Brexit y los esclavos

Oscar Guardiola-Rivera
10 de julio de 2019 - 03:00 a. m.
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Ann Widdecombe es una reconocida política conservadora británica. Fue miembro del gabinete de ese partido en los noventa. Apoya reintroducir la pena de muerte, la legislación contra la blasfemia, se opone al aborto y los derechos de la comunidad LGBT. Tras haberse retirado de la política, volvió este año como candidata a las elecciones europeas.

Durante su inauguración la semana pasada, la hoy Miembro del Parlamento Europeo por el Brexit Party y hace un tiempo del reality show "Celebrity Big Brother", utilizó la frase “como los esclavos se rebelaron en contra de sus amos” para ejemplificar el patrón histórico del que Brexit haría parte: “A través de la historia, los oprimidos se han rebelado contra sus opresores”.

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Según ella, los oprimidos en este caso serían los británicos y sus opresores la Unión Europea. Utilizó otros dos ejemplos: la rebelión de las colonias contra los imperios y del campesinado contra los barones feudales. En su defensa, Widdecombe declaró que no intentaba comparar a la Unión Europea con los esclavistas ni con los barones feudales, tan solo ilustrar su argumento acerca de un “patrón histórico”, una norma o ley de la historia de acuerdo con la cual por necesidad los oprimidos se rebelan y liberan de las cadenas que los oprimen.

A primera vista, podría sorprender el que una típica conservadora utilice un argumento de izquierda. ¿No eran acaso los mamertos trasnochados quienes solían hablar de leyes de la historia, y de la necesaria rebelión de los oprimidos contra sus opresores? ¿No estaban ellos y sus ideas, cuyo resultado habría sido la tragedia del siglo pasado o la de este en Venezuela, condenados al basurero de la historia? ¿Cómo explicar entonces tan extravagante retorno?

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Para comenzar, lo que retorna, si antes fue tragedia, ahora es farsa. La propia Widdecombe parece aceptarlo. “Si usted quiere interpretar lo que dije como un melodrama, allá usted”, respondió a una periodista. El melodrama consiste en que la miembro de la Hermandad Conservadora Cristiana sitúe el drama religioso de la victimización universal en la conciencia cotidiana: todos somos víctimas.

Los británicos hoy como antes los esclavos. ¡Pobres de nosotros! También los hombres serían víctimas de las feministas, los guerreristas de los pacifistas y los blancos como resultado de las luchas negras y Amerindias. Es el típico gesto reaccionario: una religiosidad fetichista que, de hecho, se afirma con los actos. No tiene que ser cristiana, por supuesto. Es también el fetiche Hindutva en la India de Morsi, o el moralismo de Duterte en Filipinas.

Cuando además fetichiza lo peor de la izquierda tomándolo prestado para actuar ante las cámaras, reaparece como populismo de derechas: niega, distrae. Pero es una farsa y por ello cabe reír de ella. Como lo hicieron los televidentes británicos al notar unos binoculares en la ventana durante la entrevista con Widdecombe: “¿Serán para vigilar a los esclavos que trabajan afuera, o me perdí por completo el argumento?”             

 

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