Hace 15 años se firmó el acuerdo de Santa Fe de Ralito, en el que el Gobierno de Álvaro Uribe y las Autodefensas Unidas de Colombia pactaron la desmovilización de 34 bloques. Pero el paramilitarismo nunca acabó. Solo se transformó. Cambió de cabezas, de nombres y de caras. Hace 25 años también el paramilitarismo asesinó a Eduardo Umaña Mendoza, abogado y defensor de derechos humanos valiente que se atrevió a desnudar los rostros detrás de la capucha. Hoy, luego de más de un siglo, hay un Gobierno de izquierda y encuentra un país paramilitarizado.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Hace 15 años se firmó el acuerdo de Santa Fe de Ralito, en el que el Gobierno de Álvaro Uribe y las Autodefensas Unidas de Colombia pactaron la desmovilización de 34 bloques. Pero el paramilitarismo nunca acabó. Solo se transformó. Cambió de cabezas, de nombres y de caras. Hace 25 años también el paramilitarismo asesinó a Eduardo Umaña Mendoza, abogado y defensor de derechos humanos valiente que se atrevió a desnudar los rostros detrás de la capucha. Hoy, luego de más de un siglo, hay un Gobierno de izquierda y encuentra un país paramilitarizado.
En la región Caribe surgieron las Auc, nacieron propiamente en Córdoba y muy rápidamente aseguraron un triángulo de control desde La Guajira hasta Antioquia, desde los Montes de María hasta el golfo de Urabá. El corazón del paramilitarismo latió en Tierralta, San Pedro y todo el Bajo Cauca. Se tragó Bosconia, El Copey, la Sierra Nevada, Sucre, Cesar y Magdalena. Luego se asentaron en Bolívar y Atlántico, bajaron al Magdalena Medio y se tomaron el país. Lo más doloroso es que de ahí nunca se fueron. Ahí están. A la vista de todo el mundo, a plena luz del día, enfusilados, uniformados, sangrientos. En Codazzi, por ejemplo, la situación ha retornado a los peores años de la casa Castaño.
También en Codazzi el control del Clan del Golfo es indiscutible y feroz. Los habitantes del municipio caben en la Plaza de Bolívar de Bogotá y este año ya registran 13 asesinatos selectivos. Todos, con un patrón de exterminio social. Asesinatos ejemplarizantes para llenar de terror y vender seguridad. Más de la mitad de los homicidios los marcaron con carteles sobre los cuerpos de los acusados: “Por ladrón”, “Por sapo”, “Por mariguanero”. También hubo dos dobles asesinatos y un solo mensaje que corre por cada calle y cada barrio: “Aquí mandamos nosotros”, escriben, y firman: “Agc”.
Un defensor de derechos humanos de la zona lo explicó así: “Hay un contexto de expansión y consolidación de las Agc. Encontraron un nicho desde la Sierra Nevada, pasando por El Copey, Valledupar y Pueblo Bello. En diciembre de 2020 llegaron entre 50 y 60 hombres y empezaron a bajar. Han llegado con promesas de seguridad y orden. Se han trasladado a Codazzi, desde donde están avanzando hacia el corredor minero. Por la trocha de Verdecia, que empieza en el barrio Camilo Torres y termina en Cuatro Vientos y El Paso. Controlan las dos carreteras, la que va hacia Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, y la que va a Valledupar y La Guajira, la Troncal del Carbón”.
En 2021 hubo 15 homicidios y a final de año resultó capturado el señor Luis Miguel Mercado Romero, un policía retirado que fungía como jefe de seguridad —no contratado— del alcalde de Codazzi, Omar Benjumea. A Mercado lo capturaron por pertenencia al Clan del Golfo y el alcalde resulta mencionado en las investigaciones que se adelantan por el robo a los OCAD Paz. Benjumea ha pasado de agache en todo esto, pero no por inadvertido. Ya está en las bocas de los pobladores del municipio y en el radar de las autoridades, lo cual, en el fondo, no implica que se desenmascare a quienes ejercen el dominio de esta región.
La información ya está en la Defensoría del Pueblo, que prepara una alerta temprana, pues lo que viene ocurriendo en Codazzi y sus alrededores no se veía desde los peores tiempos de las Auc. El 8 de diciembre de 2021 en La Honda, municipio de Pueblo Bello, convocaron a toda la comunidad para que presenciara el asesinato de un habitante. El cuerpo estuvo tirado dos días sin que nadie lo recogiera por miedo a que tomaran represalias. Pura violencia ejemplarizante. Las autoridades siempre dijeron que era delincuencia común disfrazada de paras, pero hoy es innegable que se trata del paramilitarismo duro y puro, que ya está de regreso y con toda su fuerza.