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En apretada síntesis, no fue tanto que Trump ganara las elecciones –de hecho su votación bajó entre 2020 y 2024–, sino que Kamala Harris y el Partido Demócrata sufrieron un colapso –perdieron más de 11 millones de votos en cuatro años. Así, por ejemplo, una leve mayoría de mujeres blancas de Estados Unidos votó por un macho alfa que las desprecia. Porque Donald Trump es justamente eso, un machista clásico de hace cien años.
¿Qué va a hacer este señor en enero de 2025 cuando asuma el cargo más poderoso del mundo? No se sabe con claridad, entre otras razones porque si algo le gusta poco a Trump es ser predecible, así que ojalá no se materialicen las peores burradas que dijo que haría. Por lo demás, pensándolo con algo de calma, quedan muchas vías para la resistencia liberal, con la condición, eso sí, de que hagan a un lado los exóticos artilugios ideológicos woke que contribuyeron a la estruendosa derrota, algo de lo que la candidata derrotada no habla. O sea, no se sabe qué cambios de fondo van a hacer los demócratas para enderezar su caminado o si, ciegos hasta el final, no quieren cambiar casi nada. Se argumenta con toda la razón que el énfasis de los medios liberales y los intelectuales ídem sobre lo apretado de las encuestas era para meter un miedo decisivo en la partida. La estratagema no funcionó.
Hay problemas ineludibles. El primero es Ucrania y Europa. Cumpla o no cumpla Trump con sus amenazas de abandonar al asediado país, a ellos no les queda de otra que seguir en la lucha, pues la alternativa es la aniquilación, mientras que para los europeos el asunto entraña una amenaza existencial, de suerte que tampoco les queda de otra que meterse duro la mano al bolsillo y reemplazar a Estados Unidos según Trump decida cambiar el apoyo. Ya veremos en qué se concreta el debilitamiento de la OTAN y la supuesta entrega de Ucrania a Putin, algo que ni Europa ni los ucranianos quieren, como lo ha expresado con mucha lucidez Emmanuel Macron. O sea que otros entrarán al baile en caso de que el señor de pelo raro decida ir a su mesa y sentarse. Ahora bien, Trump ha dicho que resuelve la guerra de Ucrania con una llamada. Tal parece que incluso llamó a Putin y hablaron. No han explicado cuál sería la solución, siempre que no pretenda regalarle el país a Putin. En contraste, no se saben los efectos que vendrán para Maduro y su régimen, pues Trump podría endurecer la política bastante timorata que ha tenido Biden sobre nuestro vecino. En general, debe quedar claro que la timidez de Biden ha sido patológica en Ucrania, en Venezuela y en otras partes. Con poco esfuerzo, Trump hasta podría resultar más decisivo en ambos países.
Reconozco que me equivoqué en mis pronósticos básicos. Y no, no es ahora asunto de despreciar a los millones de personas que votaron por Trump. Eso no solo es inútil, sino contraproducente. Primero hay que entenderlos y segundo hay que buscar en el talego algo nuevo y mejor que ofrecerles en el futuro. Durante los primeros dos años de gobierno, Trump contará con mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes, lo que le facilitará mucho la agenda. Los electores votaron muy descontentos. Listo. ¿Trump puede quitarles ese descontento o incluso lo va a acentuar? No se sabe.
Las elecciones del 5 de noviembre son en últimas un espejo en el que nos debemos mirar quienes analizamos los fenómenos políticos. ¿Por qué no entendimos bien lo que iba a pasar con los electores americanos? Hay que seguir con el tema sin, claro, echarse a llorar sobre la leche derramada.