El objetivo de la Misión de Sabios 2.0 es convertir a Colombia en un tigre, por lo menos en el papel. En febrero de 2019 el Gobierno nacional nombró a un grupo de 46 investigadores nacionales y extranjeros para que rindieran un informe que sirva de carta de navegación para el país en materia de ciencia, tecnología, innovación y educación. Tarea compleja y trascendental. Por eso hay que leer con cuidado el informe que esa Misión presentó el 5 de diciembre del 2019, disponible en internet.
Me voy a referir solo a un punto del informe por dos razones: es el que, en caso de lograrse, tendría mayor impacto en el producto interno bruto colombiano (PIB) y se refiere a un tema económico, por lo cual me siento medianamente capacitado para opinar.
La Misión de Sabios establece para el 2030 la meta de aumentar la participación de la industria manufacturera del 12 % del PIB al 24%. Así mismo, se escogió la meta de aumentar la participación del sector agropecuario del 6,7 % al 13,4 % del PIB. En total, una transformación radical de la estructura de la producción en Colombia, pues entre los dos sectores ganarían terreno en 18,7 % del PIB.
Señala el diagnóstico de la Misión que la deficiencia más preocupante de la economía colombiana es que la productividad total de los factores crece muy poco y en algunos períodos no crece. En ese punto no hay discusión. Luego señalan que para crecer se necesita mayor crecimiento exportador. También en esto no hay discusión.
Voy a apostarle una copia nueva del libro Factfulness, de Hans Rosling, al primero de los sabios que salga a defender las metas que he comentado. Ese libro es muy pertinente, pues explica las diez razones más comunes por las cuales nos equivocamos a la hora de evaluar los hechos. Mi apuesta es que en el 2030 no habrá aumentado la participación de la industria manufacturera ni del sector agropecuario al 37,4 % del PIB. No hay en este informe ninguna propuesta innovadora, concreta, viable financieramente, que pueda llevar a ese resultado. Están ponchados antes de pararse ante el lanzador.
La pregunta más relevante es: ¿por qué es necesario aumentar el porcentaje de la industria manufacturera y la agricultura en el PIB? Hay dos razones por las cuales uno podría dudar de que esa sea una buena medida. En primer lugar, en historia económica 101 aprendemos que el desarrollo consiste en que en una primera etapa se reduce el sector agropecuario y crece la industria. En una segunda etapa, baja la participación de la industria manufacturera y sube la participación de los servicios calificados. Esto ha pasado, por ejemplo, en Estados Unidos. Es decir, no toda desindustrialización es negativa.
Un segundo punto, que es muy relevante, es que es equivocado medir la participación de la industria manufacturera o el sector agropecuario por su participación en el PIB. Hay una literatura de organización industrial que muestra que esa medición se debe hacer por la participación en la cadena productiva. Los cambios en la integración vertical de la industria pueden reducir la participación del sector manufacturero en el PIB solo porque se hace en logística, vigilancia, transporte, procesos de sistemas y otros servicios calificados. Los estudios de Juan Esteban Carranza, por ejemplo, muestran que la cadena de la producción industrial en Colombia representa el 35 % del PIB. Entre 2000 y 2010 la cadena industrial creció a un ritmo similar al resto de la economía.
Es por todo lo anterior que mantengo mi apuesta de que la meta comentada no se logrará. Menos mal.
El objetivo de la Misión de Sabios 2.0 es convertir a Colombia en un tigre, por lo menos en el papel. En febrero de 2019 el Gobierno nacional nombró a un grupo de 46 investigadores nacionales y extranjeros para que rindieran un informe que sirva de carta de navegación para el país en materia de ciencia, tecnología, innovación y educación. Tarea compleja y trascendental. Por eso hay que leer con cuidado el informe que esa Misión presentó el 5 de diciembre del 2019, disponible en internet.
Me voy a referir solo a un punto del informe por dos razones: es el que, en caso de lograrse, tendría mayor impacto en el producto interno bruto colombiano (PIB) y se refiere a un tema económico, por lo cual me siento medianamente capacitado para opinar.
La Misión de Sabios establece para el 2030 la meta de aumentar la participación de la industria manufacturera del 12 % del PIB al 24%. Así mismo, se escogió la meta de aumentar la participación del sector agropecuario del 6,7 % al 13,4 % del PIB. En total, una transformación radical de la estructura de la producción en Colombia, pues entre los dos sectores ganarían terreno en 18,7 % del PIB.
Señala el diagnóstico de la Misión que la deficiencia más preocupante de la economía colombiana es que la productividad total de los factores crece muy poco y en algunos períodos no crece. En ese punto no hay discusión. Luego señalan que para crecer se necesita mayor crecimiento exportador. También en esto no hay discusión.
Voy a apostarle una copia nueva del libro Factfulness, de Hans Rosling, al primero de los sabios que salga a defender las metas que he comentado. Ese libro es muy pertinente, pues explica las diez razones más comunes por las cuales nos equivocamos a la hora de evaluar los hechos. Mi apuesta es que en el 2030 no habrá aumentado la participación de la industria manufacturera ni del sector agropecuario al 37,4 % del PIB. No hay en este informe ninguna propuesta innovadora, concreta, viable financieramente, que pueda llevar a ese resultado. Están ponchados antes de pararse ante el lanzador.
La pregunta más relevante es: ¿por qué es necesario aumentar el porcentaje de la industria manufacturera y la agricultura en el PIB? Hay dos razones por las cuales uno podría dudar de que esa sea una buena medida. En primer lugar, en historia económica 101 aprendemos que el desarrollo consiste en que en una primera etapa se reduce el sector agropecuario y crece la industria. En una segunda etapa, baja la participación de la industria manufacturera y sube la participación de los servicios calificados. Esto ha pasado, por ejemplo, en Estados Unidos. Es decir, no toda desindustrialización es negativa.
Un segundo punto, que es muy relevante, es que es equivocado medir la participación de la industria manufacturera o el sector agropecuario por su participación en el PIB. Hay una literatura de organización industrial que muestra que esa medición se debe hacer por la participación en la cadena productiva. Los cambios en la integración vertical de la industria pueden reducir la participación del sector manufacturero en el PIB solo porque se hace en logística, vigilancia, transporte, procesos de sistemas y otros servicios calificados. Los estudios de Juan Esteban Carranza, por ejemplo, muestran que la cadena de la producción industrial en Colombia representa el 35 % del PIB. Entre 2000 y 2010 la cadena industrial creció a un ritmo similar al resto de la economía.
Es por todo lo anterior que mantengo mi apuesta de que la meta comentada no se logrará. Menos mal.