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                                                                                                                                Verbo y gracia

                                                                                                                                Salió de la cárcel legalmente.

                                                                                                                                Duró más de 12 años en las Farc, a las que ingresó siendo universitario cuando esas fuerzas oscuras que llama el presidente lo tenían listo para darlo de baja por terrorista, representaba a los estudiantes en el Consejo Directivo y repartía chapolas en la Universidad Libre, donde estudiaba leyes y sociología, carreras aburridas no por ellas mismas sino por sus maestros. Más que un buen militante, era un buen mamagallista que andaba de rumba en rumba. Al fin y al cabo, era un niño bien. Pero tomó a pecho sus ideas, muy distintas a las de sus compañeros y cada vez más cercanas a las que mostraban lo que era un desempleado de Soledad, un campesino de Repelón, una putica del barrio chino. El contraste con sus parientes apoltronados en escritorios del Estado o informándose sobre precios de tierra y ganado era abismal. Despertó su interés por ese otro mundo un libro de un pariente lejano, Luis Eduardo Nieto Arteta, uno de los más perspicaces y profundos estudiosos de nuestra realidad social. En la facultad de sociología de la Nacional era texto obligatorio junto con Cincuenta años de nuestra historia, del profesor Darío Mesa, y La Violencia en Colombia, de monseñor Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Mientras a Arteta, que pagó su deuda legalmente, le niegan el derecho al voto, el Iguano, con 2.000 crímenes hechos con sus manos, volverá al Catatumbo a seguir oficiando. Es la justicia que proclama Álvaro Uribe.

                                                                                                                                Salió de la cárcel legalmente.

                                                                                                                                Duró más de 12 años en las Farc, a las que ingresó siendo universitario cuando esas fuerzas oscuras que llama el presidente lo tenían listo para darlo de baja por terrorista, representaba a los estudiantes en el Consejo Directivo y repartía chapolas en la Universidad Libre, donde estudiaba leyes y sociología, carreras aburridas no por ellas mismas sino por sus maestros. Más que un buen militante, era un buen mamagallista que andaba de rumba en rumba. Al fin y al cabo, era un niño bien. Pero tomó a pecho sus ideas, muy distintas a las de sus compañeros y cada vez más cercanas a las que mostraban lo que era un desempleado de Soledad, un campesino de Repelón, una putica del barrio chino. El contraste con sus parientes apoltronados en escritorios del Estado o informándose sobre precios de tierra y ganado era abismal. Despertó su interés por ese otro mundo un libro de un pariente lejano, Luis Eduardo Nieto Arteta, uno de los más perspicaces y profundos estudiosos de nuestra realidad social. En la facultad de sociología de la Nacional era texto obligatorio junto con Cincuenta años de nuestra historia, del profesor Darío Mesa, y La Violencia en Colombia, de monseñor Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Mientras a Arteta, que pagó su deuda legalmente, le niegan el derecho al voto, el Iguano, con 2.000 crímenes hechos con sus manos, volverá al Catatumbo a seguir oficiando. Es la justicia que proclama Álvaro Uribe.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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