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Mi respuesta al artículo sobre trasplantes de órganos de su columnista Héctor Abad, aparecido el domingo 8 de septiembre de 2013 en su periódico:
¿Te acordás, Héctor, de tu artículo “Las mujeres de Perafán”, que publicaste burlándote de este mafioso en alguna de las revistas por las que has pasado? ¿Y que Perafán te obligó a retractarte con otro artículo tuyo que publicaste en la misma revista pidiéndole disculpas por tu lengua suelta? Bien sabías que de no haberte retractado Perafán te iba a ajustar las cuentas por mano de sicarios. Pero ese no es mi estilo ni te pido que te retractes de tus bellaquerías conmigo en otro artículo. ¡Para qué! Las palabras se van, pero los hechos quedan. Simplemente te anuncio que las cuentas que tienes pendientes conmigo te las voy a cobrar por mano propia.
Fernando Vallejo. Escritor.
Lea la columna a la que se refiere el escritor.
¿Paz sin retroactividad?
Uprimny invita a buscar combinaciones creativas para los acuerdos de paz (“Refrendación…”, El Espectador, 08-09-13). Las negociaciones posconflicto en el siglo XX no muestran un solo camino. Casi todas han supuesto amnistías o perdones para los delitos atroces. Pero la justicia humanitaria ha avanzado cada vez con mayor rigor hacia el camino contrario, de modo que las soluciones a la guerra de Congo o el conflicto sudafricano no sean factibles ahora. Santos apela ante Naciones Unidas para que el modelo moderno de justicia no obstruya la solución de la guerra interna. Y tendría razón si pensamos en que la guerra colombiana nació inclusive antes que la misma ONU. Si bien tienen cierta razón los neofundamentalistas del DIH que buscan castigar a todos los delincuentes por todos sus delitos, podría ocurrir que la nueva legislación se aplicara a fondo sobre conflictos que hayan surgido después de emitida. Pero ¿con qué fundamento a Colombia, cuyo conflicto político interpartidista data de hace 150 y tanto años, ahora que ha decidido pacificarse se le aplique con todo rigor una legislación novísima y moderna sobre derechos humanos? ¿No sería racional, entonces, que a los más viejos guerreros civiles, los colombianos, se nos permitiera pacificarnos con legislaciones tan antiguas como nuestro conflicto? ¿Sería mucho pedir que la justicia humanitaria no se nos aplicara retroactivamente? Ni mucho que queme al santo...
Bernardo Congote. Bogotá.
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