Sí, ahora hablaré de la primera hora de la verdad porque vienen al menos dos más este año.
El domingo hay elecciones. De un lado, se escogerán los integrantes del Congreso —Senado y Cámara— para los próximos cuatro años. Convengamos en que la Constitución de 1991 se equivocó al abolir las elecciones de mitaca, pues eso de recargar las apuestas en pocos meses cada cuatro años es muy peligroso. Pero, bueno, son las reglas. Mi voto para el Senado será por Humberto de la Calle, cabeza de lista de la Coalición Centro Esperanza (CCE); para la Cámara votaré por Julia Miranda, cabeza de lista del Nuevo Liberalismo en Bogotá.
Ahora bien, las consultas para seleccionar un solo candidato presidencial, según al menos tres orientaciones políticas, me parecen todavía más importantes. Yo voy a pedir el tarjetón de la CCE. De los cinco candidatos que ofrece, dos carecen de opciones: Carlos Amaya y Jorge Enrique Robledo. No tiene sentido echar sal en ninguna herida.
Restan los tres más opcionados: Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria y Juan Manuel Galán. Heredero de su papá al igual que Carlos Fernando, Juan Manuel ha hecho una animada campaña, aunque aquí y allá cometió errores difíciles de explicar, como proponer reducir el IVA a la mitad durante cuatro meses, teniendo en cuenta el inmenso déficit del Estado colombiano. No dijo qué gastos proponía eliminar, pero la propuesta es insostenible. También es cierto que se trenzó con Carlos Amaya en querellas que no iban para ninguna parte. Hoy veo a Galán débil.
Pasando a Alejandro Gaviria, es un gran intelectual, tiene habilidades múltiples que solo raramente vienen juntas: economista potente, académico y tecnócrata de peso e intelectual en el sentido zoliano del término. Se lanzó a buscar la Presidencia hace unos meses y ha tenido una importante figuración. Entró a la CCE tras una demora no del todo explicable. Su campaña ha tenido varios aciertos, abrió temas que no se habían tratado y muchas de sus soluciones se ven viables y necesarias. Debo decir también que, dada su relativa inexperiencia política, cometió errores sobre todo en materia de contactos con políticos tradicionales, así yo no sospeche de ningún pacto oculto. Su riña con Íngrid Betancourt fue casi incomprensible, sobre todo de parte de ella. En fin, las encuestas no favorecen a Alejandro, lo que me duele pues lo estimo muchísimo.
Esto deja a Sergio Fajardo, por quien voy a votar habiendo pensado bastante. De las virtudes de Sergio la que más me atrae es su consistencia tranquila. Lleva años recorriendo sin desviaciones un mismo camino. Se ha rodeado bien, lo apoya gente de mucho peso, como Antanas Mockus y Gustavo Bell. Sergio tiene claro que lo suyo es el cambio potente con reformas audaces, sin dar un salto al vacío. Como decía una vieja amiga, él entregaría un país mejor y menos desigual en 2026, ojalá tras construir con el resto de la CCE un partido pujante que dé continuidad a lo empezado.
Debo terminar por aclarar que cualquier candidato de la CCE tendría mi apoyo entusiasta si gana la consulta. Este año la 1ª vuelta va a tener más peso que la 2ª —anticipando el “voto útil”— porque si pasan los dos extremos, hay una alta probabilidad de que al de izquierda le vaya bien en la última ronda. Eso implicaría un salto al vacío, como decía atrás. De todos modos, a votar este domingo, mis amigos.
P. S. Va un gran abrazo de adiós para Fernando Caycedo, inmenso lector.
Sí, ahora hablaré de la primera hora de la verdad porque vienen al menos dos más este año.
El domingo hay elecciones. De un lado, se escogerán los integrantes del Congreso —Senado y Cámara— para los próximos cuatro años. Convengamos en que la Constitución de 1991 se equivocó al abolir las elecciones de mitaca, pues eso de recargar las apuestas en pocos meses cada cuatro años es muy peligroso. Pero, bueno, son las reglas. Mi voto para el Senado será por Humberto de la Calle, cabeza de lista de la Coalición Centro Esperanza (CCE); para la Cámara votaré por Julia Miranda, cabeza de lista del Nuevo Liberalismo en Bogotá.
Ahora bien, las consultas para seleccionar un solo candidato presidencial, según al menos tres orientaciones políticas, me parecen todavía más importantes. Yo voy a pedir el tarjetón de la CCE. De los cinco candidatos que ofrece, dos carecen de opciones: Carlos Amaya y Jorge Enrique Robledo. No tiene sentido echar sal en ninguna herida.
Restan los tres más opcionados: Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria y Juan Manuel Galán. Heredero de su papá al igual que Carlos Fernando, Juan Manuel ha hecho una animada campaña, aunque aquí y allá cometió errores difíciles de explicar, como proponer reducir el IVA a la mitad durante cuatro meses, teniendo en cuenta el inmenso déficit del Estado colombiano. No dijo qué gastos proponía eliminar, pero la propuesta es insostenible. También es cierto que se trenzó con Carlos Amaya en querellas que no iban para ninguna parte. Hoy veo a Galán débil.
Pasando a Alejandro Gaviria, es un gran intelectual, tiene habilidades múltiples que solo raramente vienen juntas: economista potente, académico y tecnócrata de peso e intelectual en el sentido zoliano del término. Se lanzó a buscar la Presidencia hace unos meses y ha tenido una importante figuración. Entró a la CCE tras una demora no del todo explicable. Su campaña ha tenido varios aciertos, abrió temas que no se habían tratado y muchas de sus soluciones se ven viables y necesarias. Debo decir también que, dada su relativa inexperiencia política, cometió errores sobre todo en materia de contactos con políticos tradicionales, así yo no sospeche de ningún pacto oculto. Su riña con Íngrid Betancourt fue casi incomprensible, sobre todo de parte de ella. En fin, las encuestas no favorecen a Alejandro, lo que me duele pues lo estimo muchísimo.
Esto deja a Sergio Fajardo, por quien voy a votar habiendo pensado bastante. De las virtudes de Sergio la que más me atrae es su consistencia tranquila. Lleva años recorriendo sin desviaciones un mismo camino. Se ha rodeado bien, lo apoya gente de mucho peso, como Antanas Mockus y Gustavo Bell. Sergio tiene claro que lo suyo es el cambio potente con reformas audaces, sin dar un salto al vacío. Como decía una vieja amiga, él entregaría un país mejor y menos desigual en 2026, ojalá tras construir con el resto de la CCE un partido pujante que dé continuidad a lo empezado.
Debo terminar por aclarar que cualquier candidato de la CCE tendría mi apoyo entusiasta si gana la consulta. Este año la 1ª vuelta va a tener más peso que la 2ª —anticipando el “voto útil”— porque si pasan los dos extremos, hay una alta probabilidad de que al de izquierda le vaya bien en la última ronda. Eso implicaría un salto al vacío, como decía atrás. De todos modos, a votar este domingo, mis amigos.
P. S. Va un gran abrazo de adiós para Fernando Caycedo, inmenso lector.