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En el mes de abril del año en curso, un grupo de educadores y educadoras enviamos una carta abierta a la señora ministra de Educación, Aurora Vergara, planteándole la urgencia de proponer una agenda de reformas educativas que transformarán el actual estado de cosas, consolidadas durante los gobiernos neoliberales (1998-2022), en lo que hemos llamado la contrarreforma educativa. Desde ese momento la carta, suscrita por más de mil quinientas personas de muchos lugares de la geografía nacional, se ha venido leyendo, estudiando y firmando en reuniones de colectivos de maestros y otros representantes de organizaciones sociales, convirtiéndose en un verdadero movimiento por la reforma educativa que revive los mejores momentos del Movimiento Pedagógico de los años ochenta.
En los años noventa la escuela se acercó a la educación popular y a las pedagogías críticas, para reconocer el diálogo de saberes y romper la rigidez curricular, generando, desde la escuela, contenidos y metodologías que apropiaban la diversidad cultural, al tiempo que se conectaba con los grandes debates de la pedagogía a escala mundial. Como expresión de ese breve período de entusiasmo, se logró realizar una gran Expedición Pedagógica por cuatro regiones del país, que buscaba reconocer la riqueza y la diversidad pedagógica que habitaba la escuela. Más de tres mil prácticas fueron registradas en decenas de escritos y videos que evidencian la capacidad de las comunidades para construir tejido social, más allá de las dificultades y de las formas de violencia que nos atraviesan como nación.
La ley 115 de 1994 era el marco en el que se hacía posible este proceso de renovación pedagógica; pero esta Ley no tuvo tiempo de consolidarse, pues fue interceptada por una sucesión de decretos contra reformistas que la paralizaron; en particular la Ley 715 de 2002, que no solo redujo considerablemente los recursos destinados a la educación preescolar, básica y media, sino que convirtió las instituciones educativas en empresas gerenciadas con lógicas eficientistas. Luego vino el modelo llamado “círculo virtuoso de la calidad”, que redujo el quehacer pedagógico de los maestros a la lógica de las competencias y los estándares, medibles en pruebas censales, de donde se derivaron los planes de mejoramiento institucionales y los cursos de capacitación para cualificar, supuestamente, el desempeño docente.
La formación continuada del magisterio, financiada por el Estado, se acabó y fue sustituida, en el 2012, por el Programa Todos a Aprender - PTA, una mala copia del diseño instruccional de los años setenta del siglo pasado. Desde entonces, la escuela y el magisterio están atrapados en una maraña de guías, circulares ministeriales, resoluciones y decretos que han saturado e instrumentalizado por completo el quehacer pedagógico. Para ser breves, la autonomía y la democracia escolar que se habían propuesto en la Ley 115, como resultado de la lucha del magisterio por asumirse como intelectuales de la educación, se desvirtuó.
La carta abierta a la ministra recoge el sentir de muchas comunidades educativas que quieren volver por la senda de las reformas que le permitan a la escuela ser el epicentro cultural, académico y convivencial que se propuso en esos años. Por fin, después de varios acercamientos, la señora ministra, sus viceministros y asesores, se reunieron con una delegación de los promotores de la carta, el pasado miércoles 5 de julio. En dicha reunión se acordó lo siguiente:
- Este movimiento fue reconocido como interlocutor válido del Ministerio de Educación Nacional para seguir conversando acerca de las reformas educativas que sobre educación preescolar, básica y media planteó el Plan Nacional de Desarrollo, e ir más allá, para desmontar la contra reforma de los años anteriores.
- Se creó una comisión conjunta para precisar el carácter de los encuentros regionales que propone este grupo. La comisión definirá metodologías, participantes y agendas locales de política que atiendan las particularidades de las comunidades y se recojan las necesidades educativas específicas en los territorios.
- Las reformas que se concerten han de promover cambios profundos que reconozcan la naturaleza pedagógica y cultural de la escuela, así como la autonomía intelectual de los maestros y maestras. Especial énfasis hizo la ministra en el tema de la alfabetización y educación de jóvenes y adultos.
Esperamos que en esos encuentros se materialicen varias propuestas expresadas en la carta; insistiremos en:
- Institucionalizar los Foros de política educativa y las Juntas de educación de orden municipal, departamental y nacional.
- Construir de manera participativa un proyecto de Ley para crear el Sistema Colombiano de Formación de Educadores.
- Cambiar las directrices que, en forma de circulares, guías, lineamientos o decretos, implementaron la lógica gerencial e instrumental de la escuela y la enseñanza.
- Concertar con las comunidades educativas estrategias para aportar a la Paz Total desde los territorios.
Saludamos este importante acuerdo e invitamos a sumarse a él a los nuevos integrantes del Comité Ejecutivo de Fecode y los CEID. Sabemos que se firmó ya el pliego de peticiones, y creemos que eso puede allanar el camino para aunar esfuerzos con todo el impulso del cambio, incluyendo otros actores del sistema educativo provenientes de los grupos étnicos, asociaciones gremiales, sociales e institucionales, como la Asociación de Escuelas Normales, las Facultades de Educación, las ONG educativas nacionales e internacionales, entre otras.
Como lo hemos señalado en otras oportunidades, la Universidad Pedagógica Nacional está comprometida con estos movimientos y pone a su disposición todo su acumulado histórico de saber pedagógico y educativo.
* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.