Somos una hipérbole. Y nos gusta.
El seseo afectado y avemaríapues de personajes como William Guillermo (interpretado por Luis Eduardo Arango), Francisca García Muriel (Carolina Trujillo) o Suso el Paspi (Dany Hoyos) son una parodia efectiva por cuanto encarnan la figura del paisa “hablantinoso”.
Nuestro poder en las urnas ha catapultado otra caricatura, un fenómeno electoral cuyo modelo original no evoca a Gaitán ni a Galán sino a un culebrero: lenguaje cercano, soluciones fáciles (desde lo verbal) para cualquier problema y mentiras repetidas con aires de abuelo sabio.
Verborrea que distrae, evade, esconde en el carriel lo que quiere callar…
La Liga Contra el Silencio, coordinada por el periodista Sinar Alvarado, es una iniciativa que busca que medios y periodistas investiguen asuntos que no han tenido cubrimiento periodístico. En el Premio y Festival Gabo 2018, conversamos sobre lo que se calla en Medellín.
Juan Fernando Ospina, cofundador de Universo Centro, considera que más que los empresarios o políticos es la gente la que tiende a censurar con miedos y actitudes culturales arraigadas. Citó ciertos símbolos “intocables”: “Paisa que se respete come helado en Mimo’s, merca en el Éxito y guarda su plata en Conavi”.
(Esta columna no busca profundizar en la disyuntiva paisa/antioqueño).
La lista aumenta con el metro, EPM o el mismo culebrero, una institución, cuya capacidad discursiva tiene el alcance para desbaratar desde paseos y Navidades hasta un proceso de paz.
¿Qué pasa cuando un factor cultural impulsa el silencio? ¿Es el orgullo paisa (“la raza”) un motor de censura?
Hablar en Antioquia tiene niveles de transgresión. Entre ellos, la mortal herida al ego de los patriarcas…
La tragedia humana generada por Hidroituango marca un punto de inflexión en nuestra historia reciente, no solo desde el cubrimiento periodístico (la incidencia de la pauta en los medios de comunicación): cuestionar las acciones de EPM supera la exigencia de una rendición de cuentas para constituirse en una suerte de vulneración de los “valores paisas”.
Política, ateísmo, modelo de familia, diversidad sexual y papel de las mujeres suelen caldear los ánimos; pero el asunto verdaderamente intocable es la “capacidad paisa” para producir plata. Por eso, mientras en el área de influencia de Hidroituango deambulan familias sin esperanza, el discurso público se concentra básicamente en las pérdidas y futuro de EPM. (Por supuesto, los politiqueros con aspiraciones electorales están de fiesta).
Otro ejemplo: en las pasadas elecciones, cualquier evidencia publicada sobre presiones indebidas a los electores desde empresas privadas significó un “vil sabotaje” a los “grandes emprendedores paisas que hacen patria”. ¿Y la norma electoral?
¡¿Cómo se les ocurre decir en voz alta que los paisas nos equivocamos en lo que “mejor sabemos hacer” que es generar capital… “trabajar, trabajar y trabajar”?!
Una sociedad sana se reconoce porque se ríe de sí misma, trata de superar sus defectos, de crecer a pesar de ellos. No niega ni oculta su memoria colectiva. Aprende del yerro.
Cuando no: Pablo es rey. Y José Manuel Arango, un simple jardinero guardado en el cajón.
Somos una hipérbole. Y nos gusta.
El seseo afectado y avemaríapues de personajes como William Guillermo (interpretado por Luis Eduardo Arango), Francisca García Muriel (Carolina Trujillo) o Suso el Paspi (Dany Hoyos) son una parodia efectiva por cuanto encarnan la figura del paisa “hablantinoso”.
Nuestro poder en las urnas ha catapultado otra caricatura, un fenómeno electoral cuyo modelo original no evoca a Gaitán ni a Galán sino a un culebrero: lenguaje cercano, soluciones fáciles (desde lo verbal) para cualquier problema y mentiras repetidas con aires de abuelo sabio.
Verborrea que distrae, evade, esconde en el carriel lo que quiere callar…
La Liga Contra el Silencio, coordinada por el periodista Sinar Alvarado, es una iniciativa que busca que medios y periodistas investiguen asuntos que no han tenido cubrimiento periodístico. En el Premio y Festival Gabo 2018, conversamos sobre lo que se calla en Medellín.
Juan Fernando Ospina, cofundador de Universo Centro, considera que más que los empresarios o políticos es la gente la que tiende a censurar con miedos y actitudes culturales arraigadas. Citó ciertos símbolos “intocables”: “Paisa que se respete come helado en Mimo’s, merca en el Éxito y guarda su plata en Conavi”.
(Esta columna no busca profundizar en la disyuntiva paisa/antioqueño).
La lista aumenta con el metro, EPM o el mismo culebrero, una institución, cuya capacidad discursiva tiene el alcance para desbaratar desde paseos y Navidades hasta un proceso de paz.
¿Qué pasa cuando un factor cultural impulsa el silencio? ¿Es el orgullo paisa (“la raza”) un motor de censura?
Hablar en Antioquia tiene niveles de transgresión. Entre ellos, la mortal herida al ego de los patriarcas…
La tragedia humana generada por Hidroituango marca un punto de inflexión en nuestra historia reciente, no solo desde el cubrimiento periodístico (la incidencia de la pauta en los medios de comunicación): cuestionar las acciones de EPM supera la exigencia de una rendición de cuentas para constituirse en una suerte de vulneración de los “valores paisas”.
Política, ateísmo, modelo de familia, diversidad sexual y papel de las mujeres suelen caldear los ánimos; pero el asunto verdaderamente intocable es la “capacidad paisa” para producir plata. Por eso, mientras en el área de influencia de Hidroituango deambulan familias sin esperanza, el discurso público se concentra básicamente en las pérdidas y futuro de EPM. (Por supuesto, los politiqueros con aspiraciones electorales están de fiesta).
Otro ejemplo: en las pasadas elecciones, cualquier evidencia publicada sobre presiones indebidas a los electores desde empresas privadas significó un “vil sabotaje” a los “grandes emprendedores paisas que hacen patria”. ¿Y la norma electoral?
¡¿Cómo se les ocurre decir en voz alta que los paisas nos equivocamos en lo que “mejor sabemos hacer” que es generar capital… “trabajar, trabajar y trabajar”?!
Una sociedad sana se reconoce porque se ríe de sí misma, trata de superar sus defectos, de crecer a pesar de ellos. No niega ni oculta su memoria colectiva. Aprende del yerro.
Cuando no: Pablo es rey. Y José Manuel Arango, un simple jardinero guardado en el cajón.