Cometen con Petro el mismo error que cometieron con Trump
Hay muchas explicaciones para el triunfo de Donald Trump, pero quizás la más evidente es que la élite que lo combatía, enceguecida de soberbia y odio, se enfocó superficialmente en descalificar la persona y no en entender el fenómeno que representaba. Un fenómeno que consistía más en ella, en sus debilidades y autocomplacencias, que en Trump. Trump solo las estaba ordeñando. Lo mismo puede estar haciendo Gustavo Petro.
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Hay muchas explicaciones para el triunfo de Donald Trump, pero quizás la más evidente es que la élite que lo combatía, enceguecida de soberbia y odio, se enfocó superficialmente en descalificar la persona y no en entender el fenómeno que representaba. Un fenómeno que consistía más en ella, en sus debilidades y autocomplacencias, que en Trump. Trump solo las estaba ordeñando. Lo mismo puede estar haciendo Gustavo Petro.
Dice Daniel McCarthy en el New York Times “Trump vuelve a la Casa Blanca y, aunque esto no cambiará lo que la mayoría de los críticos piensan de él, debería obligarles a mirarse de cerca en el espejo. Han perdido estas elecciones tanto como las ha ganado Trump. Para sus partidarios, votar por Trump significaba votar para desalojar del poder a una clase dirigente fracasada. Continúa McCarthy: “Trump ha demostrado que las ortodoxias políticas de la nación están en bancarrota, y los líderes de todas nuestras instituciones –tanto privadas como públicas– que basan su autoridad en su fidelidad a tales ortodoxias, son ahora vulnerables”.
Aunque Biden intentó hacer unos virajes económicos en favor de la clase trabajadora, los demócratas y su élite social, mediática, académica cometieron los mismos errores con que le cedieron la presidencia en 2016. Siguiendo con el símil, los mismos que le pavimentaron el camino a la presidencia a Petro con los errores infantiles que señalé durante el gobierno Duque en muchas columnas, en lugar de asumir responsabilidad y cambiar de estrategia, hoy insisten en la misma receta simplista de “atajar a Petro” con escándalos y descalificaciones que, como a Trump, no le quitan un pelo. Trump no logró hacer grandes cambios en su primer gobierno, cometió errores graves en la pandemia, perdió, bajó en las encuestas, pero luego fue inmune a las condenas porque mantuvo su base y volvió a subir. Un líder político que mantiene cohesionada y motivada su base política por encima de un tercio del electorado solo tiene que jugar a las equivocaciones de sus opositores para llegar al 50 %.
Los demócratas creyeron ingenuamente que lograban desprestigiar a Trump ante todos los electores, sin darse cuenta de que con su desprecio y obsesión por el expresidente reforzaban la convicción de los trumpistas de que este es el único que realmente combate al sistema político y social que los excluye. Basaron su estrategia de reelección en descalificar a Trump, sin entender que eso era lo que este necesitaba para mantener vigente su bandera del cambio.
Cuando las demandas sociales de un sector social se despiertan, tienen que ser encauzadas para que no se desborden mediante protestas o las recoja el populismo. Creer que Petro no interpreta a sectores amplios que habían estado huérfanos políticamente y que ya aprendieron a ganar es una necedad que solo explica que sus opositores solo hablan entre ellos. En lugar de descalificar como petristas a quienes miran el fenómeno Petro sin apasionamientos ignorantes, podrían oirlos. Hay que competirle con reformas, negociarle, cambiar de actitud, no solo pensar en derrotarlo.
Más que Trump, a los demócratas los derrotó la miopía de solo mirarlo a él, cuando tenían que mirarse ellos, para entender cómo y por qué él los iba a ordeñar otra vez.