Tumaco es nuestro segundo puerto sobre el Pacífico. Con poco más de 250.000 habitantes y unos índices de violencia tan alarmantes como desoídos por el Estado. Desde hace una década la ciudad está a merced de las bandolas. Dominan el puerto, hacen las veces de autoridad, son los principales empleadores y rigen, con pulso de hierro, la vida de sus habitantes. Firmado el Acuerdo de Paz, el Gobierno Santos catalogó a Tumaco como la capital del posconflicto y mandó 12.000 efectivos de la fuerza pública. La priorizó, como dicen los empleados oficiales, como receptora de proyectos sociales. Pero nada de esto ha servido para controlar una guerra intraurbana que pone a Tumaco entre las 10 ciudades con más muertes violentas del país, la segunda con mayor concentración de cultivos ilícitos y, lo peor: una de las pocas iniciativas que les ponen el pecho a las balas está a punto de morir.
Hojas sueltas
Tumaco no tendrá donde depositar su memoria
24 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.
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