La Bonga, dirigida por Canela Reyes y Sebastián Pinzón, es una película documental de extraordinaria belleza y humanidad, que se presenta en la Cinemateca de Bogotá y en muchas otras ciudades del país, después de cuatro años de creación conjunta con el Colectivo de Comunicaciones Kuchá Suto, una iniciativa nacida en Palenque (Bolívar) con muchos integrantes nacidos en el corregimiento La Bonga.
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La Bonga, dirigida por Canela Reyes y Sebastián Pinzón, es una película documental de extraordinaria belleza y humanidad, que se presenta en la Cinemateca de Bogotá y en muchas otras ciudades del país, después de cuatro años de creación conjunta con el Colectivo de Comunicaciones Kuchá Suto, una iniciativa nacida en Palenque (Bolívar) con muchos integrantes nacidos en el corregimiento La Bonga.
Como tantas comunidades rurales, La Bonga fue desplazada de su territorio por los paramilitares de las AUC en 2001 y la diáspora la llevó a refugiarse en Palenque, San Pablo, Cartagena y otros lugares de Bolívar. Como dice uno de sus protagonistas, todos los días han llorado la pérdida de su territorio, que se conserva en la memoria de los mayores. María de los Santos Cásseres y su nieta Dayanis Herrera recorren el camino que las lleva a La Bonga, pues preparan su retorno al pueblo para iniciar su reconstrucción. Ellas están liderando el esfuerzo para volver a habitar su aldea, donde la naturaleza ha recobrado los espacios que ocupaban las casas, las huertas, la escuela, los niños, la risa y la ternura.
Ese esfuerzo se concreta en el viaje colectivo que emprende la comunidad para reconocer las ruinas donde antes vivían y amaban, para preparar los planes de reconstrucción, llenos de esperanza y futuro. Durante el viaje los mayores van relatando los recuerdos que forman la sustancia de sus vidas y esos recuerdos logran el milagro de revivir los lazos de afecto que forman la comunidad, que sobrevive al despojo forzado de su territorio. Los protege su patrona, la Virgen de Santa Rosa, que llevan en hombros.
Cuando la comunidad llega a las ruinas de La Bonga estallan la fiesta y el baile, la alegría y la catarsis. El anhelo más profundo de los bongueros, como el de los palenqueros, ha sido, desde hace siglos, la libertad, esa condición humana que les quisieron arrebatar los comerciantes y amos de esclavos que los trajeron a la fuerza desde África. La misma que quisieron robarles los paramilitares hace 23 años, cuando los echaron con amenazas de muerte acusándolos de colaborar con las guerrillas. Pero la libertad es un anhelo invencible que nace del alma de las comunidades negras que forjaron sus vidas en América y que tres siglos de esclavitud colonial no lograron extinguir.
Viendo La Bonga se comprende mejor el drama humano de quitarle su territorio a una comunidad y la importancia excepcional de haber dictado la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en 2011, para defender el derecho de los pueblos indígenas, negros y campesinos a sus territorios. Ahora corresponde a la Unidad de Restitución de Tierras y a la Agencia de Desarrollo Rural hacer su parte de la tarea, en apoyo a los esfuerzos propios de la comunidad de los bongueros, liderados por María de los Santos, una de esas mujeres invencibles, que ya reconstruyó su casa e invita a sus vecinos a sumarse.
La película es un ejemplo del nuevo cine documental colombiano, que va mucho más allá de la denuncia de la violencia para entrar en las profundidades de los sentimientos y las vivencias de quienes la han sufrido, pero sobre todo de la fuerza incontenible de la esperanza, la libertad y la dignidad de un pueblo que se siente autor de su destino. Por eso es una película que deja a los espectadores llenos de esperanza en el futuro, mientras esté en manos de esas mujeres que lideran a sus comunidades para defender la vida contra todas las amenazas de los armados. Nunca serán derrotadas.