Úber Banquez Martínez tiene 50 años, se desmovilizó con los paramilitares hace 16 años, dejó las armas y el apodo que lo hizo conocido y temido. Pero igual lo llaman Juancho Dique y fue uno de los tres comandantes del Bloque Montes de María, autor de algunas de las peores masacres de nuestra historia. Nació en Puerto Libertador, Córdoba, y creció entre Marialabaja y la orilla del río San Jorge. Desde los nueve años lo alcanzó la guerra. Perteneció al Epl y luego a las Farc; de ahí pasó al Ejército, donde conoció a Rodrigo Cadena, quien ejercía, según él, como guía de la Fuerza Pública siendo paramilitar y quien lo convenció en 1996 de sumarse a una Convivir. Banquez fue comandante, entre otras, del Frente Canal del Dique, que operó desde el límite entre Bolívar y Sucre hasta Cartagena y la frontera con Atlántico, donde dejó una impronta de dolor y sangre que hasta ahora se empieza a conocer.
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Úber Banquez Martínez tiene 50 años, se desmovilizó con los paramilitares hace 16 años, dejó las armas y el apodo que lo hizo conocido y temido. Pero igual lo llaman Juancho Dique y fue uno de los tres comandantes del Bloque Montes de María, autor de algunas de las peores masacres de nuestra historia. Nació en Puerto Libertador, Córdoba, y creció entre Marialabaja y la orilla del río San Jorge. Desde los nueve años lo alcanzó la guerra. Perteneció al Epl y luego a las Farc; de ahí pasó al Ejército, donde conoció a Rodrigo Cadena, quien ejercía, según él, como guía de la Fuerza Pública siendo paramilitar y quien lo convenció en 1996 de sumarse a una Convivir. Banquez fue comandante, entre otras, del Frente Canal del Dique, que operó desde el límite entre Bolívar y Sucre hasta Cartagena y la frontera con Atlántico, donde dejó una impronta de dolor y sangre que hasta ahora se empieza a conocer.
En una columna anterior reconstruí la violencia que ejerció esta estructura paramilitar, especialmente entre los años 2001 y 2005. Sobre esto hablé con Banquez Martínez, que desde que dejó las armas ha asumido responsabilidades de lo que hizo y conoció –ya ha aceptado casi 600 crímenes–. Habla claro y asegura que existen temas y personas a los que no se refiere porque ponen en riesgo su vida y les pide perdón a sus víctimas por tanto dolor. Ha versionado ante la Fiscalía por 14 años, pagó ocho de cárcel y hoy vive con brazalete electrónico del Inpec. Se define como una “máquina de guerra” que ha hecho un tránsito para convertirse en un “gestor de paz”, de la mano de diferentes iniciativas de la sociedad civil y la Comisión de la Verdad, para esclarecer lo ocurrido en el patio trasero de Cartagena. A continuación, transcribo algunos apartes de lo que conversamos sobre el Canal del Dique:
¿Por qué conformaron un frente para una zona donde no había guerrilla?
“En 1996 y 1997, cuando estuve en la Convivir, en la zona de Lorica y los municipios cercanos a Córdoba había presencia de guerrilla. En esa zona fue tan duro el conflicto entre 1998 y el 2001, que realizamos la mayoría de masacres, y yo participé en todas. En el 2001, que ya teníamos limpia la zona y pasábamos de 300 hombres, miramos la posibilidad de crear otro grupo porque había unos empresarios que iban a cultivar palma en el Canal del Dique y necesitaban seguridad porque había un brote de guerrilla. También había otros intereses: sacar droga y organizar a los líderes y las comunidades para llevar las campañas políticas de Bolívar. Llegué con tres misiones: cubrir las palmeras de los empresarios, cubrir el narcotráfico y abrirles paso a los políticos”.
¿Por qué la política fue la de desmembrar a la gente para desaparecerla?
“Aunque no podemos decir que eso fue una política de Estado, porque eso implicaría demostrar que hubo una orden general, sí hay que dejar claro que las Autodefensas no habríamos podido avanzar y crecer en los Montes de María como lo hicimos sin ayuda de la Fuerza Pública. Encontramos a unos uniformados arrumados en sus estaciones y comandos y nos unimos para controlar los Montes de María. Entonces, lo que pasaba es que cuando la Fuerza Pública capturaba a una persona, le daba libertad y nos daba toda la información. Se subía a una camioneta nuestra y nos llevaba hasta la casa para que nosotros lo esperáramos en la esquina y lo desaparecíamos. La orden fue que hiciéramos como con la yuca: desaparecerla. Nosotros cogíamos a la gente, los desmembrábamos y los echábamos al Canal del Dique. Y lo hacíamos porque si dejábamos los cuerpos por ahí, la Fuerza Pública nos llamaba la atención y decía que se le iban a incrementar las estadísticas de violencia y que eso podría calentar la zona, traer a la gente de derechos humanos o terminar con el traslado de los comandantes que, incluso, podían perder sus ascensos. Por eso se desaparecían las personas, porque eso nos lo pidió la Fuerza Pública y nos llevaban a gente de toda la zona para hacerle ese mismo procedimiento”.