A diferencia de los negocios legales, muchos de los cuales andan con respirador artificial y en cuidados intensivos, el narcotráfico ha salido prácticamente indemne de la pandemia de COVID-19.
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A diferencia de los negocios legales, muchos de los cuales andan con respirador artificial y en cuidados intensivos, el narcotráfico ha salido prácticamente indemne de la pandemia de COVID-19.
La producción de cocaína acaba de alcanzar un máximo histórico, según el Informe Mundial sobre Drogas de la ONU. O sea que, como se sospechaba, las mulas en los aviones son una parte muy reducida del narcotráfico, “útiles” solo para mantener ocupadas a las policías del mundo y para llenar las cárceles de gente infortunada y necesitada. Sobra decir que el costo de mantener a alguien encerrado es inmenso mientras que a los capos no les vale ni un centavo. ¿O acaso los ve uno enviando a hermanos, primos o familiares de mulas a pasar droga por una frontera? Las ventas en colegios y universidades, que también están detenidas, tienen el mismo propósito de mantener a la policía ocupada en lo que no es. En cambio, los mercados que sí les importan son los de “exportación”, que se surten por toneladas, van en lanchas rápidas, en submarinos o en dobles fondos de los barcos de carga, cuando no en aviones que viajan debajo del radar y sueltan su carga en algún lugar accesible de las costas antes de aterrizar como si regresaran de un paseo.
De treguas de los narcos, nada de nada. Mientras que en México los carteles intentan matar al jefe de la policía de CDMX, en Colombia los mafiosos, comandados desde lejos por los carteles mexicanos, siguen con sus “disidencias”, sus ejércitos del crimen y demás fenómenos venenosos. Ellos son la principal fuente del asesinato de líderes sociales. Porque quien crea que estas muertes trágicas que aquí nos tocan a diario son ajenas al narcotráfico simplemente está soñando. Además, el solo hecho de que la mafia prospere mientras muchos negocios legales yacen moribundos significa que hoy o mañana los podrán comprar a precio de huevo, narcotizando todavía más la economía nacional.
No sé si se necesitaban más pruebas de que la fatídica guerra contra las drogas es cada vez menos posible de ganar, pero ahí están. Lo peor es que la mucha plata que se dilapida en semejante aberración sería indispensable en los próximos meses y años para contribuir a la salvación nacional.
Listo, se preguntarán mis lectores: ¿entonces qué hacer, si el prohibicionismo constituye una suerte de idiotez colectiva, un bloqueo mental que afecta a las amplias mayorías en Colombia, país que junto con México es el que más muertos ha puesto en esta lucha que no es nuestra? Debo confesar que no estoy seguro. Sirve, desde luego, seguir dando lora, como la que estoy dando aquí. Tanto va el cántaro a la fuente hasta que por fin se abre una grietica que se puede ensanchar. Tomemos, pues, cualquier minirranura en el ideario reaccionario de los prohibicionistas y tratemos de abrirla un poco más. Hay, por ejemplo, una clara luz histórica y es que la Gran Depresión de 1929 sí tuvo un efecto positivo: acabó con la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Se puede, pues, exigir que ahora se ponga fin a esta política absurda y racista contra las drogas, para que los Estados puedan dedicarse a resolver los problemas gigantescos que han surgido en el mundo en este infausto 2020 con el COVID-19.
En fin, algo me dice que en varios de estos países habrá que esperar a que llegue un cambio de gobierno, porque para los actuales, como el colombiano, la idiotez prohibicionista es un artículo de fe.