El declive de la fertilidad femenina en Colombia se ha acelerado como en otros países. A futuro eso tendrá un efecto dramático.
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El declive de la fertilidad femenina en Colombia se ha acelerado como en otros países. A futuro eso tendrá un efecto dramático.
Hasta hace por ahí treinta años, las familias aquí solían tener tres, cuatro, cinco o más hijos. Salía de todo. Uno, dos o hasta más, se podían ir por las grietas y tener problemas serios en la vida: se aficionaban a las drogas, abandonaban la educación antes de terminar nada o sufrían problemas mentales, entre varias carencias más. Hoy son comunes las familias de dos hijos, uno o ninguno. Esto, en principio, significa que cada niño pasa más tiempo con sus padres, lo que podría implicar que salga mejor educado, así también haya los abandonos de toda la vida. Más o menos fértiles, los padres pueden ser buenos, magníficos, regulares o pésimos.
Algo no ha cambiado: la vida fértil de las mujeres dura más o menos veinticinco años, de los 20 a los 45, quite o ponga algo aquí o allá. La idea común de postergar los embarazos puede traer complicaciones y dificultades. En los hombres, la fertilidad dura más, contando por lo demás con unas ayudas de navegación casi mágicas, aunque claro que eterna no es. Un hombre que encarga hijos después de los 60 puede no tener el mejor de los desempeños, además de que llegará a la clara vejez, los 80 años, con hijos adolescentes o posadolescentes, lo que no suele ser ideal. Por supuesto que también puede morir antes. Y vaya que esto lo escribe un casi culpable, pues mis dos hijos nacieron cuando yo ya tenía más de 50 años, como quien dice en el límite. Aquí y allá me han felicitado por mis bellos nietos.
Todos los ámbitos que tienen que ver con los niños van a tener que ajustarse en adelante, a veces de forma drástica. Habrá menos camas en los hospitales materno-infantiles, menos pediatras, menos gineco obstetras especializados en embarazo, menos guarderías, menos kinders y menos colegios y no pare de contar. Dicho de otro modo, los mercados que atienden el mundo de los niños van a reducirse. Debe decirse con claridad: pocas cosas hay más difíciles que planificar y gestionar actividades con miras a mercados decrecientes. Según esto, por ese camino abundarán las quiebras, los cierres intempestivos, la frustración. Para mencionar apenas una estadística significativa, tan solo en el último año y medio se han cerrado más de 750 colegios privados en el país. O sea que hay educadores a la lata buscando empleo en Colombia. Y eso que la reciente inmigración de venezolanos en algo ha aliviado la presión demográfica. Claro, algo semejante no se va a repetir después que lleguen los últimos desplazados de Nicolás Maduro.
En pocos sectores se requiere más la participación activa del Estado que en el declive de la fertilidad. Lo primero es que de ninguna manera sobran los estímulos oficiales y privados para que las mujeres tengan más hijos. Se les deben aumentar los descuentos tributarios, las ayudas financieras, los bonos mensuales por hijo, las becas de todo tipo y unas claras ayudas en la crianza, gústele o no a quienes tienen ideologías rígidas. La vida se les tiene que volver más fácil a las madres o si no dejarán de serlo o lo serán una sola vez, lo que no garantiza el reemplazo de la población.
La tan cacareada reforma pensional deberá reformarse a fondo, pues no habrá suficientes jóvenes para pagar las mesadas de los presentes y futuros jubilados. Ergo, a aumentar la edad de retiro. No queda de otra. Esas y muchas otras decisiones desagradables nos esperan. Ahora bien, tampoco va a ser el fin de mundo.