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Es nuestro cruel destino como país ser relativamente pobres y tener, por añadidura, dirigentes pobres del espíritu. Gastamos en lo urgente, y cuando por error se intenta algo novedoso e innovador, salen las casandras desmelenadas a gritar ¡foul! ¿Acaso desprecian lo nuevo porque lo viejo funciona de maravillas? Les dejo la respuesta a los lectores.
El sistema universitario vigente en Colombia garantiza la segregación social y fomenta la lucha de clases. A las universidades privadas van a parar los bachilleres de clase alta y media alta, entre los cuales se da una selección de magníficos, buenos y regulares, porque los malos no entran. Luego reciben becas unos pocos estudiantes de escasos recursos. A las universidades públicas llegan más que todo estudiantes de clase media, media baja y pobres, mediante un proceso de selección que puede ser brutal. Bastará con decir que a la carrera de Medicina en la UNAL aspiran 13.000 bachilleres por año y entran 120, menos del 1%. También se matricula allí una cantidad no despreciable de hijos de papá, quienes reciben un subsidio innecesario.
El dato clave, en todo caso, es que una inmensa cantidad de bachilleres pobres de buen nivel se quedan sin acceso a la universidad y que las clases sociales no se mezclan en el mundo educativo sino por error, prefigurando una polarización futura indeseable. Ser Pilo Paga (SPP), además de fomentar la excelencia académica, está creando un crisol pluriclasista que tiene nerviosos a los fundamentalistas de ambos lados del espectro político. Por fortuna para ellos e infortunio para el país, el presidente Duque contravino una promesa electoral y anunció por boca de María Victoria Angulo, su ministra, que SPP se acaba.
Según cálculos de Óscar Sánchez, exsecretario de Educación de Petro, al interrumpir SPP el Gobierno se ahorrará una montaña de dinero: $200 mil millones al año, o sea, el 0,02% del PIB. Así, si el Estado colombiano sube la inversión en educación al 6% del PIB, como debería, con apenas el 1,5% de ese presupuesto (0,1% del PIB), podría invertir $900 mil millones al año en un modelo ampliado de SPP y quedaría de sobra para el resto de necesidades educativas.
Algunos ilusos piensan que es fácil crear decenas de miles de cupos nuevos en las universidades públicas de la noche a la mañana. Mis cálculos personales, pues no encontré el dato desglosado en ninguna parte, indican que las universidades públicas con acreditación de calidad cuentan en la actualidad con 340 mil estudiantes, incluyendo las varias instituciones militares. De ahí que ni siquiera con mayores recursos sea posible agregar más de 50 mil cupos en los próximos cuatro años, pues no existen ni las instalaciones físicas ni los profesores necesarios. Por cerrazón ideológica, los enemigos de SPP no entienden que el programa usa infraestructura existente y que así la oferta de cupos nuevos permanentes para bachilleres pobres podría llegar rápidamente a 100 o 120 mil, claro, sumando universidades públicas y privadas.
¿Que SPP necesitaba ajustes y renegociaciones? Cierto, pero como dice Guillermo Perry, no había que botar al bebé junto con el agua sucia. Aunque el tema da para mucho, lo último que cabe resaltar es que SPP es un programa demasiado nuevo. No es justo evaluarlo de forma definitiva en míseros cuatro años. En fin, presidente Duque, eche atrás su absurda decisión de acabar con SPP. Está a tiempo de enmendar un craso error.