Hasta hace un par de meses casi nadie conocía a Juan Guaidó por fuera de Venezuela, mientras que de Maduro estábamos hasta las narices tapadas. Aunque no hay nada decidido, el destino de ese país yace ahora en manos de los militares, quienes lucen más partidos que un bulto de canela. Unos pocos generales se alinean con el régimen, al tiempo que buena parte de la oficialidad y los soldados rasos prefieren claramente a Guaidó. Puede que los mandamases intervengan, pero vaya que el problema se creció. ¿Sí aceptarán mancharse las manos de sangre hermana? Lo dudo mucho.
Hasta fines de 2018 los observadores internacionales andábamos muy decepcionados con la evolución del vecino país. Los repetidos fraudes de Maduro, incluida la espuria convocatoria a una Constituyente de bolsillo, parecían prosperar, al tiempo que un pedazo de la oposición se había enredado en la tontería de participar en elecciones trucadas dizque porque no se le podía dejar ese terreno al régimen. Ergo, iban de derrota en derrota. Había Maduro para rato (cuatro o más años); ahora no es seguro que el gordiflón termine 2019 en el poder.
Algo mudó que lo puso todo patas arriba. Tengo una teoría personal: se redujo tanto lo que podían robar los enchufados que muchos se pusieron nerviosos. Después las calles se volvieron a llenar de opositores, incluidas algunas barriadas de vieja raigambre chavista que se han sumado a la protesta. Por el camino, la comunidad internacional –Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, la mayoría de países latinoamericanos, así como Estados Unidos con su embargo– han reconocido la legitimidad de Guaidó. Los europeos, luego de pensarlo bastante, dieron ocho días al régimen para convocar a unas elecciones limpias, so pena de reconocer a Guaidó como presidente interino. AMLO y otros populistas latinoamericanos o europeos están aburridísimos con Venezuela. Tienen razón porque Maduro les podría caer encima.
Es indiscutible la habilidad política del joven Guaidó. De más está decir que no se puede quedar en el poder si lo obtiene. En días pasados divulgó un video dirigido a los militares venezolanos que muchos recibimos primero por WhatsApp. Aquí puede verse: http://bit.ly/2sKdTXV. Por lo demás, ni Padrino López, el mafioso ministro de Defensa, ni sus esbirros se han atrevido a tocarlo. Por algo será.
¿Qué pasará más adelante en Venezuela? Difícil saberlo, pero pensemos por un instante con el deseo: es imposible sobreestimar la importancia que tendría para América Latina la caída de Maduro. Sería el fin de la ideología del chavismo. Todo un esquema quedaría desautorizado por el país potencialmente más próspero de la región, que hoy pasa hambre. Los populistas de izquierda de repente verían cerca el fin de sus mandatos, mientras que los aspirantes de esa corriente a llegar al gobierno tendrían que alterar de forma radical su estrategia si no quieren ser descartados de plano.
El puesto al que aspira Juan Guaidó, primero como interino y después como titular, constituye la rifa del tigre. Pocas labores más ingratas que intentar sacar a Venezuela de la olla. Dicho esto, en el resto del continente respiraríamos más tranquilos. No solo aminoraría mucho una presión política destructiva, sino que la inmigración venezolana disminuiría de forma considerable. Todas noticias potencialmente magníficas, así que crucemos los dedos. Ojalá haya una evolución virtuosa allá.
Hasta hace un par de meses casi nadie conocía a Juan Guaidó por fuera de Venezuela, mientras que de Maduro estábamos hasta las narices tapadas. Aunque no hay nada decidido, el destino de ese país yace ahora en manos de los militares, quienes lucen más partidos que un bulto de canela. Unos pocos generales se alinean con el régimen, al tiempo que buena parte de la oficialidad y los soldados rasos prefieren claramente a Guaidó. Puede que los mandamases intervengan, pero vaya que el problema se creció. ¿Sí aceptarán mancharse las manos de sangre hermana? Lo dudo mucho.
Hasta fines de 2018 los observadores internacionales andábamos muy decepcionados con la evolución del vecino país. Los repetidos fraudes de Maduro, incluida la espuria convocatoria a una Constituyente de bolsillo, parecían prosperar, al tiempo que un pedazo de la oposición se había enredado en la tontería de participar en elecciones trucadas dizque porque no se le podía dejar ese terreno al régimen. Ergo, iban de derrota en derrota. Había Maduro para rato (cuatro o más años); ahora no es seguro que el gordiflón termine 2019 en el poder.
Algo mudó que lo puso todo patas arriba. Tengo una teoría personal: se redujo tanto lo que podían robar los enchufados que muchos se pusieron nerviosos. Después las calles se volvieron a llenar de opositores, incluidas algunas barriadas de vieja raigambre chavista que se han sumado a la protesta. Por el camino, la comunidad internacional –Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, la mayoría de países latinoamericanos, así como Estados Unidos con su embargo– han reconocido la legitimidad de Guaidó. Los europeos, luego de pensarlo bastante, dieron ocho días al régimen para convocar a unas elecciones limpias, so pena de reconocer a Guaidó como presidente interino. AMLO y otros populistas latinoamericanos o europeos están aburridísimos con Venezuela. Tienen razón porque Maduro les podría caer encima.
Es indiscutible la habilidad política del joven Guaidó. De más está decir que no se puede quedar en el poder si lo obtiene. En días pasados divulgó un video dirigido a los militares venezolanos que muchos recibimos primero por WhatsApp. Aquí puede verse: http://bit.ly/2sKdTXV. Por lo demás, ni Padrino López, el mafioso ministro de Defensa, ni sus esbirros se han atrevido a tocarlo. Por algo será.
¿Qué pasará más adelante en Venezuela? Difícil saberlo, pero pensemos por un instante con el deseo: es imposible sobreestimar la importancia que tendría para América Latina la caída de Maduro. Sería el fin de la ideología del chavismo. Todo un esquema quedaría desautorizado por el país potencialmente más próspero de la región, que hoy pasa hambre. Los populistas de izquierda de repente verían cerca el fin de sus mandatos, mientras que los aspirantes de esa corriente a llegar al gobierno tendrían que alterar de forma radical su estrategia si no quieren ser descartados de plano.
El puesto al que aspira Juan Guaidó, primero como interino y después como titular, constituye la rifa del tigre. Pocas labores más ingratas que intentar sacar a Venezuela de la olla. Dicho esto, en el resto del continente respiraríamos más tranquilos. No solo aminoraría mucho una presión política destructiva, sino que la inmigración venezolana disminuiría de forma considerable. Todas noticias potencialmente magníficas, así que crucemos los dedos. Ojalá haya una evolución virtuosa allá.