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Por el derecho a tener privacidad

Adriana Cooper
20 de septiembre de 2024 - 05:05 a. m.
"Una persona en la red X habló con sinceridad sobre la preocupación que le causa pensar en todas las cartas de amor que antes entregó": Adriana Cooper
"Una persona en la red X habló con sinceridad sobre la preocupación que le causa pensar en todas las cartas de amor que antes entregó": Adriana Cooper
Foto: EFE - ETIENNE LAURENT

El comentario me causó gracia y me llevó a pensar. Una persona en la red X habló con sinceridad sobre la preocupación que le causa pensar en todas las cartas de amor que antes entregó. ¿Qué pasaría si alguien decide publicarlas? A mí me pareció muy valiosa su preocupación y, es más, recordé algo que había hecho hace unas semanas: rompí una carta de amor que me enviaron cuando yo estaba en el último año de colegio.

Por casualidad, la encontraron hace poco entre los papeles viejos de mi papá cuando empacaron sus cosas después de que él murió. Después de volver a leer esas frases edulcoradas y sinceras, decidí romperla porque el autor de la carta ya es una persona famosa. Y en estos tiempos de redes donde muchos no se guardan nada, la foto de una carta así se puede convertir en un buen contenido para redes, aunque la persona así no lo quiera.

El cerebro tiene sus caminos extraños para guardar información. Y mientras yo pensaba si romper o no el papel, apareció en mi cabeza la imagen de Ben Affleck, cabizbajo, caminando solo por algún lugar de Beverly Hills, los días previos a su divorcio.

Dicen los llamados medios del corazón, que gran parte de su malestar se debió a que JLo compartió cartas suyas con el equipo de producción, para grabar un documental. Para una persona tímida o introvertida, saber esto puede ser casi lo mismo que quedarse desnuda, de repente, frente a una multitud.

De este tema también me quedó una pregunta: ¿Hubieran querido los autores muertos que sus cartas hubieran sido publicadas como parte de una antología?

Sobre el tema de la privacidad han hablado autores como Yuval Noah Harari, a propósito de las formas en que los países recolectan información de sus ciudadanos, por ejemplo, a través de los sistemas biométricos. Cada vez se vuelve más difícil para alguien vivir sin dejar rastro, y el deseo de muchos de publicar contenido se convierte en esa sed insaciable que sientes cuando caminas por el desierto en un día de sol voraz en agosto.

La falta de privacidad se ve en las redes, en la vida y también en algunos medios de comunicación que deciden contar con detalles innecesarios las desgracias de la gente. Gente que se envenena, gente que se suicida, gente que en un momento de impulso se transformó en otra cosa por la ira que llevaba adentro, y cuya familia, además, de lo sucedido, tendrá que sentir la vergüenza y la incomodidad de la exposición. Guiados por el deseo de más clics, el gusto por el chisme y el interés hacia la vida de los otros, algunos periodistas y espectadores realizan informes donde abundan detalles innecesarios. Informes que, en muchos de los casos, solo aplican para los más débiles. El tema no tiene que ver solamente con sentirse expuesto. También guarda relación con no querer tanto sobre los demás. A propósito, el escritor Jonathan Franzen dijo sentirse “asaltado” con detalles de la vida privada de los otros, en las noticias, en las redes. No todos queremos saber esos detalles. Y todavía hay gente que entiende que haya algunos más reservados, gente que prefiere guardar algunas cosas para sí misma. Harari lo tiene claro: “conservar la privacidad es también guardar el derecho a cometer errores, a ser imperfectos, a ser simplemente humanos”.

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