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La asociación estratégica de China y Rusia es a largo plazo

Columnista invitado EE: Doris Ramírez Leyton
04 de agosto de 2020 - 03:16 p. m.

Tendremos un nuevo orden mundial diferente al que conocemos hoy. Por ahora, Estados Unidos seguirá como la única potencia global, pero China continuará incrementando su influencia en el planeta.

China ha expresado que la nueva gobernanza mundial no será dirigida por un solo país; cabría esperar un nuevo poder multipolar teniendo como núcleo a la ONU.

En este escenario es imprescindible revisar la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China de la que ya conocemos el desenlace a corto plazo. El 15 de enero de 2020, se firmó en Washington el pacto comercial entre las dos potencias económicas, llamado acuerdo de fase 1 que elimina los aranceles futuros.

Por su parte China se compromete a comprar productos, bienes y servicios estadounidenses durante dos años por 200 mil millones de dólares, repartidos aproximadamente así: productos manufacturados por 77 mil millones de dólares, energía por 52 mil millones de dólares, productos agrícolas por 32 mil millones de dólares, servicios financieros, turismo, servicios en la nube por 38 mil millones de dólares.

Después de 18 meses de disputa comercial, Trump no alcanzó su objetivo de obligar a China a realizar reformas económicas estructurales.

Trump no tiene estrategias en China fuera de los aranceles; tampoco en Irán, América Latina y el Caribe, Medio Oriente. Solo discusiones y más aranceles para Europa, antes sus aliados. El Indo Pacífico Libre y Abierto no despega, aunque hoy le cuelguen la Red Blue Dot (el desarrollo de infraestructura sostenible en el Indo-Pacífico y en todo el mundo). El primer ministro de la India, Modi manifestó que no está entre sus planes atajar el asenso de China. Mientras tanto, China aprovecha todos los espacios que Estados Unidos deja abiertos, al encontrarse Trump agobiado en sus discordancias y complicaciones domésticas de cara a las elecciones de noviembre 2020 y la pésima respuesta a la pandemia COVID-19 en su propio país.

Es justo decir que el declive de Estados Unidos es agravado por la administración Trump, pero viene desde el 2003 con la guerra de Irak de George W. Bush, la crisis financiera mundial del 2008 y el cambio de enfoque de la política exterior de 2011.

Tres colaboradores de primer nivel de Obama confirman y editan en sus memorias lo que se veía venir muy a su pesar: un Estados Unidos antes poderoso. las memorias de Samantha Power, Susan Rice y Ben Rodhes, según Peter Beinart (2019), ”narran el declive del poder y del excepcionalismo estadounidense”.

Creciente incertidumbre activada hoy por el COVID-19 permite vislumbrar un futuro global diferente con un cambio estructural de la política internacional. Nos permite observar una Asia-Pacífico fortalecida por la pandemia ante un Occidente con excepciones, escasa en redes sanitarias para enfrentarla y con el agravante de las redes médicas localizadas en Asia.

Además, la disputa comercial entre las dos potencias, Estados Unidos y China, con repercusiones globales, nos enfrenta a una nueva realidad internacional donde el futuro se jugará en Oriente, dadas las circustancias actuales. Porque el acuerdo de fase 1 no permite establecer que la distensión entre las dos potencias ha terminado.

Pasadas las elecciones estadounidenses de noviembre, la competencia entre las dos potencias continuará gane quien gane. Así se espera y China lo sabe porque Trump es un presidente tempestuoso que puede arrepentirse del acuerdo de fase 1, donde no obtuvo todo lo que él deseaba. La presión de Estados Unidos será más fuerte sobre las empresas tecnológicas chinas.

Ante un inminente nuevo orden mundial es importante tener en cuenta a Rusia que ejerce una notable influencia: Hoy se mueve en muchos puntos álgidos del planeta.

En el tablero mundial Rusia avanza, nadie puede desconocerlo, entre otras por la imponderable centralidad geopolítica con respecto a Eurasia, aun con la evidente disparidad del gran poder económico de China con respecto a Rusia.

Ante el declive de Estados Unidos, otra esfera de influencia que se viene integrando es precisamente la Gran Eurasia, donde juegan un papel importante Rusia y China. Precisamente en este año, en el marco de la cooperación, Rusia preside los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) consideradas economías emergentes con un gran potencial a futuro tanto por sus importantes poblaciones como por sus recursos naturales. Y la OCS, Organización de Cooperación de Shanghai (China, Rusia, Kazakstán, Kirguistán, Tayikistán, Usbekistán, Mongolia, Irán, India, Pakistán, Bielorrusia, Armenia y Sri-Lanka). Su objetivo es mantener y garantizar la paz, la seguridad y la estabilidad en la región.

Integramos la Gran Eurasia junto con la UEEA, Unión Económica Euroasiática, liderada por Rusia. La componen Kazakstán, Kirguistán, Tayikistán, Armenia y Bielorrusia y sus objetivos son económicos.

Rusia mantiene una gran dependencia estratégica de China y falta ver si sale bien librada de Medio Oriente, por su ayuda a Siria, y del COVID-19, en el que ha fallado porque la red sanitaria no es de las más robustas en comparación con sus vecinos de Asia y Europa y por la tardanza en tomar precauciones debido a la preparación de elecciones para que Putin siga en el poder por lo menos hasta el 2036.

Quiere decir que a largo plazo puede haber otros centros de poder como la Gran Eurasia que va imperceptiblemente reacomodándose sin el permiso de Occidente. Siempre fue y ha sido el temor de Estados Unidos, pese a las advertencias de Brezniu y Kissinger, quien sostiene que Estados Unidos no tiene una estrategia duradera para China, que actúa por situaciones del momento.

Justamente lo que vivimos con la guerra comercial y la culpa a China por la pandemia COVID-19 confirma la sentencia de Kissinger. Ciertamente Estados Unidos no estará preparado para gobernar como país que ayudó a construir de las reglas que hoy nos rigen después de la segunda guerra mundial, al separarse de todos los organismos más importantes, sobre todo de la OMS en un momento crucial para la salud del planeta. Es un paso atrás para Estados Unidos y un paso adelante para China.

Por Doris Ramírez Leyton

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