito de la lluvia de rumores acerca de la supuesta mala calidad del agua que consumen los bogotanos.
Ya van diez días desde que se prendió la alerta, a partir de la divulgación de un informe del Acueducto de Bogotá que señala que en un muestreo de agua, realizado el pasado 12 de junio en la Avenida Las Américas con calle 68, se encontró presencia de la bacteria E. coli y coliformes totales, nocivos para la salud. Vea cómo se purifica el agua en la planta Wiesner.
Desde entonces las versiones en torno a la calidad del agua de Bogotá han ido y venido. Diego Bravo, gerente de la Empresa de Acueducto de Bogotá, ha insistido en varias ocasiones que aunque la muestra sí dio tales resultados, pruebas posteriores mostraron lo contrario, comprobando la calidad del agua. Sin embargo, sus explicaciones no han terminado de convencer a quienes aseguran que en efecto la empresa estaría ocultando información sobre las características del líquido.
Un segundo informe periodístico, divulgado el pasado domingo, insistió en que hay presencia de bacterias en determinados lugares de Bogotá. El reporte hacía alusión a un informe elaborado, precisamente, por el INS.
Tras la confusión y justo cuando se desarrollaba un debate de control político en el Concejo de Bogotá (ver nota anexa), El Espectador dialogó con el director del INS, quien aclaró la controversia.
“En las zonas de la ciudad, en las que la Empresa de Acueducto de Bogotá suministra el agua, no se ha informado presencia de E. coli ni en 2011 ni en lo corrido del año”, asegura López. No obstante, según sus hallazgos, hay evidencia de que sí existe este tipo de bacterias en 24 acueductos veredales de la ciudad.
López se basa en los informes de laboratorio de salud pública del Distrito, que hace evaluaciones periódicas en más de cien puntos de la red de distribución de agua. Sus resultados coinciden con el diagnóstico realizado por la Secretaría de Salud del Distrito, que también negó la semana pasada que el agua del acueducto tuviera la bacteria.
De acuerdo con el último censo del DANE, el Acueducto de Bogotá suministra agua a más de 7 millones de personas, mientras que de los acueductos veredales se abastecen alrededor de 16 mil.
El 70% del agua que llega a la ciudad proviene de la planta de tratamiento Francisco Wiesner (ver gráfico), que purifica el agua del páramo de Chingaza. El 30% restante llega desde la planta de Tibitoc y del sistema Tunjuelo. Con el fin de comprobar si efectivamente la mayoría del agua con la que se abastece la ciudad es potable, El Espectador estuvo en la planta de tratamiento Francisco Wiesner siguiendo el proceso.
En la planta Wiesner, ubicada en el municipio de La Calera, se tratan en promedio 11 metros cúbicos de agua por segundo, después de viajar por 40 kilómetros de túneles desde el páramo de Chingaza. Durante una hora el líquido es tratado antes de salir de nuevo a la red de distribución que termina en Usme, 100 kilómetros después.
Antes de salir rumbo a la ciudad el líquido es analizado en dos laboratorios en los que se constata cada dos horas que no lleve ningún tipo de contaminante. Por eso, a la hora de hablar de la calidad del agua que sale de la planta, su director, Fernando Manrique, es enfático: “La calidad del agua de Chingaza es muy alta debido a que nace en un páramo conservado”. Para entender las características del líquido, cuenta que mientras que en Cali, por ejemplo, se tiene que tratar el río Cauca, que puede tener hasta 300 unidades de turbiedad, el agua de Chingaza no supera las 3 unidades.
Opinión similar manifiesta el director del INS: “El agua de la zona urbana de Bogotá es de buena calidad, yo tomo agua de la llave y mis hijos también”. Más allá del debate, el tema de fondo es ahora la calidad de líquido que está llegando a las zonas rurales, donde sí están consumiendo aguas contaminadas.