Leyendo un ensayo de Oleg Kashin, periodista ruso basado en Londres, sobre la perdurabilidad de Putin en el poder, una frase me impactó: “La corrupción es el pegante que mantiene unido al sistema, no el catalizador que podría derribarlo”. De inmediato, mutatis mutandis —y mucho es lo que va de la dictadura rusa a Colombia—, pensé en la orgía de clientelismo que estamos viviendo aquí y que difiere tan poco de la vivida durante décadas hasta el 6 de agosto. O sea, vienen cambios importantes, pero van a ser aislados o puntuales, ya que el sistema se mantiene. Los roy barreras de este mundo son garantía de eso justamente.
Un ejemplo notable fue la elección del nuevo contralor, Carlos Hernán Rodríguez. Cabía prever que algo así pasaría cuando en la campaña reciente Petro contradijo tiro por tiro lo que había dicho durante años. “El que la filiación política del contralor sea la misma del Gobierno acelerará los procesos de corrupción del Estado”, escribió en Twitter el 16 de agosto de 2018. Pues bien, eso es lo que se viene. Han estado repartiendo embajadas a manera de crispetas, al igual que lo hizo la derecha durante años. Buena parte de ellas van a políticos de distinto signo, unos competentes, otros no tanto, no a funcionarios de carrera. Petro sostuvo hasta ayer el nombramiento de Mery Gutiérrez como ministra de las TIC, pese a los obvios conflictos de intereses que ella arrastraba. Siendo justos, también han entrado personas competentes a altos cargos: Jorge Iván González, el nuevo jefe de Planeación Nacional; José Antonio Ocampo, el ministro de Hacienda; Alejandro Gaviria, el de Educación; Cecilia López, la de Agricultura; Néstor Osuna, el de Justicia, y Alfonso Prada, el del Interior.
Doy fe de que en el territorio de oposición las discusiones se dividen más o menos en dos vertientes. Un grupo ve venir avalanchas irreparables de daños y está buscando para dónde agarrar. No es el mío. Yo soy de los que siguen en el compás de espera, a sabiendas de que hay cosas muy criticables, como las mencionadas arriba, que hacen parte de una tradición política perniciosa. Sin embargo, al menos yo no veo todavía nada irreparable en los hechos cumplidos del nuevo Gobierno. Preocupan los funcionarios más radicales, al menos de palabra: la ministra de Salud, con sus planes todavía no claros de poner el sistema patas arriba; la ministra de Trabajo, mamerta irredimible, quien con su obsesión de “ayudar” a los empleados podría generar todavía más desempleo del altísimo ya existente; la ministra de Minas y Energía, quien con el tema de las exploraciones de hidrocarburos anda dudando entre hacer un daño muy grande u otro menos grande. Nunca sobrará reiterar que para la Unión Europea el gas es hoy un combustible verde. ¿Que se tornará más amarillo en una o dos décadas? Cierto, aunque hoy es verde, sobre todo cortesía de Putin. En fin, ¿cambiar para qué? Todavía los planes de la economía misional que propone para el Estado Mariana Mazzucato, la economista italiana tan mencionada por Petro, brillan por su ausencia. Ojalá se concreten.
Lo que sí se está dando es la fuga de muchos empresarios, que redundará sin duda en menor dinamismo económico y menor innovación. Piénsese, al respecto, en la enorme contribución que la burguesía cubana expropiada y expulsada por Castro hizo desde 1959… en la Florida. Guardadas las proporciones, algo parecido pasará con los emprendedores colombianos que ahora se van.
Leyendo un ensayo de Oleg Kashin, periodista ruso basado en Londres, sobre la perdurabilidad de Putin en el poder, una frase me impactó: “La corrupción es el pegante que mantiene unido al sistema, no el catalizador que podría derribarlo”. De inmediato, mutatis mutandis —y mucho es lo que va de la dictadura rusa a Colombia—, pensé en la orgía de clientelismo que estamos viviendo aquí y que difiere tan poco de la vivida durante décadas hasta el 6 de agosto. O sea, vienen cambios importantes, pero van a ser aislados o puntuales, ya que el sistema se mantiene. Los roy barreras de este mundo son garantía de eso justamente.
Un ejemplo notable fue la elección del nuevo contralor, Carlos Hernán Rodríguez. Cabía prever que algo así pasaría cuando en la campaña reciente Petro contradijo tiro por tiro lo que había dicho durante años. “El que la filiación política del contralor sea la misma del Gobierno acelerará los procesos de corrupción del Estado”, escribió en Twitter el 16 de agosto de 2018. Pues bien, eso es lo que se viene. Han estado repartiendo embajadas a manera de crispetas, al igual que lo hizo la derecha durante años. Buena parte de ellas van a políticos de distinto signo, unos competentes, otros no tanto, no a funcionarios de carrera. Petro sostuvo hasta ayer el nombramiento de Mery Gutiérrez como ministra de las TIC, pese a los obvios conflictos de intereses que ella arrastraba. Siendo justos, también han entrado personas competentes a altos cargos: Jorge Iván González, el nuevo jefe de Planeación Nacional; José Antonio Ocampo, el ministro de Hacienda; Alejandro Gaviria, el de Educación; Cecilia López, la de Agricultura; Néstor Osuna, el de Justicia, y Alfonso Prada, el del Interior.
Doy fe de que en el territorio de oposición las discusiones se dividen más o menos en dos vertientes. Un grupo ve venir avalanchas irreparables de daños y está buscando para dónde agarrar. No es el mío. Yo soy de los que siguen en el compás de espera, a sabiendas de que hay cosas muy criticables, como las mencionadas arriba, que hacen parte de una tradición política perniciosa. Sin embargo, al menos yo no veo todavía nada irreparable en los hechos cumplidos del nuevo Gobierno. Preocupan los funcionarios más radicales, al menos de palabra: la ministra de Salud, con sus planes todavía no claros de poner el sistema patas arriba; la ministra de Trabajo, mamerta irredimible, quien con su obsesión de “ayudar” a los empleados podría generar todavía más desempleo del altísimo ya existente; la ministra de Minas y Energía, quien con el tema de las exploraciones de hidrocarburos anda dudando entre hacer un daño muy grande u otro menos grande. Nunca sobrará reiterar que para la Unión Europea el gas es hoy un combustible verde. ¿Que se tornará más amarillo en una o dos décadas? Cierto, aunque hoy es verde, sobre todo cortesía de Putin. En fin, ¿cambiar para qué? Todavía los planes de la economía misional que propone para el Estado Mariana Mazzucato, la economista italiana tan mencionada por Petro, brillan por su ausencia. Ojalá se concreten.
Lo que sí se está dando es la fuga de muchos empresarios, que redundará sin duda en menor dinamismo económico y menor innovación. Piénsese, al respecto, en la enorme contribución que la burguesía cubana expropiada y expulsada por Castro hizo desde 1959… en la Florida. Guardadas las proporciones, algo parecido pasará con los emprendedores colombianos que ahora se van.