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Es cada vez más claro para los principales analistas mundiales que estamos frente a una crisis económica y social sin precedentes. Se habla de una profunda depresión económica mundial. El mundo está cambiando y posiblemente reversará la globalización y avanzará hacia unas “disunited nations”, lo que llevará en el mejor de los casos a una regionalización. EE. UU. ha venido renunciando a su rol de líder del mundo, Occidente tiene crecientes reclamos, dudas y cuentas pendientes hacia la poderosa China. Europa le coquetea a la fragmentación. Entonces los países emergentes tendremos que repensar nuestro desarrollo. La “nueva normalidad” poscrisis será diferente, con menos comercio mundial, turismo, eventos públicos y aglomeraciones, y más tendencias crecientes de control sanitario, social y cadenas de valor fragmentadas; todo lo anterior generará más desempleo y pobreza. En medio de este maremágnum, en Colombia deberíamos repensar nuestro desarrollo y lograr un diálogo social que nos acerque. Un desarrollo productivo que realmente genere crecimiento, una educación que refuerce la formación para el trabajo y que esté articulada con el desarrollo y el cambio tecnológico que requiere el país, un clarísimo enfoque REGIONAL, un diálogo que contemple unos mínimos sociales para todos, un nuevo concepto de equidad, un respeto total por las minorías y la diversidad, una justicia que sea garantista con la sociedad y no con el criminal. Hay que superar la ideologización que complejiza y paraliza del desarrollo, para llegar a un pragmatismo que nos una. Entre los grandes sectores económicos afectados por la crisis, la migración venezolana y el cambio social necesario, tendremos masivas demandas de empleo. Eso tiene que llevarnos a hacer nuestro propio “Plan Marshall”, como lo propuse en la columna de hace 15 días. Colombia puede volverse el líder económico de la subregión del norte y centro de Suramérica, más el Caribe. ¿Si no es Colombia, quién? Pero hay que crear las condiciones que nos vuelvan atractivos para la inversión y un modelo económico que dé garantías de estabilidad jurídica, con procedimientos abreviados y simples que, respetando los derechos adquiridos, la Constitución y preceptos de las cortes, permitan tramites rápidos y sencillos. Habrá que combinar varias fuentes de desarrollo. Se requiere un rechazo total a la minería criminal, pero un impulso a la legal y sostenible como fuente de recursos, tal como en Australia, Canadá o Chile. Necesitamos una revolución agrícola que fortalezca al campesino y sus asociaciones, pero que también facilite las grandes inversiones productivas, esto último frente al fracaso de las Zidres. Necesitamos un “nuevo modelo de sustitución de importaciones 2.0” que elimine las distorsiones del primer modelo y permita que Colombia fabrique y cultive mucha parte de los productos que hoy le compra al mundo. Tendremos que apoyar las pymes y su modernización y adelantar un masivo programa de obras públicas, con enfoque regional, vías terciarias, masiva construcción de VIS y VIP. En fin, entre todos debemos crear nuestro “Plan Marshall”. En el próximo artículo veremos algunas alternativas de financiamiento.