Recientemente la ministra de Educación, Aurora Vergara Figueroa, me ha invitado a asumir el cargo de Viceministro de Educación Superior. Mi primera reacción fue agradecerle por tenerme en cuenta, y decirle que mi compromiso con la Universidad Pedagógica era también importante, que desde allí seguiríamos proponiendo y construyendo alternativas para superar las profundas inequidades que tiene el país en este sector. Sin embargo, pocos días después, me hizo un segundo llamado, que consideré indeclinable.
Estos días no han sido fáciles. Durante 15 meses hemos trabajado incansablemente con mi equipo para atender los cuatro ejes prioritarios que planteamos en el programa de gobierno y que quedaron recogidas en el Plan de Desarrollo Institucional que el Consejo Superior aprobó recientemente: Cualificación del proyecto académico pedagógico – Articulación misional para el posicionamiento de la UPN – Casa Digna – Bienestar y convivencia formativa para la paz. Digo que no ha sido fácil porque el proceso apenas comienza a consolidarse y contamos con el concurso y la voluntad de importantes sectores de la comunidad universitaria; la noticia, por tanto, ha generado incertidumbre.
La reacción inicial de muchas personas fue de preocupación, pensando que se puede correr el riesgo de perder los logros obtenidos en estos meses. También hemos escuchado muchas voces que consideran que esta invitación es un reconocimiento al papel que históricamente la Universidad Pedagógica Nacional ha jugado en el campo de la educación superior, y particularmente en el tema de la formación de maestras y maestros. El análisis que hemos hecho con el equipo de dirección es que se ha trazado una ruta clara y que la comunidad tendrá la madurez y la sabiduría para continuar consolidando el camino, dando pasos firmes en cada uno de los campos de trabajo que consideramos prioritarios.
Enfrento este llamado con el pesar de no poder ver de cerca a la UPN avanzar en la ruta trazada, pero quedo tranquilo porque sé que el equipo que hay al frente es el mejor, y sabe para donde ir. El reto que se presenta es inmenso.
Ahora bien, ¿qué horizonte se abre llegando al cargo de viceministro de educación? En medio de los desafíos que tiene el Gobierno, la educación está ganando un protagonismo inédito. Por fin se vislumbra un debate que habrá de tramitarse inteligentemente para lograr transformaciones ciertas en el ordenamiento institucional que rige, en este caso, la educación superior en Colombia. La idea de universidad a tu territorio, las metas de cobertura y de nueva infraestructura, la reforma al sistema de aseguramiento de la calidad y el acompañamiento a la ministra en el proceso de conseguir sacar adelante la Ley Estatutaria de Educación y la reforma a la Ley 30, así como la búsqueda de una ley que organice el sistema colombiano de formación de educadores, incluyendo la inclusión de las escuelas Normales en el ámbito de lo superior; todo ello constituye una desafiante responsabilidad que he decidido asumir.
Vivimos un momento de cambios profundos en las subjetividades juveniles; la forma como las y los jóvenes ven los programas que ofrece la educación superior se refleja en la disminución de la demanda; es un fenómeno mundial, pero especialmente preocupante en todo el país. Hemos de pensar con seriedad este fenómeno que tiene explicaciones multicausales. Toda nuestra inteligencia debe estar hoy al servicio de estas grandes preguntas: ¿Quiénes son las y los jóvenes de hoy? ¿Qué pasa con la institución y con la autoridad? ¿Qué es la democracia universitaria? ¿Qué relación hay entre la academia, el bienestar y la acción política? Y la reflexión sobre estas preguntas nos conducirían a responder la más urgente: ¿Cómo podemos estructurar una oferta académica y un nuevo sistema de educación superior, incluyendo toda la educación posmedia, que siga siendo pertinente y atractiva para nuestros jóvenes? Y ¿cómo hacemos para que este nuevo sistema garantice una vida plena, digna y libre, que aporte a una sociedad justa y en paz? Si no lo logramos, seguiremos reproduciendo el círculo de la pobreza y exponiendo a las y los jóvenes a su cooptación por parte de las economías ilícitas y las organizaciones al margen de la ley.
La educación, sabemos, es un derecho de derechos, esto significa que a través de ella se puede acceder de una manera más expedita a otros derechos como la salud, el trabajo, la participación ciudadana, la tierra, la vivienda. El desafío de garantizarle a la juventud el derecho a la educación superior es tan vital, como decir que, sin ello, el país está condenado a reproducir la pobreza y la violencia. Garantizar el derecho a una buena educación, que es una meta urgente de país, va a depender en parte de la respuesta que demos a estas preguntas.
En las columnas anteriores me expresé acerca de varios de estos temas, y espero, ahora que tengo la oportunidad, aportar las ideas allí expresadas para ayudar al Gobierno a mostrar resultados que pongan al país en la senda de la buena educación. Detrás de mí hay cientos de colegas con los que me he encontrado y me han enseñado lo que hoy entregaré en el Ministerio de Educación.
Nunca pensé que nuestros sueños y nuestras luchas pudiéramos hacerlas realidad en el escenario de la política educativa. No será fácil, y el tiempo que hay es relativamente corto, pero se trata de dejar sembradas las condiciones para que por fin la educación en Colombia sea un derecho fundamental.
Gracias ministra por su invitación, espero estar a la altura de lo que las y los jóvenes de Colombia necesitan y acompañar las promesas planteadas por el Gobierno del Cambio.
