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Hoy retomo mi espaciada, no interrumpida, tradición de enviarte cartas, querida L.
El mundo de los acontecimientos, que a ambos nos interesan, ha estado muy agitado, y ya en ello debe uno decir que las noticias no son siempre malas. Por ejemplo, allá en el sur donde vives deben estar muy pendientes de las elecciones en Brasil. Lula ganó la 1ª vuelta, aunque fue por poco y no pudo evitar el balotaje. No me parece ninguna tragedia. Uno no entendería en últimas que un personaje radical como Bolsonaro pudiera agregar a su cuenta el 7 % que le falta y ganar. Por su parte, don Luiz Inácio necesita apenas agregar un 2 %. Él es uno de aquellos izquierdistas razonables y adscritos a la democracia. Ningún Daniel Ortega o Nicolás Maduro. De seguro tendría un mandato aceptable.
Dando un brinco al otro lado del mundo, los ucranianos acaban de azotar de nuevo a los invasores rusos. Cayó Lyman (en España lo escriben Liman), pueblo antes desconocido y estratégico cuyas noticias nos obligaron a estar pendientes. De ahí ahora los ucranianos siguen derecho hacia Kreminna, a 60 km al noreste, también poco defendida por los rusos. ¿Estampida? Con lo de este fin de semana Putin devuelve —qué sé yo— otros 1.000 km². Sus tales “anexiones” no tienen nada que ver con las de Hitler en 1938-1940. El avance militar de la Alemania de entonces era impresionante; Putin va en retirada. Muy cierto sí es que Zelenski era un comediante hasta hace poco, pero el que va a salir de todo esto convertido en un gran payaso es Vladimir Putin. Vaya payasada esta “anexión”. Y los hombres rusos, casi de cualquier edad, resistiéndose y huyendo del reclutamiento. Claro, no quieren que los manden al matadero como novillos. Una sugerencia sencilla. Haz una entrevista mental a la persona que eras el 24 de febrero de este año y pregúntale cómo cree que terminará la invasión rusa. De seguro te pintará un futuro tétrico, futuro que hoy es un presente mucho menos inquietante.
Pasando a Irán, el asesinato aleve de Mahsa Amini, solo porque al viajar en metro se le veía algo del cabello bajo el hiyab, ha despertado la ola de protestas más fuerte desde la Revolución de 1979, ola que no va a ceder pronto. Justicia poética sería que fueran las mujeres las que logren parar el rigor cruel de los fundamentalistas del país, incluso que los tumben. De todos modos, uno ve las imágenes de muchachas de pelo suelto bailando en las calles, algo que allá no pasaba desde hace casi medio siglo, y se alegra montones.
Sobre Colombia bajo el mando de Gustavo Petro, ¿qué te puedo contar? Mucho ha pasado, claro, pero todavía la incertidumbre es inmensa. Una recesión como la que se avecina el año entrante afectará a todos los gobiernos, incluido el colombiano, tengan o no la culpa. Ya veremos cómo maneja esa coyuntura complicada el de Petro, que se caracteriza por sus flamantes discursos, no por sus ejecutorias. Entre sus alfiles sigue habiendo algunos botafuegos que podrían meterlo en líos. Por ejemplo, la ministra de Salud, Carolina Cocho. ¿Será que ella se ha enterado de los despilfarros que hubo en Emcali? ¿Está segura de que los planes estatistas que tiene para la salud no implican una feria de desfalcos parecida? Una preguntica, nada más.
Bueno, querida, un gran abrazo. Tenemos que vernos pronto. ¿Me invitas a tu país? Podríamos aprovechar para lanzar allá la nueva novela que voy a publicar y que se llama La tía Lola. Ya veremos qué opinas de ella.