En Colombia, la moda está viviendo una transformación significativa. No se trata de una simple tendencia pasajera, sino de un movimiento que redefine lo que significa vestirse, consumir y relacionarnos con el mundo. Es la moda sostenible, una corriente que se nutre de la tradición, la creatividad y un compromiso genuino con el entorno. En este país, donde la biodiversidad y la riqueza cultural parecen infinitas, la industria ha encontrado el terreno fértil para reinventarse, hilo a hilo.
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En Colombia, la moda está viviendo una transformación significativa. No se trata de una simple tendencia pasajera, sino de un movimiento que redefine lo que significa vestirse, consumir y relacionarnos con el mundo. Es la moda sostenible, una corriente que se nutre de la tradición, la creatividad y un compromiso genuino con el entorno. En este país, donde la biodiversidad y la riqueza cultural parecen infinitas, la industria ha encontrado el terreno fértil para reinventarse, hilo a hilo.
El cambio comienza en los materiales. Diseñadores como Agustín Nicolás Rivero, creador de la marca A New Cross, exploran fibras naturales como la alpaca, el lino y el algodón, elevándolas a través de un diseño que rompe con los límites del cuerpo y convierte la ropa en un refugio para la memoria. Rivero trabaja con telares manuales, reivindicando una herencia textil que no solo resiste, sino que se transforma en piezas conceptuales y atemporales. Su apuesta por incluir en el futuro tejidos como el cáñamo abre un camino hacia materiales que no solo son funcionales, sino éticamente impecables.
En la misma sintonía, marcas como 7191 están revolucionando la idea de lo esencial. Sus prendas, fabricadas con algodón 100 % y diseñadas para durar, son un manifiesto de sostenibilidad ambiental, social y cultural. Además, la filosofía de 7191 trasciende la moda; busca reconectar a las personas con el equilibrio y la calma en un mundo acelerado.
Pero la moda sostenible en Colombia no se limita al diseño de prendas. Es un modelo que abraza la economía circular, fomentando prácticas como el reciclaje, el upcycling y la producción ética. Los desechos textiles, antes considerados un problema, se transforman en recursos para crear piezas únicas que desafían las normas de la moda rápida. Es una narrativa que celebra la imperfección y eleva el diseño artesanal a una experiencia de lujo consciente. Ferias como Colombiamoda han comenzado a dar protagonismo a estas propuestas. Ya no se trata solo de desfiles, sino de plataformas donde la sostenibilidad se exhibe como un nuevo lenguaje. Las pasarelas son ahora espacios de diálogo, donde la belleza de una prenda incluye su historia, su impacto y las manos que la crearon.
Sin embargo, los desafíos son claros. Producir de manera sostenible sigue siendo costoso, y en un mercado donde el precio y la inmediatez pesan más que la calidad, este modelo encuentra resistencia. Pero hay algo poderoso en esta apuesta: el reconocimiento de que la moda puede y debe ser un vehículo de cambio. Colombia tiene el potencial de convertirse en un referente global, no solo por la calidad de sus propuestas, sino por la autenticidad de su enfoque. Aquí, cada prenda cuenta una historia: de conexión con la tierra, de respeto por las tradiciones y de una visión para el futuro. En un mundo que busca alternativas, la moda sostenible colombiana no solo ofrece respuestas, sino también esperanza.