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Algo muy oscuro viene expandiéndose en el norte de Cauca. Las tierras que el movimiento indígena recuperó hace medio siglo a costos enormes de vidas y sacrificios están siendo invadidas, progresiva y silenciosamente, por una fuerza que amenaza el más preciado tesoro de esta región: la unidad indígena. Desde hace cinco años este peligro viene cobrando vidas de guardias y autoridades del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN). El más reciente caso es el asesinato de Miller Correa. Un crimen que retumbó hasta en la última montaña de la cordillera Occidental. Desde Santander de Quilichao hasta Munchique corrió el murmullo de la trágica noticia.
Como es usual en Colombia, las autoridades compraron un manojo de versiones falsas para velar el móvil real –y de paso a los autores– del asesinato del dirigente indígena. El hecho de que su cuerpo se encontrara sin billetera ni teléfono fue concluyente para los investigadores, quienes corrieron satisfechos con su hallazgo: “Confirmado, fue un robo”, le informaron al fiscal general, quien tomó nota mental de la información mientras se maquillaba para el video de Tik-Tok a través del cuál le informaría al país sobre el “éxito” de la jornada electoral del día anterior.
Las pesquisas de los investigadores les permitieron establecer en pocas horas que los inescrupulosos delincuentes hicieron un detallado plan para “atracar” a Miller. Lo sorprendieron un día en el que su esquema de la Unidad Nacional de Protección (UNP) no llegó a trabajar. También aprovecharon que el comunero ese día tenía pico y placa y tuvo que dejar su carro en un parqueadero público para asistir a una reunión en el norte de Popayán. Los delincuentes tuvieron la paciencia para esperarlo, interceptarlo una vez tomó el vehículo y se desplazaba a las 7 de la noche por una concurrida avenida de la capital de Cauca. Sabrá Dios cómo lograron que una persona con un alto nivel de riesgo y reiteradas y recientes amenazas detuviera su vehículo, les abriera las puertas y se dejara capturar pacíficamente.
Los investigadores de la Fiscalía pudieron “comprobar” cada uno de estos movimientos luego de cerciorarse de la ausencia de la billetera y el teléfono de Correa. La película no la compra la compañera de Miller, Dora Muñoz, quien asegura que su muerte no sólo no puede quedar en la impunidad, sino que también tiene que servir para llamar la atención del movimiento indígena, para que se vuelque sobre las comunidades y sus territorios. “Si no retomamos ese camino no habrá esperanza. La fuerza y la sabiduría de nuestro movimiento está en nuestras comunidades. Yo sé que se requieren recursos, pero esa no debe ser la prioridad. La prioridad es la vida, y la vida está en los territorios”, señaló entre lágrimas el día de la siembra de su cuerpo.
“Si se llevaron su celular, su billetera y su agenda fue para ocultar información, porque el dinero lo dejaron en su bolsillo. Lo asesinaron porque era un líder muy claro que quería hacer las cosas bien, porque les estaba dando la pelea a los grupos armados y a los narcos. Era un líder convencido de los procesos organizativos y del diálogo. Era un defensor de la pulcritud en el manejo de los recursos de las comunidades”, comenta Dora sobre este dirigente, que fue dos veces secretario de Toribío y gobernador de Tacueyó y en el momento de su asesinato se desempeñaba como thuthenas (consejero) de la ACIN. Tenía 40 años y un hijo de 19, y en los últimos años había dedicado su fuerza a darles batalla al reclutamiento de jóvenes por parte de los grupos armados y a los cultivos ilícitos. Dos fenómenos hermanos que están acabando con los territorios y la gente del norte de Cauca, a donde han llegado con plata y con plomo a sonsacar a la juventud de las comunidades y la organización indígena.
“Están comprando y alquilando las tierras, pagando cosechas por adelantado, financiando insumos, montando organizaciones de cultivadores y metiéndolos con la guerra. Promoviendo un discurso contra las costumbres y las autoridades indígenas para debilitar a nuestra organización y nuestro tejido. Las dos grandes batallas de Miller eran por la erradicación de los cultivos ilícitos y por rescatar a los jóvenes que se estaban llevando los grupos. Ahí es donde tienen que buscar la razón de su asesinato”, explicó un dirigente nasa con evidente preocupación por lo que está ocurriendo en su territorio. Su lectura no es una novedad, pero es necesario dejarla por escrito para que las autoridades dejen de buscar el muerto río arriba y les hagan frente a los verdaderos responsables de su crimen y a la amenaza que se cierne sobre las comunidades indígenas del norte de Cauca.