Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Diecisiete minutos. Así de prolongado fue el aplauso con el que el público del Festival de Cine de Venecia homenajeó a Pedro Almodóvar. Su película La habitación de al lado le otorgó el León de Oro. “La película trata sobre una mujer que está muriendo en un mundo que también agoniza, y de aquellos que deciden acompañarla en sus últimos días. Estar al lado de un enfermo terminal, saber acompañarlo, es una de las grandes virtudes que poseemos. Despedirse de este mundo de manera digna y limpia es un derecho fundamental. No es un asunto político, es humano. Sé que va en contra de muchas creencias que ven a Dios como la única fuente de vida. Pido a los políticos que respeten y no interfieran en las decisiones individuales. El ser humano debe ser libre de vivir y morir cuando la vida se vuelve insoportable”, declaró Almodóvar a los medios italianos.
La muerte, la vida, el sufrimiento, el mundo apocalíptico en el que vivimos: son temas que pueden parecer pesados, sin duda delicados y sensibles. Nos enfrentan al dilema de la libertad, a los límites entre la libertad individual y la facultad del Estado para tomar decisiones en nuestro lugar. Estos asuntos se vuelven aún más complejos en nuestra era, donde la tecnología puede prolongar los años de vida, pero no necesariamente su calidad. En esta película, Almodóvar aborda el tema de la muerte desde una perspectiva luminosa, resaltando la elección consciente de poner fin a la vida cuando el sufrimiento arrebata toda dignidad. La protagonista, Martha, es una mujer que mantiene el control sobre su vida. En la visión del director español, su decisión está impregnada de vitalidad, no de muerte. De alguna manera, esto evoca la experiencia del colombiano Javier Acosta, que conmovió a todo el país. No solo por la libertad con la que tomó su decisión, sino también por cómo vivió sus últimos días, transmitiendo vitalidad y plenitud. Asumir el control del momento de nuestra muerte, como ejercicio de la soberanía personal, se convierte en un acto que confiere dignidad, fruto de una libertad suprema.
Pienso también en la decisión libre con la que la socióloga Tatiana Andia ha decidido afrontar el cáncer que está consumiendo su cuerpo. A través de sus columnas, nos ha compartido su elección de no someterse a la quimioterapia y cómo ha transformado estos meses en una celebración de su vida y del momento presente, con una fortaleza que inspiran y conmueven. Esto nos ayuda a comprender por qué San Francisco llamaba “hermana” a la muerte. Cuando ejercemos conscientemente nuestra soberanía personal, cambia nuestra relación con la muerte, que deja de ser algo ajeno a la vida para transformarse en un momento más de ella. La posibilidad de elegir el momento de nuestra muerte, cuando la vida deja de ser vida, no hace que vivir o morir sea más fácil, pero nos permite evolucionar en libertad y consciencia; ganamos en dignidad y vitalidad. La experiencia de la muerte se puede volver luminosa, como sugiere Pedro Almodóvar.