Superados los primeros rumores, según los cuales la consulta anticorrupción se iba a estancar en 8 millones, llegaron los datos definitivos y a muchos nos volvió el alma al cuerpo: 11’670.000 votos, un 32% del censo electoral. Faltaron 470 mil votos para alcanzar el umbral; de paso, el Sí superó el 99% en todas las preguntas. Definitivamente crece la audiencia, aunque la pregunta obvia es: ¿la audiencia para qué?
Este 32% del censo electoral es un grupo heterogéneo con una preocupación homogénea por la corrupción. Dicho de otro modo, quienes apoyan, aprovechan o al menos toleran la corrupción no salieron a votar este domingo. Presumo que es un contingente compuesto por quienes votaron en las presidenciales y no en la consulta. Una resta sencilla (19,6 – 11,6) nos dice que son cerca de 8 millones de personas. A la luz de esta comparación, el resultado se ve muy grande, tanto que debe producir una mutación política, aunque no se sabe si será inmediata o tendrá efecto en las elecciones de 2019 y 2022.
Las cifras de participación fueron muy desiguales. Bogotá sacó la cara con un 45,75%, sumándose a capitales como Tunja (50,95%), Pasto (47,24%) y Manizales (44,81%). También pasaron el umbral casi todos los departamentos del centro del país, además de Nariño y el Valle. En contraste, la costa Atlántica fue la gran ausente de la jornada, junto con Antioquia —en menor medida— y los poco poblados Territorios Nacionales.
Un primer impulso lo lleva a uno a decir: si ni siquiera son capaces de salir a votar contra la corrupción, ¿de qué se quejan? No obstante, es mala idea estigmatizar a los escépticos, así sea indiscutible que la indolencia de tantos resulta problemática. Con todo, no llegar al umbral por un suspiro puede implicar un gran impulso, pues convierte a la corrupción en la gran tarea pendiente del país.
Cuento aparte es el de los furibistas, en este caso opuestos a Duque y su equipo, los cuales apoyaron con relativo entusiasmo la consulta. Como su nombre lo indica, los furibistas andan furibundos con lo que sucedió. El país, que creían tener firmemente controlado por lo menos hasta 2022, se les escapó de las manos. Ahora, sin temor al ridículo, sugieren que hubo fraude, pese a que la consulta no pasó —por poco—, pero no pasó. ¿Alguien hace fraude para no pasar? No saben qué mentiras inventar.
Los distintos desenlaces van a depender muy claramente de la actitud que asuma el presidente Duque, esto es, del tipo de coalición que construya. Si se achicopala y se pliega al malgenio de Uribe y compañía, sus amigos sufrirán muchas derrotas en 2019, coronadas por una definitiva en 2022. Si, por el contrario, se arriesga a firmar un acuerdo nacional que tome en cuenta las posiciones del centro —sin duda el grueso de los 11,6 millones de votantes del domingo, así también hayan participado la izquierda y la derecha moderada—, una bocanada de aire fresco soplará sobre la política nacional. El presidente debe saber, sin embargo, que para subirse al bus de los 11,6 millones tiene que pagar el pasaje en la forma de claras concesiones. Aparte de impulsar una agenda anticorrupción eficaz, son impepinables mayores impuestos a los ricos del país. Esto no riñe con bajarlos a las empresas, si bien cobrar IVA a la canasta familiar es un hueso más duro de roer.
En fin, no hay razón de fondo para que Duque no se suba al bus. Eso sí, disgustará una vez más a los dinosaurios.
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Las cifras de participación fueron muy desiguales. Bogotá sacó la cara con un 45,75%, sumándose a capitales como Tunja (50,95%), Pasto (47,24%) y Manizales (44,81%). También pasaron el umbral casi todos los departamentos del centro del país, además de Nariño y el Valle. En contraste, la costa Atlántica fue la gran ausente de la jornada, junto con Antioquia —en menor medida— y los poco poblados Territorios Nacionales.
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Los distintos desenlaces van a depender muy claramente de la actitud que asuma el presidente Duque, esto es, del tipo de coalición que construya. Si se achicopala y se pliega al malgenio de Uribe y compañía, sus amigos sufrirán muchas derrotas en 2019, coronadas por una definitiva en 2022. Si, por el contrario, se arriesga a firmar un acuerdo nacional que tome en cuenta las posiciones del centro —sin duda el grueso de los 11,6 millones de votantes del domingo, así también hayan participado la izquierda y la derecha moderada—, una bocanada de aire fresco soplará sobre la política nacional. El presidente debe saber, sin embargo, que para subirse al bus de los 11,6 millones tiene que pagar el pasaje en la forma de claras concesiones. Aparte de impulsar una agenda anticorrupción eficaz, son impepinables mayores impuestos a los ricos del país. Esto no riñe con bajarlos a las empresas, si bien cobrar IVA a la canasta familiar es un hueso más duro de roer.
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