“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia social”, declara con sutil ironía Thomas Piketty, en su libro Capital e ideología (2019). Se aparta así de Karl Marx, para quien la historia era la historia de la lucha de clases. El título refleja bien ese consciente distanciamiento de Piketty con respecto a Marx. La obra se basa en un enorme trabajo empírico sobre la desigualdad en ingresos y riqueza a través del tiempo, fruto de las investigaciones de Piketty y otros economistas que han avanzado en el tema en los últimos años.
Pero en este libro, publicado el año pasado, el autor supera varias de las limitaciones de su obra anterior, El capital en el siglo XXI (2013): no se centra demasiado en Occidente, aumenta su cobertura a otras regiones del mundo y ya no trata los cambios políticos e ideológicos en torno a la desigualdad como una caja negra. Incluye, por ejemplo, un capítulo completo sobre la India y también analiza los casos de Rusia y China. Además, resalta el papel de la ideología como una fuerza independiente y se aparta otra vez de Marx, quien, según Piketty, creía que “las fuerzas económicas y las relaciones de producción determinarían de manera casi mecánica la superestructura ideológica de la sociedad”.
Piketty analiza la evolución de las desigualdades en el ingreso en una gran variedad de países y encuentra que en el mundo hay una marcada tendencia a la concentración del ingreso, por ejemplo, medida en el porcentaje del mismo captado por el 10 % más próspero de la población. En su revisión a la evolución de esa concentración en el siglo XX en Europa, Estados Unidos y Japón —los lugares más prósperos en ese siglo—, encontró que después de la Segunda Guerra Mundial, el 10 % más rico aumentó la participación en el ingreso: mientras en la década de 1910 los niveles de los ingresos del 10 % más adinerado estaban cercanos al 50 % en Europa y Japón, y al 45 % en Estados Unidos, entre 1950 y 1980 estos porcentajes se ubicaron entre el 30 % y el 35 % para los primeros, y en el 45 % para Estados Unidos. Sin embargo, después de 1980 en estas zonas la desigualdad aumentó mucho.
¿Qué factores explican ese quiebre hacia la concentración en los ingresos en esos países? Piketty señala la reducción de los impuestos a la renta y la ausencia de igualdad plena en el acceso a educación de calidad, por ejemplo, a las universidades de élite en Estados Unidos, como algunas de las posibles causas.
Uno de los gráficos más impactantes que trae el libro Capital e ideología es el titulado “La curva del elefante de la desigualdad”. Allí Piketty ilustra cómo entre 1980 y 2018 el 50 % de los habitantes del mundo que tienen los ingresos más bajos se han mantenido más o menos iguales, mientras que el 1 % más rico ha aumentado sus ingresos de forma vertiginosa. Ello dio como resultado que se redujera la brecha entre el 50 % más pobre y el 49 % que le sigue, la clase media. La misma gráfica muestra cómo aumentó la ventaja en la posición del 1 % con respecto a la clase media. Esa gráfica, que se parece al lomo y la trompa de un elefante, explicaría en parte el creciente malestar de la clase media en muchos países desarrollados. Esto es grave, pues la hace muy susceptible a la seducción de las tentaciones totalitarias de izquierda o derecha, o a las aventuras nacionalistas y populistas.
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia social”, declara con sutil ironía Thomas Piketty, en su libro Capital e ideología (2019). Se aparta así de Karl Marx, para quien la historia era la historia de la lucha de clases. El título refleja bien ese consciente distanciamiento de Piketty con respecto a Marx. La obra se basa en un enorme trabajo empírico sobre la desigualdad en ingresos y riqueza a través del tiempo, fruto de las investigaciones de Piketty y otros economistas que han avanzado en el tema en los últimos años.
Pero en este libro, publicado el año pasado, el autor supera varias de las limitaciones de su obra anterior, El capital en el siglo XXI (2013): no se centra demasiado en Occidente, aumenta su cobertura a otras regiones del mundo y ya no trata los cambios políticos e ideológicos en torno a la desigualdad como una caja negra. Incluye, por ejemplo, un capítulo completo sobre la India y también analiza los casos de Rusia y China. Además, resalta el papel de la ideología como una fuerza independiente y se aparta otra vez de Marx, quien, según Piketty, creía que “las fuerzas económicas y las relaciones de producción determinarían de manera casi mecánica la superestructura ideológica de la sociedad”.
Piketty analiza la evolución de las desigualdades en el ingreso en una gran variedad de países y encuentra que en el mundo hay una marcada tendencia a la concentración del ingreso, por ejemplo, medida en el porcentaje del mismo captado por el 10 % más próspero de la población. En su revisión a la evolución de esa concentración en el siglo XX en Europa, Estados Unidos y Japón —los lugares más prósperos en ese siglo—, encontró que después de la Segunda Guerra Mundial, el 10 % más rico aumentó la participación en el ingreso: mientras en la década de 1910 los niveles de los ingresos del 10 % más adinerado estaban cercanos al 50 % en Europa y Japón, y al 45 % en Estados Unidos, entre 1950 y 1980 estos porcentajes se ubicaron entre el 30 % y el 35 % para los primeros, y en el 45 % para Estados Unidos. Sin embargo, después de 1980 en estas zonas la desigualdad aumentó mucho.
¿Qué factores explican ese quiebre hacia la concentración en los ingresos en esos países? Piketty señala la reducción de los impuestos a la renta y la ausencia de igualdad plena en el acceso a educación de calidad, por ejemplo, a las universidades de élite en Estados Unidos, como algunas de las posibles causas.
Uno de los gráficos más impactantes que trae el libro Capital e ideología es el titulado “La curva del elefante de la desigualdad”. Allí Piketty ilustra cómo entre 1980 y 2018 el 50 % de los habitantes del mundo que tienen los ingresos más bajos se han mantenido más o menos iguales, mientras que el 1 % más rico ha aumentado sus ingresos de forma vertiginosa. Ello dio como resultado que se redujera la brecha entre el 50 % más pobre y el 49 % que le sigue, la clase media. La misma gráfica muestra cómo aumentó la ventaja en la posición del 1 % con respecto a la clase media. Esa gráfica, que se parece al lomo y la trompa de un elefante, explicaría en parte el creciente malestar de la clase media en muchos países desarrollados. Esto es grave, pues la hace muy susceptible a la seducción de las tentaciones totalitarias de izquierda o derecha, o a las aventuras nacionalistas y populistas.