Un mal gobierno, aparte de padecer sus propios desatinos, desorienta a la gente y puede “orientarla” hacia el barranco. Es el gran riesgo. Tomemos al de Duque y al mazacotudo pliego petitorio, por así llamarlo, que los protestantes le han presentado. Nuestro actual sistema pensional no cubre a casi nadie y, además, es inequitativo. ¿A qué persona con dos dedos de frente se le ocurre que no se necesita una reforma pensional? La OCDE —nada que ver con el FMI— es un club de los países más ricos, equitativos y ambientalmente responsables del mundo. Cierto, en todos ellos predomina la economía de mercado, al contrario de Cuba, Corea del Norte y Venezuela, donde la gente padece lo indecible. ¿A quién con dos dedos de frente se le ocurre que pertenecer a la OCDE es dañino para Colombia? Nuestra informalidad laboral ronda el 50% y un contrato a término indefinido viene lleno de líos. ¿Son la mitad de los empresarios del país unos desalmados o el sobrecosto del 50 % que implica el factor prestacional, entre otros inconvenientes, hace con frecuencia impagable la formalidad? Les dejo la duda. Claro, entre las demandas que le hacen a Duque las hay razonables, digamos que se comprometa con el proceso de paz y proteja la vida de la gente, tan amenazada, que contribuya a resolver el problema agrario o que meta en cintura a los grandes empresarios, a veces tan abusivos, pero en su conjunto las demandas son un mazacote, sobre todo porque mezclan peras sanas con manzanas podridas.
Pese a que Iván Duque es un personaje al que sus amigos describen como buena persona, desde agosto de 2018 optó por el camino equivocado. Vio cómo a Santos apartarse de Uribe, en la época en que el ex mantenía un poder de convocatoria formidable, le costaba buena parte de su gobernabilidad, sin percatarse de que las condiciones estaban dando un vuelco y que Uribe iba —y va— de salida. Así, Duque quiso casarse con un uribismo moderado, si el adjetivo cabe, lo que tan solo condujo a que se quedara con el pecado y sin el género. Por eso, vándalos o no vándalos, más le vale dar un viraje y plantear un nuevo pacto político que gire hacia el centro. Porque le queda mucho tiempo en el poder y, como va, podría llegar exhausto a 2022 o, vaya uno a saberlo, no llegar.
La nueva coalición política requerida debería incluir al Partido Verde, al Partido Liberal, al Partido de la U, tal vez a un pedazo de los conservadores, tal vez a Sergio Fajardo, si el hombre está disponible, así como a un pedazo del Polo, aunque la totalidad sea casi imposible. Un esquema semejante excluye naturalmente a la Colombia Humana de Petro pero, aún más importante, excluye al furibismo, porque los aliados potenciales arriba citados no participarían si el expresidente sigue como centro de la coalición. Eso sí, no sería conveniente darles un portazo en la cara a Uribe y Petro; apenas decirles hasta la vista.
Una nueva alianza también tiene que contener claros cambios y concesiones en materia de paz, educación, política agraria y protección policial a los líderes, así como suavizar o hasta archivar algunas de las ideas más polémicas en materia de política económica y social, así las haya que hoy identifican al régimen y que, como se dijo arriba, tienen un potencial virtuoso innegable.
De todos modos, el movimiento que arrancó el jueves 21 durará, con cacerolas o sin ellas, dos, cinco, ocho semanas adicionales. Cuando las cacerolas suenan, piedras llevan.
Un mal gobierno, aparte de padecer sus propios desatinos, desorienta a la gente y puede “orientarla” hacia el barranco. Es el gran riesgo. Tomemos al de Duque y al mazacotudo pliego petitorio, por así llamarlo, que los protestantes le han presentado. Nuestro actual sistema pensional no cubre a casi nadie y, además, es inequitativo. ¿A qué persona con dos dedos de frente se le ocurre que no se necesita una reforma pensional? La OCDE —nada que ver con el FMI— es un club de los países más ricos, equitativos y ambientalmente responsables del mundo. Cierto, en todos ellos predomina la economía de mercado, al contrario de Cuba, Corea del Norte y Venezuela, donde la gente padece lo indecible. ¿A quién con dos dedos de frente se le ocurre que pertenecer a la OCDE es dañino para Colombia? Nuestra informalidad laboral ronda el 50% y un contrato a término indefinido viene lleno de líos. ¿Son la mitad de los empresarios del país unos desalmados o el sobrecosto del 50 % que implica el factor prestacional, entre otros inconvenientes, hace con frecuencia impagable la formalidad? Les dejo la duda. Claro, entre las demandas que le hacen a Duque las hay razonables, digamos que se comprometa con el proceso de paz y proteja la vida de la gente, tan amenazada, que contribuya a resolver el problema agrario o que meta en cintura a los grandes empresarios, a veces tan abusivos, pero en su conjunto las demandas son un mazacote, sobre todo porque mezclan peras sanas con manzanas podridas.
Pese a que Iván Duque es un personaje al que sus amigos describen como buena persona, desde agosto de 2018 optó por el camino equivocado. Vio cómo a Santos apartarse de Uribe, en la época en que el ex mantenía un poder de convocatoria formidable, le costaba buena parte de su gobernabilidad, sin percatarse de que las condiciones estaban dando un vuelco y que Uribe iba —y va— de salida. Así, Duque quiso casarse con un uribismo moderado, si el adjetivo cabe, lo que tan solo condujo a que se quedara con el pecado y sin el género. Por eso, vándalos o no vándalos, más le vale dar un viraje y plantear un nuevo pacto político que gire hacia el centro. Porque le queda mucho tiempo en el poder y, como va, podría llegar exhausto a 2022 o, vaya uno a saberlo, no llegar.
La nueva coalición política requerida debería incluir al Partido Verde, al Partido Liberal, al Partido de la U, tal vez a un pedazo de los conservadores, tal vez a Sergio Fajardo, si el hombre está disponible, así como a un pedazo del Polo, aunque la totalidad sea casi imposible. Un esquema semejante excluye naturalmente a la Colombia Humana de Petro pero, aún más importante, excluye al furibismo, porque los aliados potenciales arriba citados no participarían si el expresidente sigue como centro de la coalición. Eso sí, no sería conveniente darles un portazo en la cara a Uribe y Petro; apenas decirles hasta la vista.
Una nueva alianza también tiene que contener claros cambios y concesiones en materia de paz, educación, política agraria y protección policial a los líderes, así como suavizar o hasta archivar algunas de las ideas más polémicas en materia de política económica y social, así las haya que hoy identifican al régimen y que, como se dijo arriba, tienen un potencial virtuoso innegable.
De todos modos, el movimiento que arrancó el jueves 21 durará, con cacerolas o sin ellas, dos, cinco, ocho semanas adicionales. Cuando las cacerolas suenan, piedras llevan.