* Rector de la Universidad Pedagógica Nacional
Recientemente la ministra de Educación, Aurora Vergara Figueroa, me ha invitado a asumir el cargo de Viceministro de Educación Superior. Mi primera reacción fue agradecerle por tenerme en cuenta, y decirle que mi compromiso con la Universidad Pedagógica era también importante, que desde allí seguiríamos proponiendo y construyendo alternativas para superar las profundas inequidades que tiene el país en este sector. Sin embargo, pocos días después, me hizo un segundo llamado, que consideré indeclinable.
Estos días no han sido fáciles. Durante 15 meses hemos trabajado incansablemente con mi equipo para atender los cuatro ejes prioritarios que planteamos en el programa de gobierno y que quedaron recogidas en el Plan de Desarrollo Institucional que el Consejo Superior aprobó recientemente: Cualificación del proyecto académico pedagógico – Articulación misional para el posicionamiento de la UPN – Casa Digna – Bienestar y convivencia formativa para la paz. Digo que no ha sido fácil porque el proceso apenas comienza a consolidarse y contamos con el concurso y la voluntad de importantes sectores de la comunidad universitaria; la noticia, por tanto, ha generado incertidumbre.
La reacción inicial de muchas personas fue de preocupación, pensando que se puede correr el riesgo de perder los logros obtenidos en estos meses. También hemos escuchado muchas voces que consideran que esta invitación es un reconocimiento al papel que históricamente la Universidad Pedagógica Nacional ha jugado en el campo de la educación superior, y particularmente en el tema de la formación de maestras y maestros. El análisis que hemos hecho con el equipo de dirección es que se ha trazado una ruta clara y que la comunidad tendrá la madurez y la sabiduría para continuar consolidando el camino, dando pasos firmes en cada uno de los campos de trabajo que consideramos prioritarios.
Enfrento este llamado con el pesar de no poder ver de cerca a la UPN avanzar en la ruta trazada, pero quedo tranquilo porque sé que el equipo que hay al frente es el mejor, y sabe para donde ir. El reto que se presenta es inmenso.
Ahora bien, ¿qué horizonte se abre llegando al cargo de viceministro de educación? En medio de los desafíos que tiene el Gobierno, la educación está ganando un protagonismo inédito. Por fin se vislumbra un debate que habrá de tramitarse inteligentemente para lograr transformaciones ciertas en el ordenamiento institucional que rige, en este caso, la educación superior en Colombia. La idea de universidad a tu territorio, las metas de cobertura y de nueva infraestructura, la reforma al sistema de aseguramiento de la calidad y el acompañamiento a la ministra en el proceso de conseguir sacar adelante la Ley Estatutaria de Educación y la reforma a la Ley 30, así como la búsqueda de una ley que organice el sistema colombiano de formación de educadores, incluyendo la inclusión de las escuelas Normales en el ámbito de lo superior; todo ello constituye una desafiante responsabilidad que he decidido asumir.
Vivimos un momento de cambios profundos en las subjetividades juveniles; la forma como las y los jóvenes ven los programas que ofrece la educación superior se refleja en la disminución de la demanda; es un fenómeno mundial, pero especialmente preocupante en todo el país. Hemos de pensar con seriedad este fenómeno que tiene explicaciones multicausales. Toda nuestra inteligencia debe estar hoy al servicio de estas grandes preguntas: ¿Quiénes son las y los jóvenes de hoy? ¿Qué pasa con la institución y con la autoridad? ¿Qué es la democracia universitaria? ¿Qué relación hay entre la academia, el bienestar y la acción política? Y la reflexión sobre estas preguntas nos conducirían a responder la más urgente: ¿Cómo podemos estructurar una oferta académica y un nuevo sistema de educación superior, incluyendo toda la educación posmedia, que siga siendo pertinente y atractiva para nuestros jóvenes? Y ¿cómo hacemos para que este nuevo sistema garantice una vida plena, digna y libre, que aporte a una sociedad justa y en paz? Si no lo logramos, seguiremos reproduciendo el círculo de la pobreza y exponiendo a las y los jóvenes a su cooptación por parte de las economías ilícitas y las organizaciones al margen de la ley.
La educación, sabemos, es un derecho de derechos, esto significa que a través de ella se puede acceder de una manera más expedita a otros derechos como la salud, el trabajo, la participación ciudadana, la tierra, la vivienda. El desafío de garantizarle a la juventud el derecho a la educación superior es tan vital, como decir que, sin ello, el país está condenado a reproducir la pobreza y la violencia. Garantizar el derecho a una buena educación, que es una meta urgente de país, va a depender en parte de la respuesta que demos a estas preguntas.
En las columnas anteriores me expresé acerca de varios de estos temas, y espero, ahora que tengo la oportunidad, aportar las ideas allí expresadas para ayudar al Gobierno a mostrar resultados que pongan al país en la senda de la buena educación. Detrás de mí hay cientos de colegas con los que me he encontrado y me han enseñado lo que hoy entregaré en el Ministerio de Educación.
Nunca pensé que nuestros sueños y nuestras luchas pudiéramos hacerlas realidad en el escenario de la política educativa. No será fácil, y el tiempo que hay es relativamente corto, pero se trata de dejar sembradas las condiciones para que por fin la educación en Colombia sea un derecho fundamental.
Gracias ministra por su invitación, espero estar a la altura de lo que las y los jóvenes de Colombia necesitan y acompañar las promesas planteadas por el Gobierno del Cambio.
* Rector de la Universidad Pedagógica Nacional