Sucedió en Medellín, esa mañana luminosa del jueves 27 de octubre, durante los minutos previos a los Diálogos Regionales Vinculantes organizados por el Gobierno Nacional. Mientras decenas de personas caminaban hacia mesas armadas y pabellones de colores, un grupo de mujeres con camisetas azules entraron con un aviso grande entre las manos en el que se leía: “Fundación Madres Solteras de Colombia”.
Como madres solteras se denomina a las mujeres que educan a sus hijos sin la presencia del padre. Ya sea por viudez, abandono o una separación, la situación es más o menos la misma: hay una mujer que conduce una casa y el destino de sus habitantes. Si estos son pequeños y no hay una empleada doméstica, niñera, familiares o vecinos a los que pueda pedir ayuda, salir será una maniobra, las horas para dormir serán reducidas y la lista de preguntas y tareas será casi infinita. Algo similar sucederá tal vez con los prejuicios a los que deba enfrentarse.
En el mundo de las mamás solteras, los matices hacen la diferencia: si el padre participa de las decisiones, si comparte los gastos, si pasa tiempo con los hijos, si es parte de la vida, de alguna forma. Si no lo hace, la soledad casi absoluta en esa misión escogida o del azar que consiste en criar una hija o un hijo se convierte en un desafío que pocos pueden entender o ver.
En Colombia, el número de madres solteras va en aumento: según una encuesta realizada por la Universidad de los Andes, entre 2010 y 2016 el porcentaje de madres solteras pasó del 35 % al 39 % en las ciudades. Con base en cifras del DANE, en el país hay más de 12 millones de ellas, en los campos y en las ciudades. Se estima que más del 40 % de los hogares colombianos son sostenidos por una mujer. Bogotá, La Guajira, Antioquia y Arauca son los departamentos con las cifras más altas al respecto.
Si esta es nuestra realidad, al mismo tiempo sorprende la realidad que las toca: la falta de horarios labores y condiciones que les permitan trabajar con tranquilidad y dignidad. El tema va más allá: muchos de los eventos culturales, conversatorios o reuniones para enriquecer la vida suceden a seis de la tarde, una hora en la que muchas de las mamás piensan en su casa como destino, para estar con los hijos. Incluso la gente de los llamados Diálogos Regionales Vinculantes del Gobierno, en Medellín, citó a los participantes de sus mesas a las 6:45 a.m. El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, ha citado a su consejo de gobierno a las 6:00 a.m. ¿Y si hay una mamá entre las asistentes? ¿Habrá tiempo a esa hora para despedir a los hijos rumbo al colegio? ¿Habrá que dejarlos solos o tendrán tiempo suficiente los cuidadores de llegar a la casa de la mamá que sale, para hacer el relevo?
A la hora de pensar en madres solteras no se trata de buscar privilegios frente a otros. Es simplemente una actitud de sensibilidad sobre las situaciones particulares, y no sencillas, que otros viven. Entre todos, los pesos son más livianos y quien contrata a una mamá soltera recibe a cambio compromiso, buen uso del tiempo, agradecimiento, seriedad, en muchos casos. Un refrán africano dice: “Hace falta una aldea para criar un niño o niña”. En tiempos de ciudades y familias distintas, esa aldea somos todos.
Sucedió en Medellín, esa mañana luminosa del jueves 27 de octubre, durante los minutos previos a los Diálogos Regionales Vinculantes organizados por el Gobierno Nacional. Mientras decenas de personas caminaban hacia mesas armadas y pabellones de colores, un grupo de mujeres con camisetas azules entraron con un aviso grande entre las manos en el que se leía: “Fundación Madres Solteras de Colombia”.
Como madres solteras se denomina a las mujeres que educan a sus hijos sin la presencia del padre. Ya sea por viudez, abandono o una separación, la situación es más o menos la misma: hay una mujer que conduce una casa y el destino de sus habitantes. Si estos son pequeños y no hay una empleada doméstica, niñera, familiares o vecinos a los que pueda pedir ayuda, salir será una maniobra, las horas para dormir serán reducidas y la lista de preguntas y tareas será casi infinita. Algo similar sucederá tal vez con los prejuicios a los que deba enfrentarse.
En el mundo de las mamás solteras, los matices hacen la diferencia: si el padre participa de las decisiones, si comparte los gastos, si pasa tiempo con los hijos, si es parte de la vida, de alguna forma. Si no lo hace, la soledad casi absoluta en esa misión escogida o del azar que consiste en criar una hija o un hijo se convierte en un desafío que pocos pueden entender o ver.
En Colombia, el número de madres solteras va en aumento: según una encuesta realizada por la Universidad de los Andes, entre 2010 y 2016 el porcentaje de madres solteras pasó del 35 % al 39 % en las ciudades. Con base en cifras del DANE, en el país hay más de 12 millones de ellas, en los campos y en las ciudades. Se estima que más del 40 % de los hogares colombianos son sostenidos por una mujer. Bogotá, La Guajira, Antioquia y Arauca son los departamentos con las cifras más altas al respecto.
Si esta es nuestra realidad, al mismo tiempo sorprende la realidad que las toca: la falta de horarios labores y condiciones que les permitan trabajar con tranquilidad y dignidad. El tema va más allá: muchos de los eventos culturales, conversatorios o reuniones para enriquecer la vida suceden a seis de la tarde, una hora en la que muchas de las mamás piensan en su casa como destino, para estar con los hijos. Incluso la gente de los llamados Diálogos Regionales Vinculantes del Gobierno, en Medellín, citó a los participantes de sus mesas a las 6:45 a.m. El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, ha citado a su consejo de gobierno a las 6:00 a.m. ¿Y si hay una mamá entre las asistentes? ¿Habrá tiempo a esa hora para despedir a los hijos rumbo al colegio? ¿Habrá que dejarlos solos o tendrán tiempo suficiente los cuidadores de llegar a la casa de la mamá que sale, para hacer el relevo?
A la hora de pensar en madres solteras no se trata de buscar privilegios frente a otros. Es simplemente una actitud de sensibilidad sobre las situaciones particulares, y no sencillas, que otros viven. Entre todos, los pesos son más livianos y quien contrata a una mamá soltera recibe a cambio compromiso, buen uso del tiempo, agradecimiento, seriedad, en muchos casos. Un refrán africano dice: “Hace falta una aldea para criar un niño o niña”. En tiempos de ciudades y familias distintas, esa aldea somos todos.