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Entereza

Alberto Donadio
21 de agosto de 2011 - 01:00 a. m.
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Según confidencial de Semana, los que visitan la casa de María Eugenia Rojas cuentan que ella "refleja una gran entereza".

¿Acaso podía no ser así? Esta es la dama de hierro de la entereza. Desde hace sesenta años padece injurias y vejámenes, mofas y vilipendios, persecuciones y destierro, respondiendo siempre con entereza.

Qué entereza la de la Nena casarse con Samuel Moreno Díaz, que en 1949 como secretario de gobierno de Santander fue señalado por el editorial de El Tiempo de ser el autor intelectual del incendio de un pueblo liberal (Enciso) y acusado por sus “incitaciones al crimen”. Después de casado con la hija del presidente, Moreno Díaz mantenía en los años cincuenta un público concubinato con Emma Tarazona, pero María Eugenia defendió su matrimonio con admirable entereza, mechoneando a la intrusa en el lobby del hotel Tequendama.

Samuel cobró una coima de 100.000 dólares a la Philips por permitir la importación de televisores, pero la Capitana del pueblo con notable entereza lo acompañó a Estados Unidos a abrir las cuentas bancarias para constituir así el primer ahorro de la familia.

Cuando el infame pueblo bogotano la chifló en la plaza de toros en 1956 y lanzó vivas a un mequetrefe llamado Alberto Lleras, cantando a coro “Lleras sí, otro no”, María Eugenia esperó con proverbial entereza hasta la siguiente corrida, cuando el Gobierno compró miles de entradas que repartió a policías y soldados que obligaron a los asistentes a lanzar vivas a la Nena. Los agentes del SIC atacaron a los irrespetuosos y renuentes, lanzándolos a la muerte desde lo más alto del circo de toros o agrediéndolos con bofetones y a puntapiés. La Capitana tuvo la encomiable entereza de no asistir a esta corrida del 5 de febrero de 1956.

Cuando ella repartía regalos de navidad a los niños pobres como directora de Sendas (Secretariado Nacional de Asistencia Social), con entereza soportó a los maldicientes que señalaban que Sendas quería decir Sueldo En Dólares A Samuel.

Cuando su hijo Samuel fue elegido alcalde no sólo con los votos legítimamente comprados por María Eugenia en los tugurios bogotanos a cambio de un cuchuco, sino gracias también a los votos de los izquierdistas del Polo, ella con entereza perdonó a los comunistas que su papá atacó con bombas de napalm en el Sumapaz.

Con ejemplar entereza María Eugenia presenció cómo sus hijos destruyeron la avenida 26, una de las únicas tres obras (con el CAN y Eldorado) que ejecutó el general Rojas Pinilla en cuatro años de gobierno.

Qué entereza la vida toda de María Eugenia Rojas. Y qué presteza la de la revista para falsificar la historia con un solo sustantivo.

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