Año nuevo, ¿vida nueva?

Andrés Hoyos
08 de enero de 2020 - 05:00 a. m.
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Como era apenas natural, en su discurso de posesión Claudia López se declaró parte de las protestas callejeras. Una persona allegada me dijo que al sumarse a ellas, la nueva alcaldesa de Bogotá podría terminar por desmontarlas. Tal vez no, pero no deja de ser cierto que si la gente paraliza la ciudad la afecta primero que todo a ella. Más de una vez mencionó la necesidad de un nuevo contrato social, que sería para que lo cumplan las partes, por lo que las mayorías deben estar de acuerdo en suscribirlo. ¿En qué consiste?, ¿es lo mismo que el Gran Acuerdo Nacional? Los lineamientos de algo así están muy lejos de haberse definido.

Aunque el discurso fue bueno, ofreció gran cantidad de cosas y Claudia podría verse afectada si lo esencial se demora demasiado o no se concreta. El contexto es clave. Hoy hay en Colombia un inmenso vacío político. El Centro Democrático está medio disuelto, con Uribe de salida, y el partido ni siquiera apoya a su presidente. Los demás partidos, ídem. El Liberal no existe sino como una burocracia en manos de Gaviria. Es imposible no notar que no hay nada estratégico en su propósito de fondo. El Conservador, menos. Cambio Radical, que va a entrar al gobierno, es un espectro, la U también. Solo está de veras vivo el Partido Verde, el cual tiene la evidente limitación de su exceso de diversidad ideológica. También está la Colombia Humana, por y para Petro. Compromiso Ciudadano le sirve a Fajardo, pero no es un partido.

En términos generales, la mayúscula insatisfacción de la gente vista en las calles desde noviembre hace que la tracción de las soluciones tradicionales, así al final conduzcan a algo positivo, es muy poca. La gente pide audacia, pide pensar fuera de la caja y pide arriesgarse con políticas inesperadas, implícitas de algún modo en el pliego caótico e imposible presentado por el Comité de Paro. Ya habrá tiempo para explorar posibilidades audaces, lo que se ve menos es quién se va a lanzar sin paracaídas a intentarlas. ¿Claudia López? Sí, ella viene asumiendo riesgos, cuyo resultado no es seguro.

Es necesario recordar que cualquier Estado, sobre todo uno precario como el colombiano, puede encargarse de una cantidad limitada de tareas. Cuando se le pide que haga demasiado, el riesgo de fracaso, si no de colapso, se eleva mucho. Las grandes ambiciones no están mal, siempre y cuando uno sepa modular los pasos que al final de muchas vueltas pueden conducir a ellas. Claro que al comienzo de los mandatos se está en el momento de la esperanza y del optimismo. Ni más faltaba.

Los columnistas, como políticos y funcionaros que NO somos, tenemos casi el deber de especular con alternativas novedosas y arriesgadas, a sabiendas de que el papel aguanta todo. Esa en realidad no es nada más una obligación de columnistas e intelectuales, sino del público general, sobre todo cuando tanta gente ha venido vociferando en las calles a favor de un cambio de fondo. ¿Cómo se concreta eso? Díganoslo usted, amigo lector, en el entendido sobre todo de que cualquier política pública tiene un costo y que no se vale pedir el oro y el moro sin aclarar de qué bolsillo va a salir el primero. Ese bolsillo, siento tener que recordárselo, es además de todo el suyo. El Estado colombiano no tiene grandes rentas y, si las tuviera, no es imposible que algún loco nos convenciera de seguir caminos análogos al suicida que tomó la Venezuela chavista, o sea que sería peor.

andreshoyos@elmalpensante.com

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