Esta es la cuarta vez que escribo la misma columna, claro, con otras palabras para no engañar a nadie y con tal cual detalle reciente.
La amplísima e intrincada orografía colombiana ha sido uno de nuestros grandes retos —son impagables los trenes sobre nuestras cordilleras, las carreteras se derrumban, sobre todo por falta de túneles, y cada tantos años las sequías producen estragos—, pero a nadie le cabe duda de que en últimas las montañas nos traen una inmensa riqueza: el agua. Sí, contienen otros minerales, una inmensa biodiversidad, posibilitan cultivos como el café, el cacao, el aguacate y demás frutales, las hortalizas, pero...