
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Hace ocho años, cuando asumí la ciudadanía estadounidense, participé en mi primera elección con entusiasmo y determinación, respaldando a Hillary Clinton. Tras haber colaborado con ella y observado de cerca su agudeza intelectual y su visión estratégica, creí que sería una líder excepcional. Cuatro años atrás, aunque con algo menos de fervor, también emití mi voto por Joe Biden, pero en esta ocasión he decidido no apoyar ni a Donald Trump ni a Kamala Harris. Esta elección no nace de la indiferencia ni del desinterés, sino de una reflexión profunda y comprometida hacia la política y su futuro. Es una decisión puramente política, que surge del respeto y la pasión que tengo por el verdadero cambio.
Considero que el modelo de estado-nación, propio del siglo XIX, no se adapta a los desafíos que hoy enfrentamos. La acelerada transformación tecnológica y el creciente valor de la soberanía individual exigen nuevas estructuras y enfoques. Seguir apostando por un sistema que restringe la cooperación entre los pueblos mediante fronteras es perpetuar un modelo que ya no responde a la realidad. Votar en una elección presidencial es, en este sentido, una forma de respaldar un sistema que considero insuficiente. Tanto Trump como Harris abogan por una mayor injerencia del Estado, especialmente en la economía: Trump promueve medidas proteccionistas, y Harris apoya políticas de regulación e impuestos. En mi opinión, necesitamos avanzar hacia un menor control estatal, no hacia su expansión.
La innovación tiene el potencial de impulsarnos hacia un mundo más pacífico, y es ahí donde deberíamos enfocar nuestros esfuerzos. Imagino un futuro en el que la neutralidad y la no intervención militar sean la norma, y donde la paz resulte de acuerdos y vínculos entre las comunidades, más allá de los gobiernos. Sin embargo, el paradigma de los estados-nación nos aproxima cada vez más a un posible conflicto nuclear. Si bien el aislacionismo de Trump podría ofrecer cierta distensión en algunas áreas, ambos candidatos han mostrado disposición para intervenir militarmente en conflictos como el de Irán. En cuanto a los Acuerdos de Abraham, impulsados durante la administración Trump, fueron una oportunidad de avance en Oriente Medio que la administración actual no ha fortalecido.
También considero que el concepto de ciudadanía, vinculado estrictamente a un Estado, necesita ser revisado. Debería ser una cuestión de pertenencia y contribución a una comunidad, y no de nacionalidad. Soñar con una ciudadanía universal es imaginar un mundo donde la movilidad sea un derecho fundamental, una extensión de la libertad inherente a cada persona. En este sentido, difiero profundamente de la retórica de Trump, que a menudo menoscaba la dignidad de quienes buscan una vida mejor. Abstenerme de votar no es un acto de desdén, sino una declaración de principios; una exigencia de cambio y renovación en la política.