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La semana pasada el excandidato presidencial Gustavo Petro le dio su apoyo al periodista Hollman Morris en su candidatura para la Alcaldía de Bogotá. Esto sucedió luego de que varias mujeres cercanas a la Colombia Humana firmaran una carta rechazando la candidatura de Morris, porque sobre él penden denuncias por acoso sexual y una demanda por violencia intrafamiliar interpuesta por su exesposa, Patricia Casas. Luego Petro nos manexplicó, en un tuit, que Morris era “más feminista” que Claudia López y que “el poder de la mujer es posible si también hay una liberación de la sociedad toda”, algo que no es más que una versión de lo que la izquierda siempre nos ha dicho a las feministas: que la lucha por los derechos de las mujeres es algo secundario que vendrá luego de que se resuelva la lucha de clases. Parece irracional que un político tan ambicioso como Petro perdiera el apoyo feminista por apostarle a la candidatura inviable de su amigo de parranda, pero es que no hay nada más irracional que un macho cuando ve su autoridad amenazada.
En la segunda vuelta de las presidenciales del año pasado varias feministas, entre las que me incluyo, apoyamos la candidatura de Petro por dos razones: la credibilidad que tiene Ángela María Robledo (quien a muchas nos parece presidenciable) y el rechazo total a la otra alternativa, que era el regreso del uribismo al poder y su amenaza de acabar con el Acuerdo de Paz (amenaza que ya empezaron a cumplir). Es por eso que aún pienso que Petro habría sido mejor presidente que Duque, aunque eso no tiene mérito alguno, pues Duque ha dejado la vara de la Presidencia tan baja como el peso frente al dólar.
Que Petro tuviera el voto pragmático de muchas feministas en la segunda vuelta del año pasado no equivale a que tuviera la confianza de las mujeres. Y ahora su apoyo a Morris demuestra que le cree más a su amigo que a las mujeres que denuncian, y esa es la incompatibilidad ética con los principios de la Colombia Humana que muchas mujeres han señalado. Para Petro, el feminismo es instrumental. Dice Angélica Bernal Olarte en Razón Pública: “Petro, Morris y aquellos que respaldan su candidatura parecen no haber entendido que el feminismo no es una bandera que sirve para ganar votos, sino un movimiento político y social que no va a traicionar sus principios por una coyuntura electoral. Apoyar a un candidato acusado de violencia contra la mujer implica negar que la violencia de género sea un asunto sustantivo del cambio social y no una lucha ornamental”; y Sara Tufano en Cerosetenta: “Ahora, Es necesario decir que la instrumentalización del feminismo se da a lo largo de todo el espectro político; sin embargo, a las mujeres en los partidos de derecha y extrema derecha no les importa ser instrumentalizadas”.
Cada vez más, el voto de las feministas se va fortaleciendo como una fuerza política en Colombia. Pero como los feminismos no son un partido unificado de autoridad vertical, ni una secta dogmática, no hay con quién hacer acuerdos definitivos para mantener el movimiento de mujeres “en cintura”, ni hay un territorio delimitado en donde repartir tamales para convencernos. La diversidad del movimiento feminista, que muchas veces es un obstáculo para articularnos de forma eficiente, hace que los viejos trucos de la política no funcionen, y menos cuando gran parte del voto feminista está motivado por los principios éticos de la igualdad. La moraleja que deja Petro (para todos los machiprogres de Colombia) es que ser un aliado del feminismo no es una medalla que te otorgan y que de ahí en adelante puedes cargar en la solapa para siempre, pase lo que pase. Ser aliado del feminismo es una acción constante y permanente que comienza con el ejercicio de escuchar. Ya lo dijo mejor otro maestro machiprogre: ser aliado feminista “es verbo, no sustantivo”.