Bien podría pasar que Michelle Obama, en vez de Dejar el mundo atrás, como se titula la producción de Netflix que ella y su marido patrocinaron hace poco, en realidad sirva para dejar a Biden atrás.
Lo que sigue, claro, dista mucho de ser seguro. Sin embargo, es bien sabido que el actual y viejo presidente de Estados Unidos anda por lo menos muy preocupado por la mediocridad de sus resultados en las encuestas, con el dramático agravante de que eso favorece sobre todo a Donald Trump, el candidato catastrófico de la extrema derecha americana. Por lo que se sabe, andan reclutando gente para reforzar la campaña a como dé lugar. ¿Lograrán resultados? Si no los logran, no hay nadie de verdadero peso en la escudería disponible del Partido Demócrata, sobre todo nadie que ni siquiera se acerque en potencial político a la ex primera dama.
Ahora bien, yo estoy tan enterado como cualquiera de que Michelle ha dicho y repetido en múltiples ocasiones que no quiere ser candidata a la presidencia. Mucho menos se va a enfrentar motu proprio a Joe Biden. No obstante, con razón dice estar aterrada ante las perspectivas, de suerte que no sobra repetir la vieja historia, digamos, de Lyndon Johnson. ¿Qué pasa si el propio Biden decide no ser candidato y no surge nadie a la altura de la tarea? ¿Se arriesgan otra vez con un Walter Mondale perdedor? O sea, querida Michelle, pese a que no quieres ser candidata, ¿qué pasa si no hay más remedio? Fantasías suyas, señor columnista del tercer mundo. Sí, pueden ser mis fantasías, pero dudo muchísimo que no sean también las fantasías de una gran cantidad de liberales de Estados Unidos.
No se puede olvidar que, según pasa a veces en este tipo de situaciones, hay un adulto en la habitación, a saber, Barack Obama. Al expresidente lo pueden acusar de muchas cosas, incluso de no haber sido todo el tiempo un partidario claro del actual presidente, pero no creo que se diga que es un mal analista del devenir político, así que tocará imaginar las conversaciones entre marido y mujer en la cama cuando el dulce se ponga a mordiscos. Aquí entra en escena el novelista. Imagino que Biden entiende que no puede ganar e invita a Michelle y a Barack Obama a la Casa Blanca y les pone el tema. ¿Cómo se desarrollaría la reunión? Lo más seguro es que Biden condicione su renuncia a la garantía de que Michelle Obama sea su relevo. Puede que en la primera visita algo así no se concrete. Es decir, si hay una segunda visita, tal vez de Michelle sola, es muy probable que a la salida Biden cite a una rueda de prensa y ahí lance la bomba: Michelle Obama, candidata a la presidencia. Según entiendo, aún hay tiempo, aunque poco.
Lo que no es fácil de discutir es que a la dama en cuestión no le quedaría otra opción que aceptar, además, porque no hacerlo significaría –lo repito– dejarle a Trump el camino despejado, camino que, según ella misma ha dicho muchas veces, conduce al desastre. Además, que ella justamente no busque el puesto podría volver su eventual candidatura tanto más poderosa.
Me dirán que en estas materias nada es 100 % seguro, si bien las probabilidades de que Michelle saque corriendo al señor del peluquín son altísimas, por encima del 90 % (jejé). En fin, no tiene uno más remedio que titular una columna como esta con una gran interrogación. Ya se verá qué pasa de aquí a noviembre.
Bien podría pasar que Michelle Obama, en vez de Dejar el mundo atrás, como se titula la producción de Netflix que ella y su marido patrocinaron hace poco, en realidad sirva para dejar a Biden atrás.
Lo que sigue, claro, dista mucho de ser seguro. Sin embargo, es bien sabido que el actual y viejo presidente de Estados Unidos anda por lo menos muy preocupado por la mediocridad de sus resultados en las encuestas, con el dramático agravante de que eso favorece sobre todo a Donald Trump, el candidato catastrófico de la extrema derecha americana. Por lo que se sabe, andan reclutando gente para reforzar la campaña a como dé lugar. ¿Lograrán resultados? Si no los logran, no hay nadie de verdadero peso en la escudería disponible del Partido Demócrata, sobre todo nadie que ni siquiera se acerque en potencial político a la ex primera dama.
Ahora bien, yo estoy tan enterado como cualquiera de que Michelle ha dicho y repetido en múltiples ocasiones que no quiere ser candidata a la presidencia. Mucho menos se va a enfrentar motu proprio a Joe Biden. No obstante, con razón dice estar aterrada ante las perspectivas, de suerte que no sobra repetir la vieja historia, digamos, de Lyndon Johnson. ¿Qué pasa si el propio Biden decide no ser candidato y no surge nadie a la altura de la tarea? ¿Se arriesgan otra vez con un Walter Mondale perdedor? O sea, querida Michelle, pese a que no quieres ser candidata, ¿qué pasa si no hay más remedio? Fantasías suyas, señor columnista del tercer mundo. Sí, pueden ser mis fantasías, pero dudo muchísimo que no sean también las fantasías de una gran cantidad de liberales de Estados Unidos.
No se puede olvidar que, según pasa a veces en este tipo de situaciones, hay un adulto en la habitación, a saber, Barack Obama. Al expresidente lo pueden acusar de muchas cosas, incluso de no haber sido todo el tiempo un partidario claro del actual presidente, pero no creo que se diga que es un mal analista del devenir político, así que tocará imaginar las conversaciones entre marido y mujer en la cama cuando el dulce se ponga a mordiscos. Aquí entra en escena el novelista. Imagino que Biden entiende que no puede ganar e invita a Michelle y a Barack Obama a la Casa Blanca y les pone el tema. ¿Cómo se desarrollaría la reunión? Lo más seguro es que Biden condicione su renuncia a la garantía de que Michelle Obama sea su relevo. Puede que en la primera visita algo así no se concrete. Es decir, si hay una segunda visita, tal vez de Michelle sola, es muy probable que a la salida Biden cite a una rueda de prensa y ahí lance la bomba: Michelle Obama, candidata a la presidencia. Según entiendo, aún hay tiempo, aunque poco.
Lo que no es fácil de discutir es que a la dama en cuestión no le quedaría otra opción que aceptar, además, porque no hacerlo significaría –lo repito– dejarle a Trump el camino despejado, camino que, según ella misma ha dicho muchas veces, conduce al desastre. Además, que ella justamente no busque el puesto podría volver su eventual candidatura tanto más poderosa.
Me dirán que en estas materias nada es 100 % seguro, si bien las probabilidades de que Michelle saque corriendo al señor del peluquín son altísimas, por encima del 90 % (jejé). En fin, no tiene uno más remedio que titular una columna como esta con una gran interrogación. Ya se verá qué pasa de aquí a noviembre.