Café de Colombia con el presidente Duque

Columnista invitado EE
07 de agosto de 2018 - 12:48 a. m.
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Por: Fernando Morales-de la Cruz*

La ascensión al poder del presidente Iván Duque este 7 de agosto es una oportunidad única para cambiar radicalmente el rumbo de la política cafetera, agrícola y de comercio exterior de Colombia, en coordinación con los presidentes de México, Brasil, Perú, Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica, trabajando después también con los gobiernos de otros países exportadores de café, té y cacao del mundo. Ni Colombia, ni Brasil, ni México pueden hacer eso actuando en solitario. Es indispensable que los presidentes actúen como bloque de países latinoamericanos productores de café, representando más de la mitad de la producción del café del mundo.

El cambio de la política cafetera, agrícola y de comercio exterior es un asunto de Estado, que requiere del liderazgo presidencial y de políticas públicas visionarias que sean orquestadas e implementadas por todas las instituciones del gobierno tanto dentro como fuera del país. Esto no puede dejarse en las manos de las organizaciones cafeteras, las mismas que frecuentemente, sin querer, sirven los intereses de las multinacionales. En algunos países las principales instituciones cafeteras han sido cooptadas por los exportadores de café, —en perjuicio de los caficultores y trabajadores agrícolas— e incluso por las multinacionales y/o por los países importadores, utilizando la mal llamada “ayuda para el desarrollo”.

En el 2017 las exportaciones de café de Colombia fueron de tan solo US$2,58 miles de millones. En ese mismo año los caficultores colombianos dejaron de percibir más de 5 mil millones de dólares por los precios artificialmente bajos fijados por el 'Swissploitation Club' —el grupo de empresas que controla el comercio mundial del café desde Suiza—. Las pérdidas de ingresos de todos los caficultores del mundo en 2017 sumaron más de 30 mil millones de dólares. Esos “ahorros” anuales en la “factura del café” de los países importadores no beneficiaron a sus consumidores, fueron en su mayoría beneficios adicionales para las multinacionales.

El precio del café actual US$1,08 por libra viola los derechos humanos de los productores, fomenta la explotación de millones de trabajadores y es la causa del incremento de la pobreza extrema, el hambre, la desnutrición y también de la violación de los derechos de decenas de millones de niños en las regiones cafeteras. Las multinacionales pueden comprar café por debajo del costo de producción gracias a la indiferencia de los gobiernos, del norte y del sur, ante la explotación los agricultores, trabajadores y de millones de niños como la mano de obra más barata del mundo. El trabajo infantil es parte del modelo de negocios de las multinacionales. Aunque es cruel e ilegal, lo consideran una forma muy efectiva para reducir costos e incrementar beneficios. El presidente Duque junto a sus colegas de la región debe poner un freno a todo esto.

Además de los países cafeteros, todos los países exportadores de té y cacao son también víctimas de modelos de negocios neocoloniales impuestos por las multinacionales que ejercen y abusan su posición de dominio de mercado y que son apoyadas por los gobiernos de los países desarrollados, incluso utilizando la mal llamada “ayuda para el desarrollo”, el falso “comercio justo”, las otras falsas certificaciones y docenas de ONG como instrumentos para consolidar el neocolonialismo comercial. Las pérdidas para los agricultores y trabajadores suman miles de millones de dólares, la “ayuda al desarrollo” y la falsa caridad de las ONG son una fracción insignificante de esas pérdidas por precios artificialmente bajos.

El mal llamado “comercio justo” paga menos de la mitad del precio real del café y perpetúa la pobreza. El objetivo real de la organización de “comercio justo” y de las otras falsas certificaciones es incrementar los márgenes y las utilidades en los países desarrollados, mediante publicidad engañosa a los consumidores.

No es posible continuar exportando millones de sacos de café a una tercera parte del precio de hace 35 años. En el futuro no se debería exportar ni un solo saco por menos del precio del café de 1983, ajustado a la inflación, mas impuestos. La industria mundial del café genera casi 250 mil millones de dólares en valor de consumo anual gracias al sacrificio de más de 25 millones de caficultores y trabajadores agrícolas, la gran mayoría de estos son pobres. A pesar de su gran bonanza, el modelo de negocios actual de la caficultura mundial está basado en que los agricultores del “cinturón cafetero” reciban menos de un céntimo de dólar en beneficios netos por cada taza de café servida en los países desarrollados y mantengan sistemas laborales que explotan a campesinos, a trabajadores y a millones de niños indefensos.

Es indispensable señalar que los “representantes cafeteros” y los más altos funcionarios de los gobiernos de los países productores de café son corresponsables de la crisis que sufren los caficultores y de la consolidación del sistema neocolonial que explota a los más pobres e indefensos.  Hasta ahora no han hecho nada para evitarla.

Desafortunadamente, muchos funcionarios creen el cuento que los países del G7, la Unión Europea, Suiza,  Noruega, las multinacionales, el Foro Económico Mundial de Davos y las organizaciones internacionales trabajan conjuntamente para erradicar la pobreza con “ayuda para el desarrollo” y apoyan los objetivos de desarrollo sostenible. La verdad es que son todos estos los que han decido que menos de un centavo por taza de café, té y barra de chocolate es una compensación “justa” y “ética”, aunque  incrementen la pobreza, el hambre y la desnutrición infantil.  Su objetivo es incrementar las utilidades en los países desarrollados a cualquier costo.

Ojalá que el presidente Duque hable de esto al tomarse un café de Colombia con los presidentes de varios países cafeteros de América que le visitan. Los caficultores de Colombia y del mundo no pueden continuar siendo explotados para beneficio económico de unas pocas multinacionales.

A los representantes oficiales de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Canadá y de otros países desarrollados que también están en Colombia hoy les digo: menos de un céntimo de dólar en beneficio neto por taza de café no es asociación. Es explotación. Quedo a la espera de sus 10 céntimos por taza.

*Fundador de la organización Café for Change.

 

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