José Luis trabaja como facilitador del área de territorios del Idipron. En estos días de cuarentena su esposa, tan joven como él, lo hace madrugar para que no lo coja la hora pico; ella siempre admiró que él trabajara para Habitantes de calle, pero ahora, en la emergencia sanitaria, le da miedo, le parece que en las calles hay mucho riesgo de adquirir el virus. José Luis toma el Transmilenio en la estación del Tintal, son las cinco y media y ya hay bastante gente; él y todos los facilitadores de Idipron están instruidos en los protocolos de seguridad, lleva tapabocas, guantes y se esfuerza por guardar el aislamiento porque no es fácil, en el bus se sienta solo en una hilera, pero atrás y adelante van personas; los pasajeros, en coro, le piden al conductor que no recoja a más nadie, en efecto, dos auxiliares de movilidad impiden que se suba más gente hasta la estación de la Jiménez dónde se baja la mayoría, también José Luis que va para la sede de Territorios en la quince con Caracas. Allí ya está Halka, su bina (como llaman en el Instituto a las parejas de recorrido).
Para la emergencia sanitaria el Idipron diseñó y programó la campaña "Operación Amistad": todos los días los del equipo de facilitadores y coordinadores del área de Territorios se turnan para atender a los jóvenes ciudadanos habitantes de calle, les dan una merienda, les explican la razón de la emergencia sanitaria, los instruyen en los cuidados que deben tener para evitar el contagio, y, a los que quieran, los llevan a la Unidad de atención transitoria de la 27.
Debo decir que el Idipron reaccionó con acciones preventivas para todas las instancias de incidencia; desde el 6 de marzo, cuando el hospital San Ignacio denunció el primer caso de Covid-19, en una joven recién llegada de Milán, Italia, el director Carlos Marín, un veterano en la atención a las vulnerabilidades de la población callejera, antes de que la alcaldesa CLaudia López practicara el simulacro de confinamiento en toda la ciudad, dotó todas las oficinas y las unidades con insumos de prevención, direccionó secciones de pedagogía preventiva para empleados y contratistas; así, no se pude ingresar a ningún espacio del instituto sin cumplir con los protocolos de higiene, medidas de bioseguridad y de distanciamiento. Con igual responsabilidad, armó un equipo con los coordinadores más duchos y se concibieron todas las acciones para proteger a los jóvenes en condición de habitabilidad en calle en las localidades reconocidas como de gran afluencia de dicha población.
En la Unidad el Oasis, el coordinador Carlos Lara, acogió a los jóvenes en proceso y confinó desde entonces a 160, impide el ingreso de personas extrañas a la Unidad, parece receloso con la llegada del personal de salud. Carolina Molano desde el área de Territorios coordinó la Operación Amistad, que recogen todos los días muchachos y muchachas para que se atiendan y permanezcan en el día en las Unidades a su servicio, la campaña incluye repartición de mercados a familias de los chicos atendidos de los barrios más vulnerables.
José Luis y Halka ya son reconocidos por los jóvenes que callejean en Mártires, Santa Fe y Candelaria, a su modo los quieren y les agradecen el afecto y el servicio que les prestan.
Sin duda, toda esta tarea constituye un aporte al control de la expansión de la epidemia y por lo mismo, los funcionarios en las calles y en contacto con población que se mueve por sitios de riesgo, se exponen al contagio, aún así, lo asumen con valentía. Uno mira los videos de otros países y ve a los funcionarios en las calles laborando con trajes especiales, casi escafandras; los de el Idipron afrontan la tarea con su chaleco distintivo y su protección es la prudente distancia y la malicia indígena que siempre ha sido la salvaguarda en todo su quehacer.
Trabajar para los habitantes de calle no hace noticia, es una labor modesta y silenciosa que se cumple obedeciendo la mística de servir, la responsabilidad social, sin esperar el aplauso ciudadano que, en cambio, ahora mira con más recelo y escrúpulos a los habitantes de calle que por su aspecto pueden parecer focos de infección.
Hasta ahora no se ha reportado ningún caso de habitante de calle con coronavirus, sin duda si exposición al contagio es alta, pero oportunamente en el Idipron se están tomando medidas que previenen y que protegen a los chicos callejeros del virus que amenaza a la humanidad.
De buena manera, las instancias gubernamentales, al menos en Bogotá, han demostrado su deferencia y su compromiso para con la población que hace de las calles su espacio existencial, confío en que está inesperada pandemia contribuya a revalorar la mirada estigmatizante de la ciudadanía hacia esta población y los planes de desarrollo incluyan recursos y medidas para la inclusión digna y eficaz de esta población en las dinámicas de la ciudad.
