Ante política fracasada, diplomacia ciudadana

Daniel García-Peña
19 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.
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Nuestra América está convulsionada. Hace unas semanas fue Ecuador, luego Chile y ahora Bolivia. Curiosamente, en Venezuela, el país que sufre la crisis política y social más profunda, se mantiene el statu quo.

Recordemos que este año empezó con anuncios por parte de la oposición, Estados Unidos, el Grupo de Lima y los medios globales de comunicación de la caída inminente de Nicolás Maduro, fijando hasta la fecha: el memorable 23 de febrero. Desde ese entonces, Juan Guaidó, el supuesto presidente interino, se ha desinflado. Nunca convocó las elecciones con las que se había comprometido con los más de 50 países que lo reconocieron, lo más notable de su gestión han sido las fotos con los Rastrojos y la oposición se ha fragmentado aún más que antes. Las marchas convocadas el pasado fin de semana con el ánimo de replicar el golpe boliviano solo sirvieron para reactivar el chavismo. Mientras tanto, Maduro sigue ahí, logrando incluso que Naciones Unidas eligiera a Venezuela como integrante de la Comisión de Derechos Humanos.

Lo grave es que la política exterior del gobierno de Duque se ha centrado casi exclusivamente en la caída de Maduro, alineándose ciegamente con Estados Unidos, lo cual ha traído malas consecuencias. La decisión de unírsele, junto con Israel y Ucrania, para rechazar la condena al infame bloqueo contra Cuba no sólo fue una bofetada al pueblo cubano, el más afectado, sino también al resto de los países del mundo que sí lo hicieron.

Pero lo peor de esta fallida política es el rompimiento de relaciones entre nuestros dos países. Aun en los peores momentos de la Guerra Fría, pese a las inmensas diferencias ideológicas, económicas y militares que existían entre Estados Unidos y la Unión Soviética, siempre hubo una embajada estadounidense en Moscú y una soviética en Washington. Se estableció el famoso teléfono rojo bajo la premisa lógica de que es precisamente en los momentos más críticos cuando más se requiere un canal directo.

En el caso de Colombia y Venezuela, son muchísimos los asuntos entre los dos países que requieren un trámite diario, más allá de las diferencias ideológicas de sus respectivos gobernantes, empezando por la crisis humanitaria. No sólo se han cerrado las respectivas embajadas, sino también los consulados, que nada tienen que ver con las relaciones políticas, y eso sólo perjudica a los colombianos en Venezuela y a los venezolanos en Colombia. Una familia venezolana que vive acá hace décadas tardó más de tres semanas bregando para repatriar el cadáver de un ser querido para enterrarlo en Venezuela.

Desafortunadamente, los dos gobiernos están empeñados en mantener y profundizar el rompimiento, pues sus discursos pendencieros sirven para alimentar el apoyo de sus respectivas bases internas. Por ello, ante el fracaso evidente de la política actual y la gravedad de la crisis, se hace necesario que se escuchen otras voces.

En buena hora nació la Convergencia Ciudadana Colombia-Venezuela por parte de universidades y organizaciones sociales de los dos países, un ejercicio de diplomacia ciudadana que impulsa la solución pacífica en Venezuela y la reconstrucción de la relación binacional. En el primer diálogo ciudadano binacional realizado la semana pasada en Bogotá, se analizaron diversos temas, entre ellos el desconocimiento por parte del gobierno Duque de la Constitución de 1991 en materia de relaciones internacionales. Igualmente, se evidenció que en Venezuela existe un sinnúmero de iniciativas diversas a favor del diálogo en medio de la polarización. Todos coincidieron en que como vamos, vamos mal y que las cosas seguirán empeorando si no se buscan salidas. Pienso que el restablecimiento de las relaciones consulares podría ser un primer paso necesario y realista.

La crisis venezolana afecta en especial a Colombia, por la situación migratoria y comercial. Por tanto, Colombia sería la más beneficiada con la solución pacífica en Venezuela y la reconstrucción de relaciones.

Pero, desafortunadamente, se sigue utilizando la crisis venezolana para azuzar las tensiones internas. El Gobierno y el Centro Democrático propagan la tesis de que detrás del paro nacional de este jueves está Maduro, supuestamente al borde del colapso hace meses, ahora con la capacidad de exportar el castrochavismo y desestabilizar las democracias en todo el continente. Lo único claro es que con ese cuento están desconociendo las razones auténticas de la inconformidad generalizada y demostrando una total desconexión con las mayorías, parecida a la que tan caro les ha costado a los gobernantes de Ecuador, Chile y Bolivia.

danielgarciapena@hotmail.com

* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y director de Planeta Paz.

 

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