Caminando por las calles de Estocolmo, iluminadas por un raro sol de verano, me acompañan los ritmos y versos de Talk, la canción lanzada la semana pasada por el artista sueco-venezolano Omar Rudberg. Las líricas no solo evocan el impacto de esa persona amada que ocupa nuestra mente (“Vuelas como una pluma en mi mente”), sino que también exploran las dimensiones más sutiles y sofisticadas de la relación amorosa: el silencio y el lenguaje no verbal de los cuerpos. Esa dimensión velada, esencial para el amor, que lo nutre y lo hace surgir, uniendo dos cuerpos y almas en una única realidad. ¿No es esta, acaso, la misma dimensión que celebra el Principito al encontrarse con el zorro, cuando aborda la idea de que lo esencial es invisible a los ojos?
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Así, mientras contemplo con asombro un cielo que en el verano estocolmense se niega a oscurecer, mientras la amalgama de pop, electrónica y trap de Talk resuena en mis oídos, reflexiono sobre mis propias vivencias y sobre lo que mentes lúcidas y sensibles han escrito acerca de las dimensiones sutiles del amor. Porque si el amor ha de trascender lo efímero, convertirse en un vínculo perdurable entre dos seres, la comunicación no verbal, la expresión del cuerpo y la conexión emocional son esenciales. No se puede comprender, aceptar y amar incondicionalmente a alguien sin esa comunicación intangible. Erich Fromm, en su hermoso clásico El arte de amar, sugiere cómo el amor genuino florece cuando ambos individuos son también capaces de estar en silencio juntos y comunicarse a través de la presencia y los gestos. Es esta vivencia la que transforma el amor en un continuo, donde ambos se descubren en la esencia de su ser, como bien plantea Fromm.
¿No es cierto que el silencio es una de las formas más puras y elevadas de expresar el amor? ¿No son esos instantes de silencio compartido, más elocuentes que cualquier palabra, los momentos más sublimes del amor? Los gestos sutiles, las miradas furtivas, las notas cargadas de sentimientos no expresados en voz alta, ¿no son esas formas delicadas las que alimentan el amor a lo largo del tiempo? Como Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera de García Márquez, que visita el mercado solo para atisbar a Fermina desde lejos, manteniendo así viva la llama de su conexión emocional.
Retorno a las letras de Talk. “Deberías saber que no me importa si nos sentamos aquí en silencio / Pero tu cuerpo me habla”, canta Omar Rudberg. Y así es; el amor verdadero se revela en la profundidad del silencio compartido, en los cuerpos que dialogan sin palabras, en la elocuencia de lo no dicho. Es en esos momentos cuando afloran los sentimientos más profundos y genuinos. Es cuando verdaderamente nos sentimos uno.