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...simplemente se va, se apaga, se extravía, se calla, se muere o lo matan.
Rimbaud tiró la puerta y se dedicó a vender armas, Rubén Darío acabó con el hígado al igual que su admirado Verlaine, otro tanto hizo Pessoa. Borges, Wislawa Szymborska y Gonzalo Rojas murieron de viejos, Nazim Hikmet, Neruda y Pound se extraviaron por caminos de la política extremista, Lorca fue ejecutado por unos fanáticos sin hígados, Gaitán Durán iba en un avión que se estrelló contra una montaña en Pointe-à-Pitre, Dylan Thomas se tomó 18 whiskies seguidos y luego un médico le aplicó una dosis fatal de morfina, Sylvia Plath abrió las llaves del gas en lo más crudo del invierno, Gérard de Nerval se colgó de un poste de luz, José Asunción Silva se pegó un tiro allí donde un amigo le había dibujado el corazón, Mayakovski, incomprendido por la revolución obrera, también se pegó un tiro, Pavese escribió “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” antes de tomarse una sobredosis de barbitúricos en honor a una actriz mediocre. El cáncer no dejó a Brel llegar a viejo, cuando iba a ser insoportable, y las últimas canciones de Brassens las debió cantar un amigo porque a él ya no le salía la voz.
Caso aparte el de Bob Dylan. Yo lo vengo oyendo desde que su voz me desarmó las certidumbres estando muy aburrido en un colegio en Estados Unidos hace cincuenta años y debo decir que verso por verso, potenciados por la música, es uno de los poetas más potentes del último siglo en cualquier idioma. Sin embargo, por ahí en 1975, tras publicar Blood on the Tracks, que incluye la magistral y larguísima “Lilly, Rosemary & the Jack of Hearts”, Bob se dirigió sin despedirse hacia la salida. Lo que compuso después no tiene casi nunca la potencia de lo de antes. ¿Por qué se le acabó la capacidad poética a Dylan? Yo tampoco tengo ni la menor idea.
Hay un subgrupo de poetas, de seres humanos en realidad, que se distinguen por haber vivido bajo regímenes atroces. Unas veces sobrevivieron, por ejemplo, Anna Ajmátova; otras no, por ejemplo, Ósip Mandelshtam, asesinado por el mismo Stalin que martirizó sin matarla a su colega acmeísta, la Ajmátova. De más está decir que un poeta por lo general no se deja matar sin protestar, en este caso, por escrito y en sus poemas.
La poesía es la más complicada de las labores literarias porque no tiene realmente gradaciones en la escalera de la calidad. Reviso en mi biblioteca y me salta a la vista que las obras completas de muchos de los mejores poetas con frecuencia no llegan a las quinientas páginas: las de Kavafis son cerca de 300; las de Eliot, 250; las de Montale, 400 y, bueno, Dereck Walcott sí llega justo a 500. Mil páginas tienen las de algún bicho raro.
La poesía tiene un inmenso prestigio, pero es muy difícil decir en qué consiste. Sí, los poemas suelen ser textos cortos, autónomos, memorables e intensos. Parece incluso indispensable que la personalidad del poeta esté presente en sus versos con mucha claridad. Incluso, los famosos heterónimos de Pessoa, estos desdoblamientos sin antecedentes en el mundo, al menos que yo conozca, implican que el heterónimo inventado tenga una biografía completa, vida privada, incluidas opiniones políticas con las cuales a veces el propio Pessoa no concordaba. Pero sin esos elementos, el método de los heterónimos no hubiera funcionado.
Paso a lo más difícil de este tema: ¿por qué la buena poesía es tan escasa? Les dejo a mis lectores el problemita.