Hay una explicación sencilla para lo que está sucediendo en la política colombiana: la derecha está dando una lucha sin cuartel para evitar que la agenda nacional se siga moviendo hacia el centro.
Los sectores políticos logran apoderarse de las agendas nacionales cuando las circunstancias permiten que sus temas afines suban al primer lugar de las preocupaciones populares. La derecha generalmente sube al poder cuando la prioridad es la seguridad, y la izquierda gobierna cuando los ciudadanos están más preocupados por mejorar los ingresos o las condiciones sociales de las mayorías.
El establecimiento colombiano se había mantenido en la centro derecha durante las últimas décadas, con acentos progresistas en lo político durante el gobierno Barco y especialmente el de Gaviria con la Constitución del 91, y en lo social en el gobierno Samper. En el gobierno Pastrana se dio un giro moderado hacia la derecha como consecuencia de las crisis económica y de seguridad que llevaron al presidente a Washington a pedir ayuda, a lo que Clinton respondió con las recetas de apoyo del Fondo Monetario en lo económico y el Plan Colombia en materia de seguridad.
La llegada por primera vez de la violencia política a las ciudades y sus alrededores, principalmente por vía de los secuestros colectivos (pescas milagrosas), generó un clima de opinión que permitió que llegara al poder un proyecto político de derecha extrema. Éste se consolidó en la opinión pública gracias a los resultados efectivos en materia de seguridad, los efectos de la década de crecimiento económico acelerado de América Latina y el manejo populista del Plan Colombia, rebautizado Seguridad Democrática con propósitos caudillistas.
Con la llegada al poder de Juan Manuel Santos se produjo una corrección política de regreso a la tradición liberal, de la cual el reconocimiento de causas políticas del conflicto interno y del problema agrario son las manifestaciones más notables. Hacen parte de este desplazamiento hacia el centro del espectro político una política internacional pragmática, políticas de reducción de la desigualdad, el regreso del Partido Liberal al poder, una política tributaria moderada, la política de vivienda, el fortalecimiento institucional de creación y modernización de entidades, entre otras.
La batalla del uribismo por mantener las políticas de derecha ha implicado un hecho que no se veía desde hace décadas: la división del establecimiento, porque porciones de éste no quieren regresar al centro, especialmente los sectores que más se beneficiaron política y económicamente del período conservador reciente. Santos ha podido mover al país hacia el centro en varios aspectos, pero es la seguridad la que llevó el péndulo hacia la derecha, y sólo ese tema es capaz de devolverlo bruscamente de nuevo. Así como la agudización del conflicto abrió la era de la guerra que permitió que toda la agenda pública se desplazara a la derecha, un eventual acuerdo en La Habana abriría la era de la paz y un consecuente avance de temas sociales en la agenda de prioridades nacionales. Las elecciones serán una contienda entre la ultraderecha, apoyada en el populismo uribista, y el centro, afincado en el sistema político partidista. Como siempre en política, será la lucha entre el pasado y el futuro.
Hay una explicación sencilla para lo que está sucediendo en la política colombiana: la derecha está dando una lucha sin cuartel para evitar que la agenda nacional se siga moviendo hacia el centro.
Los sectores políticos logran apoderarse de las agendas nacionales cuando las circunstancias permiten que sus temas afines suban al primer lugar de las preocupaciones populares. La derecha generalmente sube al poder cuando la prioridad es la seguridad, y la izquierda gobierna cuando los ciudadanos están más preocupados por mejorar los ingresos o las condiciones sociales de las mayorías.
El establecimiento colombiano se había mantenido en la centro derecha durante las últimas décadas, con acentos progresistas en lo político durante el gobierno Barco y especialmente el de Gaviria con la Constitución del 91, y en lo social en el gobierno Samper. En el gobierno Pastrana se dio un giro moderado hacia la derecha como consecuencia de las crisis económica y de seguridad que llevaron al presidente a Washington a pedir ayuda, a lo que Clinton respondió con las recetas de apoyo del Fondo Monetario en lo económico y el Plan Colombia en materia de seguridad.
La llegada por primera vez de la violencia política a las ciudades y sus alrededores, principalmente por vía de los secuestros colectivos (pescas milagrosas), generó un clima de opinión que permitió que llegara al poder un proyecto político de derecha extrema. Éste se consolidó en la opinión pública gracias a los resultados efectivos en materia de seguridad, los efectos de la década de crecimiento económico acelerado de América Latina y el manejo populista del Plan Colombia, rebautizado Seguridad Democrática con propósitos caudillistas.
Con la llegada al poder de Juan Manuel Santos se produjo una corrección política de regreso a la tradición liberal, de la cual el reconocimiento de causas políticas del conflicto interno y del problema agrario son las manifestaciones más notables. Hacen parte de este desplazamiento hacia el centro del espectro político una política internacional pragmática, políticas de reducción de la desigualdad, el regreso del Partido Liberal al poder, una política tributaria moderada, la política de vivienda, el fortalecimiento institucional de creación y modernización de entidades, entre otras.
La batalla del uribismo por mantener las políticas de derecha ha implicado un hecho que no se veía desde hace décadas: la división del establecimiento, porque porciones de éste no quieren regresar al centro, especialmente los sectores que más se beneficiaron política y económicamente del período conservador reciente. Santos ha podido mover al país hacia el centro en varios aspectos, pero es la seguridad la que llevó el péndulo hacia la derecha, y sólo ese tema es capaz de devolverlo bruscamente de nuevo. Así como la agudización del conflicto abrió la era de la guerra que permitió que toda la agenda pública se desplazara a la derecha, un eventual acuerdo en La Habana abriría la era de la paz y un consecuente avance de temas sociales en la agenda de prioridades nacionales. Las elecciones serán una contienda entre la ultraderecha, apoyada en el populismo uribista, y el centro, afincado en el sistema político partidista. Como siempre en política, será la lucha entre el pasado y el futuro.