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¿Cómo ha pasado esta época de pandemia en Casanare?
Dentro de todo lo malo que vemos en las noticias, creo que la he pasado bien porque a mí me gusta vivir en el campo. Además, Pore (Casanare) por ahora está libre de COVID-19, y espero que siga siendo así.
¿Ha compuesto algo en estos días?
En realidad muy poco, porque para mí la música es alegría y ahora siempre uno está preocupado con todo lo que está pasando. Esto no tiene fecha de vencimiento y ya estoy dentro del rango de los “viejitos”.
Usted es el narrador de la película “Jinetes del paraíso”, que tiene la intención de acercar las ciudades al Llano. ¿Sigue estando lejos la ciudad y el Llano?
Sí, no sé qué pasa, pero en nuestras regiones llaneras está bastante olvidado el desarrollo y no sé qué se hizo la plata del petróleo. Sin embargo, esta lejanía nos ha permitido conservar nuestras tradiciones, y eso es lo que muestra la película Jinetes del paraíso, que para mí es un documental.
La película, dirigida por Talía Osorio, se estrenó el 19 de junio, pero, ¿cómo lo convencieron para ser el narrador del filme?
Fue atípico, porque a mí nunca me invitaron para ser el narrador. Talía (Osorio) me visitó en mi fundo y vino con un camarógrafo. Me hicieron unas preguntas, las respondí y ese fue el material que utilizaron en el documental, que duraron haciendo más de 10 años.
La canción “Mi caballo y yo” fue una pieza fundamental para que se tomara la decisión de grabar la cinta, ¿para usted esta canción también es tan importante?
Claro. Fue un homenaje que quise hacerle al caballo criollo, que está en vía de extinción. Le quise componer este tema al caballo, que para un llanero es un amigo. Cuando la hice, recuerdo que el grupo no la quería grabar y me impuse.
¿Le gustó verse en la pantalla grande?
Me dio “culillo” el día que la vi. Se me soltaron las lágrimas, pero no por verme a mí, sino por ver al Llano hablar. Ahí el único protagonista es el Llano. Es un lamento que implora que lo dejen ser Llano.
¿Cómo recuerda su primer álbum “Baquiano, horizonte y verso” en 1978?
Fue una amistad con mi compadre Carlos Cuco Rojas, quien murió en 2020. Los dos estábamos arrancando en la música y me tocó vender unas vacas para poder grabarlo. Ahí empezó todo, y he aprendido que la música no puede ser estática, la música es libre.
En 2008 ganó el Grammy Latino con el álbum “Caballo”. ¿Qué representó eso?
Es una maravilla. Jamás la música llanera había estado nominada a un Grammy. En aquella oportunidad se lo podía ganar mi compadre Wálter Silva o me lo podía ganar yo... y el premio se quedó conmigo.
Por temas de salud ahora no toca tanto el cuatro. ¿Le hace falta?
Sí. Me hace falta, aunque ya le voy sacando más sonidos. No volveré a tocarlo igual después del infarto cerebral y las tres operaciones, pero lo que hicieron fue meterle más amor a la vida.
¿Qué proyectos tiene?
Prefiero hablar de sueños. Tengo el sueño de hacer el disco Cholo y sus amigos, en el que invite a artistas a cantar joropo. Ahí estaría ChocQuibTown, Andrea Echeverri, Llane, Herencia de Timbiquí, entre otros.