José Luis trabaja como facilitador del área de territorios del Idipron. En estos días de cuarentena su esposa, tan joven como él, lo hace madrugar para que no lo coja la hora pico; ella siempre admiró que él trabajara para Habitantes de calle, pero ahora, en la emergencia sanitaria, le da miedo, le parece que en las calles hay mucho riesgo de adquirir el virus. José Luis toma el Transmilenio en la estación del Tintal, son las cinco y media y ya hay bastante gente; él y todos los facilitadores de Idipron están instruidos en los protocolos de seguridad, lleva tapabocas, guantes y se esfuerza por guardar el aislamiento porque no es fácil, en el bus se sienta solo en una hilera, pero atrás y adelante van personas; los pasajeros, en coro, le piden al conductor que no recoja a más nadie, en efecto, dos auxiliares de movilidad impiden que se suba más gente hasta la estación de la Jiménez dónde se baja la mayoría, también José Luis que va para la sede de Territorios en la quince con Caracas. Allí ya está Halka, su bina (como llaman en el Instituto a las parejas de recorrido).
Para la emergencia sanitaria el Idipron diseñó y programó la campaña "Operación Amistad": todos los días los del equipo de facilitadores y coordinadores del área de Territorios se turnan para atender a los jóvenes ciudadanos habitantes de calle, les dan una merienda, les explican la razón de la emergencia sanitaria, los instruyen en los cuidados que deben tener para evitar el contagio, y, a los que quieran, los llevan a la Unidad de atención transitoria de la 27.
Debo decir que el Idipron reaccionó con acciones preventivas para todas las instancias de incidencia; desde el 6 de marzo, cuando el hospital San Ignacio denunció el primer caso de Covid-19, en una joven recién llegada de Milán, Italia, el director Carlos Marín, un veterano en la atención a las vulnerabilidades de la población callejera, antes de que la alcaldesa CLaudia López practicara el simulacro de confinamiento en toda la ciudad, dotó todas las oficinas y las unidades con insumos de prevención, direccionó secciones de pedagogía preventiva para empleados y contratistas; así, no se pude ingresar a ningún espacio del instituto sin cumplir con los protocolos de higiene, medidas de bioseguridad y de distanciamiento. Con igual responsabilidad, armó un equipo con los coordinadores más duchos y se concibieron todas las acciones para proteger a los jóvenes en condición de habitabilidad en calle en las localidades reconocidas como de gran afluencia de dicha población.
En la Unidad el Oasis, el coordinador Carlos Lara, acogió a los jóvenes en proceso y confinó desde entonces a 160, impide el ingreso de personas extrañas a la Unidad, parece receloso con la llegada del personal de salud. Carolina Molano desde el área de Territorios coordinó la Operación Amistad, que recogen todos los días muchachos y muchachas para que se atiendan y permanezcan en el día en las Unidades a su servicio, la campaña incluye repartición de mercados a familias de los chicos atendidos de los barrios más vulnerables.
José Luis y Halka ya son reconocidos por los jóvenes que callejean en Mártires, Santa Fe y Candelaria, a su modo los quieren y les agradecen el afecto y el servicio que les prestan.
Sin duda, toda esta tarea constituye un aporte al control de la expansión de la epidemia y por lo mismo, los funcionarios en las calles y en contacto con población que se mueve por sitios de riesgo, se exponen al contagio, aún así, lo asumen con valentía. Uno mira los videos de otros países y ve a los funcionarios en las calles laborando con trajes especiales, casi escafandras; los de el Idipron afrontan la tarea con su chaleco distintivo y su protección es la prudente distancia y la malicia indígena que siempre ha sido la salvaguarda en todo su quehacer.
Trabajar para los habitantes de calle no hace noticia, es una labor modesta y silenciosa que se cumple obedeciendo la mística de servir, la responsabilidad social, sin esperar el aplauso ciudadano que, en cambio, ahora mira con más recelo y escrúpulos a los habitantes de calle que por su aspecto pueden parecer focos de infección.
Hasta ahora no se ha reportado ningún caso de habitante de calle con coronavirus, sin duda si exposición al contagio es alta, pero oportunamente en el Idipron se están tomando medidas que previenen y que protegen a los chicos callejeros del virus que amenaza a la humanidad.
De buena manera, las instancias gubernamentales, al menos en Bogotá, han demostrado su deferencia y su compromiso para con la población que hace de las calles su espacio existencial, confío en que está inesperada pandemia contribuya a revalorar la mirada estigmatizante de la ciudadanía hacia esta población y los planes de desarrollo incluyan recursos y medidas para la inclusión digna y eficaz de esta población en las dinámicas de la ciudad.