Querida L., hacía tres años no te escribía, según vi revisando mis archivos. Vaya lapso. Muy enterado estoy de los avatares que ha sufrido tu país allá en el Cono Sur, donde la fortuna de los viejos e incorregibles populistas, que lucía prometedora hasta hace poco, hoy está en la olla. Ya me contarás si esta explota y vuela de aquello al zarzo.
Por aquí andamos en desorden, aunque yo tal vez no hablaría de despelote, a menos que me estuviera refiriendo a la escuela de formación de policías de Tuluá, en el Valle del Cauca, donde un coronel y otros oficiales insensatos no tuvieron mejor idea que poner en escena un happening nazi, con Hitler a bordo y todo. Sí, la Policía colombiana alberga algo de extrema derecha, pero sobre todo alberga una extrema cursilería. Ya tres altos oficiales fueron despedidos, lo que desde luego no basta. Por si acaso, aquí tampoco venden inyecciones de sindéresis en las farmacias.
Las elecciones colombianas del año entrante, en particular las presidenciales, prometen tener consecuencias de fondo. Sí, sí, ya sé que eso es lo que se dice siempre, sea cierto o no. Va a haber cuatro candidatos, hasta cinco, tras la realización de las consultas (primarias) que coinciden con las elecciones parlamentarias de marzo, de los cuales de repente pasen a la 1ª vuelta solo tres o cuatro candidatos con votos. En el tarjetón, claro, habrá además varios polizones sin votos, según es usual en América Latina.
Todo parece indicar que con Iván Duque terminan los tiempos del predominio uribista en el Estado colombiano, por suerte. Pasada la pandemia la economía va más o menos bien, pero yo agregaría que casi todo lo demás va regular, mal o muy mal. Empezando por la derecha, al final los uribistas encuestados escogieron a Óscar Iván Zuluaga sobre la más fogosa María Fernanda Cabal. Yo creo que este personaje gris difícilmente resultará un candidato viable. De ahí sigue la Coalición de la Experiencia, integrada sobre todo por altos exfuncionarios. Todos salen bajitos en las encuestas. Vaya uno a saber cómo se resuelve el dilema implícito de que si un candidato de derecha tiene muy pocas posibilidades, dos no tienen ninguna. En el centro y el centroizquierda está la Coalición de la Esperanza, en la cual tendrá que aterrizar Alejandro Gaviria, después del zafarrancho que tuvo con César Gaviria y su fracción del Partido Liberal, quienes lo andan chantajeando con las firmas que recogieron para que pueda ser candidato a la Presidencia. Métodos de gente decente, pues. Por último, está la ya cantada candidatura de Gustavo Petro, que tiene un piso sólido y también un techo muy difícil de romper, a menos que enfrente a alguien como la Cabal, en cuyo caso sí tiene posibilidades de ganar.
En nuestros países, al menos aquellos que no han caído en manos de brujos y brujas malignos, aún hay un considerable margen de maniobra. No hay tal que los capitalistas se vayan a fugar si les cobran más impuestos, claro, a los bienes inmuebles, a las ganancias y a los dividendos que reparten. Por eso me extrañan tanto los políticos taxativos e inflexibles, que tienen fórmulas mágicas de todo o nada. Yo, en cambio, soy de ideología reformista, según la cual se pueden y se deben negociar reformas progresivas. En fin, ya veremos quién será el que se alce triunfante en esta olla de grillos alharaquientos.
Querida L., hacía tres años no te escribía, según vi revisando mis archivos. Vaya lapso. Muy enterado estoy de los avatares que ha sufrido tu país allá en el Cono Sur, donde la fortuna de los viejos e incorregibles populistas, que lucía prometedora hasta hace poco, hoy está en la olla. Ya me contarás si esta explota y vuela de aquello al zarzo.
Por aquí andamos en desorden, aunque yo tal vez no hablaría de despelote, a menos que me estuviera refiriendo a la escuela de formación de policías de Tuluá, en el Valle del Cauca, donde un coronel y otros oficiales insensatos no tuvieron mejor idea que poner en escena un happening nazi, con Hitler a bordo y todo. Sí, la Policía colombiana alberga algo de extrema derecha, pero sobre todo alberga una extrema cursilería. Ya tres altos oficiales fueron despedidos, lo que desde luego no basta. Por si acaso, aquí tampoco venden inyecciones de sindéresis en las farmacias.
Las elecciones colombianas del año entrante, en particular las presidenciales, prometen tener consecuencias de fondo. Sí, sí, ya sé que eso es lo que se dice siempre, sea cierto o no. Va a haber cuatro candidatos, hasta cinco, tras la realización de las consultas (primarias) que coinciden con las elecciones parlamentarias de marzo, de los cuales de repente pasen a la 1ª vuelta solo tres o cuatro candidatos con votos. En el tarjetón, claro, habrá además varios polizones sin votos, según es usual en América Latina.
Todo parece indicar que con Iván Duque terminan los tiempos del predominio uribista en el Estado colombiano, por suerte. Pasada la pandemia la economía va más o menos bien, pero yo agregaría que casi todo lo demás va regular, mal o muy mal. Empezando por la derecha, al final los uribistas encuestados escogieron a Óscar Iván Zuluaga sobre la más fogosa María Fernanda Cabal. Yo creo que este personaje gris difícilmente resultará un candidato viable. De ahí sigue la Coalición de la Experiencia, integrada sobre todo por altos exfuncionarios. Todos salen bajitos en las encuestas. Vaya uno a saber cómo se resuelve el dilema implícito de que si un candidato de derecha tiene muy pocas posibilidades, dos no tienen ninguna. En el centro y el centroizquierda está la Coalición de la Esperanza, en la cual tendrá que aterrizar Alejandro Gaviria, después del zafarrancho que tuvo con César Gaviria y su fracción del Partido Liberal, quienes lo andan chantajeando con las firmas que recogieron para que pueda ser candidato a la Presidencia. Métodos de gente decente, pues. Por último, está la ya cantada candidatura de Gustavo Petro, que tiene un piso sólido y también un techo muy difícil de romper, a menos que enfrente a alguien como la Cabal, en cuyo caso sí tiene posibilidades de ganar.
En nuestros países, al menos aquellos que no han caído en manos de brujos y brujas malignos, aún hay un considerable margen de maniobra. No hay tal que los capitalistas se vayan a fugar si les cobran más impuestos, claro, a los bienes inmuebles, a las ganancias y a los dividendos que reparten. Por eso me extrañan tanto los políticos taxativos e inflexibles, que tienen fórmulas mágicas de todo o nada. Yo, en cambio, soy de ideología reformista, según la cual se pueden y se deben negociar reformas progresivas. En fin, ya veremos quién será el que se alce triunfante en esta olla de grillos alharaquientos.