Tumaco es nuestro segundo puerto sobre el Pacífico. Con poco más de 250.000 habitantes y unos índices de violencia tan alarmantes como desoídos por el Estado. Desde hace una década la ciudad está a merced de las bandolas. Dominan el puerto, hacen las veces de autoridad, son los principales empleadores y rigen, con pulso de hierro, la vida de sus habitantes. Firmado el Acuerdo de Paz, el Gobierno Santos catalogó a Tumaco como la capital del posconflicto y mandó 12.000 efectivos de la fuerza pública. La priorizó, como dicen los empleados oficiales, como receptora de proyectos sociales. Pero nada de esto ha servido para controlar una...
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