Estado de opinión: fase superior del Estado de Derecho
“EL ESTADO DE OPINIÓN ES LA FASE superior del Estado de Derecho”. Esa tesis es del presidente Álvaro Uribe.
Según un revelador artículo de lasillavacia.com, Uribe ha sostenido esta teoría en 103 discursos, artículos y entrevistas desde que se radicó en el Congreso el proyecto de referendo reeleccionista.
Según Uribe, “en los Estados de opinión —y creo que la característica más importante del Estado colombiano es que es un Estado de opinión— el control más importante es el de la opinión”. En el pasado no se le había prestado mucha atención al “cuerpo de doctrina” del uribismo, como lo denomina José Obdulio Gaviria, porque tesis como la de que en Colombia no hay conflicto o que la diferencia entre la derecha y la izquierda es improcedente, se descalificaron como racionalizaciones, lo que alguien definía como lo mismo que las razones, pero carentes de verdad.
Sin embargo, la tesis del Estado de opinión como nirvana de la democracia, tiene un gran significado político, así carezca de aceptación en el mundo y sea un vehículo argumentativo para la reelección. Revela que la discusión sobre la reelección sobrepasa las consideraciones prácticas de la seguridad y las objeciones formales sobre el cambio de las reglas. Que la reelección es la punta del iceberg de una concepción institucional contraria a los cimientos de la Constitución del 91, que podría estar encubando un sismo institucional.
El planteamiento de que Colombia se encuentra en un Estado de opinión, y que éste es la fase superior del Estado de Derecho, querría decir que la voluntad de las mayorías está por encima de la Constitución, lo que equivale a que vivimos bajo la dictadura de las mayorías. La idea de que las mayorías encarnan la democracia es una concepción política primitiva, raíz filosófica del fascismo y el nacionalsocialismo, que desconoce los derechos de las minorías. Es de la esencia del Estado de Derecho la necesidad de los frenos tanto a los líderes como a la voluntad de las mayorías en contra de los derechos de las minorías. Por eso la Corte Constitucional ha determinado que modificar columnas del Estado de Derecho, como la prohibición de la reelección presidencial, no cambia sino que sustituye la Constitución.
La nueva tesis del Presidente revela que a la columna vertebral de su filosofía política —el utilitarismo— por el cual se juzga la corrección de las acciones con base en los resultados, se suman las doctrinas del mayoritarismo y el comunitarismo, todas contradictoras de la primacía de los derechos individuales, que es la esencia de la democracia liberal. Las limitaciones y los riesgos del Estado de opinión son evidentes, como demuestra la última encuesta de Napoleón Franco, en la que la imagen que del presidente Uribe tienen las mayorías no se afecta por las interceptaciones ilegales del DAS y otros escándalos recientes.
Hasta ahora se pensaba que el Presidente no intentaba introducir cambios de fondo en una Constitución cuya filosofía no comparte, por cuenta del fracaso de su primer intento de referendo, y por su concepción política antirreformista. Pero la verdadera explicación puede estar en esta concepción novedosa —según la cual no hay necesidad de cambiar la Constitución, porque ha sido superada por la opinión de las mayorías—.
“EL ESTADO DE OPINIÓN ES LA FASE superior del Estado de Derecho”. Esa tesis es del presidente Álvaro Uribe.
Según un revelador artículo de lasillavacia.com, Uribe ha sostenido esta teoría en 103 discursos, artículos y entrevistas desde que se radicó en el Congreso el proyecto de referendo reeleccionista.
Según Uribe, “en los Estados de opinión —y creo que la característica más importante del Estado colombiano es que es un Estado de opinión— el control más importante es el de la opinión”. En el pasado no se le había prestado mucha atención al “cuerpo de doctrina” del uribismo, como lo denomina José Obdulio Gaviria, porque tesis como la de que en Colombia no hay conflicto o que la diferencia entre la derecha y la izquierda es improcedente, se descalificaron como racionalizaciones, lo que alguien definía como lo mismo que las razones, pero carentes de verdad.
Sin embargo, la tesis del Estado de opinión como nirvana de la democracia, tiene un gran significado político, así carezca de aceptación en el mundo y sea un vehículo argumentativo para la reelección. Revela que la discusión sobre la reelección sobrepasa las consideraciones prácticas de la seguridad y las objeciones formales sobre el cambio de las reglas. Que la reelección es la punta del iceberg de una concepción institucional contraria a los cimientos de la Constitución del 91, que podría estar encubando un sismo institucional.
El planteamiento de que Colombia se encuentra en un Estado de opinión, y que éste es la fase superior del Estado de Derecho, querría decir que la voluntad de las mayorías está por encima de la Constitución, lo que equivale a que vivimos bajo la dictadura de las mayorías. La idea de que las mayorías encarnan la democracia es una concepción política primitiva, raíz filosófica del fascismo y el nacionalsocialismo, que desconoce los derechos de las minorías. Es de la esencia del Estado de Derecho la necesidad de los frenos tanto a los líderes como a la voluntad de las mayorías en contra de los derechos de las minorías. Por eso la Corte Constitucional ha determinado que modificar columnas del Estado de Derecho, como la prohibición de la reelección presidencial, no cambia sino que sustituye la Constitución.
La nueva tesis del Presidente revela que a la columna vertebral de su filosofía política —el utilitarismo— por el cual se juzga la corrección de las acciones con base en los resultados, se suman las doctrinas del mayoritarismo y el comunitarismo, todas contradictoras de la primacía de los derechos individuales, que es la esencia de la democracia liberal. Las limitaciones y los riesgos del Estado de opinión son evidentes, como demuestra la última encuesta de Napoleón Franco, en la que la imagen que del presidente Uribe tienen las mayorías no se afecta por las interceptaciones ilegales del DAS y otros escándalos recientes.
Hasta ahora se pensaba que el Presidente no intentaba introducir cambios de fondo en una Constitución cuya filosofía no comparte, por cuenta del fracaso de su primer intento de referendo, y por su concepción política antirreformista. Pero la verdadera explicación puede estar en esta concepción novedosa —según la cual no hay necesidad de cambiar la Constitución, porque ha sido superada por la opinión de las mayorías—.