Ya quisiera Federico Gutiérrez ser el candidato Iván Duque, que tuvo unas condiciones favorables y una elección fácil. Fácil en primera y en segunda vuelta, gracias a Álvaro Uribe, mientras que Gutiérrez tiene en contra todas esas mismas condiciones que favorecieron a Duque.
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Ya quisiera Federico Gutiérrez ser el candidato Iván Duque, que tuvo unas condiciones favorables y una elección fácil. Fácil en primera y en segunda vuelta, gracias a Álvaro Uribe, mientras que Gutiérrez tiene en contra todas esas mismas condiciones que favorecieron a Duque.
Durante los últimos 20 años la gobernabilidad en Colombia fue caudillista, basada en “el que diga Uribe”, no en lo que dijera el sistema partidista. Álvaro Uribe decidió cuatro de las últimas cinco elecciones presidenciales y en la otra ganó en primera vuelta. Esa hegemonía le alcanzó a Iván Duque pero no a Federico Gutiérrez, que es fruto de una estrategia de camuflaje de Uribe ante la nueva realidad de que se desfondó su influencia por el fin de las Farc y la decepción de quienes le creyeron que Duque era el presidente adecuado para atajar a Petro.
En 2018, Uribe tuvo la inteligencia de hacer una coalición que unificó a la derecha y, mediante consultas binarias con Gustavo Petro, generó una fuerza centrífuga que decantó al electorado dejando atrás al centro, que no hizo consulta y a cuyo remonte le faltaron unos días para alcanzar a Petro. Esta vez la derecha está dividida en tres (Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández, Salvación Nacional); si se mantiene la candidatura de Colombia Justa Libres, en cuatro, y el centro no cometió el error de marginarse de la campaña de marzo.
En 2018 Duque llegó a las elecciones impulsado por dos triunfos electorales importantísimos: el plebiscito y las elecciones de Congreso en que el Centro Democrático obtuvo la mayor votación. Gutiérrez, en cambio, llegó a la consulta con el apoyo de un uribismo tan diezmado que tuvo que ser disimulado y estuvo dividido con Char, que perdió más de 20 curules en el Congreso y quedó de quinto lugar entre los partidos y las coaliciones. Gutiérrez solo alcanzó cerca de la mitad de los votos que logró Duque en la consulta de 2018, mientras que Petro aumentó en cerca del 50 % su votación personal de consulta.
Duque no solo cabalgó sobre la popularidad de Álvaro Uribe, impulsado por el viento de las pasiones generadas en el proceso de paz con las Farc, sino que tenía el arma más poderosa en una elección: la bandera del cambio frente a un gobierno impopular. Gutiérrez no cuenta con una bandera popular, porque hasta la uribista de la seguridad está rasgada. Tiene en contra a las mayorías que según todas las encuestas piden cambio y encima la sombra de Iván Duque, permitiendo que los electores lo visualicen como un presidente igualmente ineficaz que Duque.
Además de la bandera contra las Farc, Duque movía otra más poderosa aún, la de la antimermelada. El senador joven atacaba a los corruptos compitiendo hábilmente con Sergio Fajardo y el propio Petro por los votantes de opinión que detestan la politiquería. Mientras en 2018 Germán Vargas se quedó con el estigma de las maquinarias, ahora Gutiérrez está en coalición con ellas porque el uribismo no puede solo y Duque reparte la mermelada.
Mientras Duque compitió con un Petro temido por una gran mayoría, Gutiérrez enfrenta uno menos temido y con una base popular más amplia.
Aunque Gutiérrez trate de simular la misma pelea de Duque con Petro, las condiciones de su candidatura son completamente distintas.
Gutiérrez podrá ser otro Duque como presidente, pero como candidato no.