Tal parece que Nicolás Maduro no solo echó a la basura la carta abierta no apta para diabéticos que le envió William Ospina desde este periódico, sino que piensa hacer lo mismo con la Constitución venezolana. ¿No vivían los chavistas blandiéndola como si fuera el Libro rojo de Mao? Pequeño detalle, el librito azul ha sido el gran símbolo de Chávez, de suerte que es imposible descartarlo sin hacer otro tanto con su inspirador. Maduro demuestra así por enésima vez que es tan estridente como poco inteligente, pues nunca ha sido la mejor de las ideas poner una bomba en la mitad del propio edificio. Si el heredero oficial no respeta la Constitución, ¿quién la va a respetar ahora?
Ausente el librito de marras, la dispersión de los huerfanitos del caudillo es inevitable. Tal vez pensando en eso alguien se apiadó del grandulón y le explicó que Chávez se iba por el sumidero junto con el agua sucia, por lo que ahora el hombre anda hablando con vacas y diciendo que la Constitución sí será nueva, aunque no será nueva, entiéndalo quien lo entienda. Una forma de definir a Maduro sería: mientras más grito, menos existo.
¿Por qué quiere Maduro acabar con la Constitución de Chávez? Pues porque pese a su inocultable sesgo populista, de todos modos obliga a celebrar elecciones. Dicho de otro modo, Maduro haría lo que sea, hasta comer estofado de pajarito, con tal de no dejarse contar. El bumerán, sin embargo, ya va de regreso y con prisa. Vladimir Padrino López, el siempre escurridizo ministro de Defensa, dijo que no había problema porque las elecciones de la Constituyente iban a ser “por voto universal, directo, secreto y libre”. No mencionó la selección “comunal”, es decir, la noción corporativa (fascista) que permite sacar a los asambleístas directamente del cubilete de los colectivos e instituciones donde el chavismo es hegemónico. De más está decir que en unas elecciones universales, el régimen perdería por goleada.
El artículo 348 que rige la eventual convocatoria a una Asamblea Constituyente dice que la iniciativa la podrán tomar el presidente de la República, la Asamblea Nacional por mayoría calificada de dos tercios y hasta los Concejos Municipales en cabildo. Una locura. Quizá pensaron en su momento que estos puestos nunca dejarían de pertenecer a Chávez o a algún ahijado suyo. Por el camino, la Constitución ha sido violada tantas veces por el propio poder chavista que su legitimidad y su fuerza son ahora nulas. Claro, la vía más expedita hacia la tumba definitiva es que se cumpla el esperpento de una convocatoria corporativa que pase por encima de la opinión de las mayorías. Después de eso no queda nada.
Pase lo que pase con la Constitución, el régimen está cada vez más débil y arrinconado. Para medio conseguir una pipa de oxígeno tendría que alimentar a la gente, darle medicinas y acabar con la inflación. Aunque se trata de mínimos absolutos de convivencia que están al alcance de cualquier país digno, en Venezuela son tres imposibles. Endurecer la represión solo sirve si un régimen mantiene el monopolio de la fuerza y del miedo; para uno débil y asediado nunca ha sido la solución. Un claro ejemplo de lo que se cuece es que cada vez circulan más videos de militares activos cascándole al Gobierno. No son gratis.
Igual, la Constitución de Chávez yace moribunda, lo que me recuerda una frasecita que el mismo caudillo usó para calificar a su antecesora. Vayan comprando flores.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes
Tal parece que Nicolás Maduro no solo echó a la basura la carta abierta no apta para diabéticos que le envió William Ospina desde este periódico, sino que piensa hacer lo mismo con la Constitución venezolana. ¿No vivían los chavistas blandiéndola como si fuera el Libro rojo de Mao? Pequeño detalle, el librito azul ha sido el gran símbolo de Chávez, de suerte que es imposible descartarlo sin hacer otro tanto con su inspirador. Maduro demuestra así por enésima vez que es tan estridente como poco inteligente, pues nunca ha sido la mejor de las ideas poner una bomba en la mitad del propio edificio. Si el heredero oficial no respeta la Constitución, ¿quién la va a respetar ahora?
Ausente el librito de marras, la dispersión de los huerfanitos del caudillo es inevitable. Tal vez pensando en eso alguien se apiadó del grandulón y le explicó que Chávez se iba por el sumidero junto con el agua sucia, por lo que ahora el hombre anda hablando con vacas y diciendo que la Constitución sí será nueva, aunque no será nueva, entiéndalo quien lo entienda. Una forma de definir a Maduro sería: mientras más grito, menos existo.
¿Por qué quiere Maduro acabar con la Constitución de Chávez? Pues porque pese a su inocultable sesgo populista, de todos modos obliga a celebrar elecciones. Dicho de otro modo, Maduro haría lo que sea, hasta comer estofado de pajarito, con tal de no dejarse contar. El bumerán, sin embargo, ya va de regreso y con prisa. Vladimir Padrino López, el siempre escurridizo ministro de Defensa, dijo que no había problema porque las elecciones de la Constituyente iban a ser “por voto universal, directo, secreto y libre”. No mencionó la selección “comunal”, es decir, la noción corporativa (fascista) que permite sacar a los asambleístas directamente del cubilete de los colectivos e instituciones donde el chavismo es hegemónico. De más está decir que en unas elecciones universales, el régimen perdería por goleada.
El artículo 348 que rige la eventual convocatoria a una Asamblea Constituyente dice que la iniciativa la podrán tomar el presidente de la República, la Asamblea Nacional por mayoría calificada de dos tercios y hasta los Concejos Municipales en cabildo. Una locura. Quizá pensaron en su momento que estos puestos nunca dejarían de pertenecer a Chávez o a algún ahijado suyo. Por el camino, la Constitución ha sido violada tantas veces por el propio poder chavista que su legitimidad y su fuerza son ahora nulas. Claro, la vía más expedita hacia la tumba definitiva es que se cumpla el esperpento de una convocatoria corporativa que pase por encima de la opinión de las mayorías. Después de eso no queda nada.
Pase lo que pase con la Constitución, el régimen está cada vez más débil y arrinconado. Para medio conseguir una pipa de oxígeno tendría que alimentar a la gente, darle medicinas y acabar con la inflación. Aunque se trata de mínimos absolutos de convivencia que están al alcance de cualquier país digno, en Venezuela son tres imposibles. Endurecer la represión solo sirve si un régimen mantiene el monopolio de la fuerza y del miedo; para uno débil y asediado nunca ha sido la solución. Un claro ejemplo de lo que se cuece es que cada vez circulan más videos de militares activos cascándole al Gobierno. No son gratis.
Igual, la Constitución de Chávez yace moribunda, lo que me recuerda una frasecita que el mismo caudillo usó para calificar a su antecesora. Vayan comprando flores.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes