Escribo esta columna el domingo por la mañana, sin aún conocer qué vestido se pondrá la vicepresidenta Francia Márquez para la ceremonia de posesión. Solo sé que su diseñador, el joven Esteban Sinisterra, espera en su corazón que ella escoja un diseño con tejidos blancos y azules, los colores de la paz y del océano Pacífico. Independientemente, sé que va a ser un momento de celebración, orgullo y victoria para el diseñador personal de la vicepresidenta. Almorcé con Sinisterra y su pareja en un restaurante de Medellín. Llegó vestido con un elegante conjunto color orquídea, una camisa-chaqueta, silueta cold shoulder, bolsillos de parche y pantalones de prenses. Al sentarse a la mesa se quitó el sombrero de paja de tetera del Pacífico, revelando un hermoso bronceado afro con rayos dorados.
El cambio también tiene el rostro y la historia de este hombre de 23 años. Su biografía refleja la vida de una multitud de jóvenes que se criaron en medio de la guerra, la discriminación y el olvido. “Soy uno más que se le escapó a la guerra dentro del territorio”, dice. De hecho, la violencia le quitó a su familia la única casa que tuvieron de propiedad en toda su vida. Empezó así una vida nómada, como despojados, hasta que se establecieron en Buenaventura. “Este Esteban tiene sus luchas porque primero pobre, negro y además gay, entonces son muchos cargos por los que luchar”, cuenta. Pero su historia, como la de su comunidad, es sobre todo una historia heroica de resiliencia, resistencia y rescate. “Ser del Pacífico significa ser resistencia. Es la resiliencia de un pueblo que día a día se levanta para mejorar sus condiciones de vida, tanto personales como colectivas”, afirma.
Como todo camino de liberación y de descolonización, no es fácil. Fue en Buenaventura donde Esteban sufrió las primeras experiencias de discriminación por el color de su piel. “Así descubrí ser un hombre negro,” dice. En principio fue un compararse en términos negativos y de inferioridad. “Llegué a pensar que mi cabello era feo”, cuenta, haciéndole eco a lo que el filósofo de Martinica Frantz Fanon escribía en 1967: “El negro es comparación… Cada vez que entra en contacto con otra persona, surge la cuestión del valor, del mérito”. Pero Esteban Sinisterra no se mantuvo en las heridas de la historia, en la interiorización del racismo, en la narrativa que otros, los colonizadores, escribieron sobre su pueblo. Por el contrario, el diseñador de la vicepresidenta transformó la moda en un vehículo de emancipación, para liberarse del yugo de la comparación y así simplemente ser. Por eso la investigación sobre prendas y estampados africanos lo lleva hoy a afirmar con orgullo la estética, las raíces y las tradiciones de los pueblos del Pacífico. De esta manera, lo que estaba en la periferia hoy adquiere centralidad. En este camino de liberación, Esteban Sinisterra y la gente de su territorio son como el rayo de sol que hasta ahora había quedado bajo la tierra y hoy finalmente emerge y brilla con todo su esplendor.
Escribo esta columna el domingo por la mañana, sin aún conocer qué vestido se pondrá la vicepresidenta Francia Márquez para la ceremonia de posesión. Solo sé que su diseñador, el joven Esteban Sinisterra, espera en su corazón que ella escoja un diseño con tejidos blancos y azules, los colores de la paz y del océano Pacífico. Independientemente, sé que va a ser un momento de celebración, orgullo y victoria para el diseñador personal de la vicepresidenta. Almorcé con Sinisterra y su pareja en un restaurante de Medellín. Llegó vestido con un elegante conjunto color orquídea, una camisa-chaqueta, silueta cold shoulder, bolsillos de parche y pantalones de prenses. Al sentarse a la mesa se quitó el sombrero de paja de tetera del Pacífico, revelando un hermoso bronceado afro con rayos dorados.
El cambio también tiene el rostro y la historia de este hombre de 23 años. Su biografía refleja la vida de una multitud de jóvenes que se criaron en medio de la guerra, la discriminación y el olvido. “Soy uno más que se le escapó a la guerra dentro del territorio”, dice. De hecho, la violencia le quitó a su familia la única casa que tuvieron de propiedad en toda su vida. Empezó así una vida nómada, como despojados, hasta que se establecieron en Buenaventura. “Este Esteban tiene sus luchas porque primero pobre, negro y además gay, entonces son muchos cargos por los que luchar”, cuenta. Pero su historia, como la de su comunidad, es sobre todo una historia heroica de resiliencia, resistencia y rescate. “Ser del Pacífico significa ser resistencia. Es la resiliencia de un pueblo que día a día se levanta para mejorar sus condiciones de vida, tanto personales como colectivas”, afirma.
Como todo camino de liberación y de descolonización, no es fácil. Fue en Buenaventura donde Esteban sufrió las primeras experiencias de discriminación por el color de su piel. “Así descubrí ser un hombre negro,” dice. En principio fue un compararse en términos negativos y de inferioridad. “Llegué a pensar que mi cabello era feo”, cuenta, haciéndole eco a lo que el filósofo de Martinica Frantz Fanon escribía en 1967: “El negro es comparación… Cada vez que entra en contacto con otra persona, surge la cuestión del valor, del mérito”. Pero Esteban Sinisterra no se mantuvo en las heridas de la historia, en la interiorización del racismo, en la narrativa que otros, los colonizadores, escribieron sobre su pueblo. Por el contrario, el diseñador de la vicepresidenta transformó la moda en un vehículo de emancipación, para liberarse del yugo de la comparación y así simplemente ser. Por eso la investigación sobre prendas y estampados africanos lo lleva hoy a afirmar con orgullo la estética, las raíces y las tradiciones de los pueblos del Pacífico. De esta manera, lo que estaba en la periferia hoy adquiere centralidad. En este camino de liberación, Esteban Sinisterra y la gente de su territorio son como el rayo de sol que hasta ahora había quedado bajo la tierra y hoy finalmente emerge y brilla con todo su esplendor.