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¿Dónde está el hogar? Mi sueño es construir un mundo donde la respuesta a esa pregunta sea “en todas partes”. En un mundo donde una persona es desplazada forzosamente cada dos segundos como resultado de conflictos y violaciones generales de derechos humanos, la integración -en otras palabras, ser y formar parte de- se convierte en uno de los temas más relevantes.
La integración a veces parece compleja, incluso para mí, un migrante venezolano que lleva más de seis años en Colombia. Desde 2015 más de 5 millones de personas han huido de Venezuela debido a la crisis política, económica y social, la gran mayoría de ellas a pie y en situaciones de extrema vulnerabilidad. En muchos casos las personas provenientes de Venezuela se han encontrado con comunidades de acogida deseosas de hacerlos sentir en casa. En otros, han surgido discursos de odio y xenofobia. Lamentablemente, cada día vemos cómo estos discursos crecen a raíz del COVID-19.
Desde 2018, como parte de El Derecho a No Obedecer, proyecto de la Corporación Otraparte, hemos aportado a la integración social entre personas provenientes de Venezuela y sus comunidades de acogida a través de acciones artísticas y culturales, espacios de conversación. Hemos trabajado con 86 organizaciones, impactando a más de 115 mil personas. En este camino hemos recogido algunos aprendizajes que me gustaría compartir.
El próximo gran reto de la integración para América Latina es la participación ciudadana de la población migrante. Solo en Bogotá, 205.582 personas que cuentan con el Permiso Especial de Permanencia (PEP) no pueden participar en los encuentros ciudadanos habilitados en el marco del Plan Distrital de Desarrollo. Esto representa una violación al derecho fundamental a la participación de estas personas. Los Estados deben propiciar mecanismos que permitan que las personas migrantes participen en las decisiones y políticas que los afectan directamente.
Debemos contar las historias detrás de la movilidad humana. Narrar los sueños, frustraciones, tristezas y alegrías que han vivido las personas migrantes, refugiadas y retornadas es fundamental para generar lazos de empatía con las comunidades de acogida.
¿Xenofobia o aporofobia? Aunque similares, son fenómenos que actúan de manera diferencial para discriminar a la población migrante, refugiada y retornada. Un discurso de odio puede iniciar como una actitud de aporofobia, rechazo a los pobres, para luego consolidarse en un imaginario social de xenofobia hacia toda una población.
A pesar de que no estaba en el plan de Colombia asumir la tarea titánica de integrar a millones de personas que han tenido que dejarlo todo, quienes somos parte de este país tenemos la oportunidad histórica de convertirnos en un ejemplo de integración local entre refugiados, migrantes, retornados y comunidades de acogida, haciendo de Colombia un hogar para todos y todas.
Llegará el día en que sea completamente natural ver a una persona comiéndose una arepa reina pepeada con una agua panela en la calle. Llegará.
*Coordinador nacional El Derecho a No Obedecer.Twitter: @alejandro_daly